DOMINGO I CUARESMA. –B-
Según la Biblia el aspecto negativo de la salvación, la condenación, se caracteriza por una serie de desórdenes o rupturas: ruptura o alejamiento de Dios por el pecado original, que da lugar a un estado de enemistad con él; ruptura y enfrentamiento entre los hombres: se produce como consecuencia de la ruptura o enemistad con Dios: entre Adán y Eva (caso de la manzana), entre Caín y Abel, la división a raíz de la torre de Babel y los múltiples enfrentamientos entre la humanidad. Ruptura del hombre con la creación: entre el hombre y la tierra se declara un guerra sorda y un forcejeo para que la naturaleza sirva al hombre en sus necesidades primarias mientras éste corrompe y destroza la misma naturaleza. Finalmente, ruptura o división interior en cada ser humano, donde tenemos que enfrentarnos a tendencias de signo contrario, fundamentalmente las que llamamos del espíritu y la carne.
En su
dimensión positiva, la salvación se caracterizará por rehacer la armonía y el
orden, la integridad y la unidad rotas por el pecado y demás fuerzas maléficas.
Para expresar este aspecto positivo de la salvación, la Biblia se sirve, sobre
todo, de la imagen de pacto o alianza, que tienen como fin superar los
enfrentamientos y restablecer el orden. Por eso, los autores sagrados al
emplear la palabra acuerdo o pacto los presentan como reencuentro con Dios,
como paz entre los seres humanos, como relación ordenada con la naturaleza y
como orden físico y moral en la misma
persona. Todo ello traerá consigo la salvación y la paz, que es lo que deseamos
y buscamos todos.
El tema
del pacto o de la alianza preside todas las grandes etapas o períodos de la
historia bíblica o historia de la salvación: ahí están los establecidos entre
Dios y Noé; los que hace con Abraham, con Moisés, con Josué, con David y,
finalmente, con su propio Hijo Jesús, quien, muriendo en la cruz, nos trae la
salvación a toda la humanidad. Los días de la Cuaresma nos han de ayudar a
restablecer este pacto con Dios, a vivir la salvación y a compartirla con tantos
miles y miles de hermanos que están sufriendo los efectos de la pandemia.
Cuaresma: tiempo de conversión, de oración, de acercamiento a Dios y a los
hermanos, lucha contra el mal.
Yo hago un
pacto con vosotros
La lectura del Génesis recuerda la alianza de Dios con Noé,
después de la terrible experiencia del diluvio universal. Recogiendo una
tradición antigua nos habla de cómo purifica y salva a la familia humana. El
agua, que ha sido destructora para la humanidad y la naturaleza, se hace signo
de salvación para Noé y los suyos, y sus descendientes. Dios, movido por el
amor a sus elegidos, se abaja para establecer con el hombre una alianza que lo une
a la vida de los humanos por la que se compromete a seguir sus caminos y atender
a sus necesidades. ¿Hemos sido fieles a esta alianza? ¿Qué ha predominado en
nuestras vidas, el amor y la obediencia a Dios o nuestros intereses egoístas?
En estos momentos, ¿cuáles son y cómo son nuestras relaciones con Dios?
¿Vivimos como hijos suyos?
El Espíritu
empujó a Jesús al desierto.
Marcos, antes de comenzar a narrar la actividad profética de
Jesús, escribe estos breves versículos: “El
Espíritu empujó a Jesús al desierto. Allí se quedó durante cuarenta días
dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían”.
Estas breves líneas son un resumen de las experiencias básicas vividas por
Jesús hasta su ejecución en la cruz. Jesús no ha conocido una vida fácil y
tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia
carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios lo ha
llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones.
“El Espíritu empuja a
Jesús al desierto”. No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos
de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia,
anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre
arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.
“Se quedó en el
desierto cuarenta días”. El desierto será el escenario por el que
transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo
de prueba y purificación. De soledad y encuentro con uno mismo. El mejor lugar
para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien
queda abandonado a sus propias fuerzas.
“Tentado por Satanás”.
Satanás significa “el adversario”, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan
por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de
mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la
injusticia. A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir
a Satanás en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con
estas palabras: “Apártate de mí, Satanás,
porque tus pensamientos no son los de Dios”.
“Vivía entre alimañas,
y los ángeles le servían”. Las fieras, los seres más violentos de la
tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más
buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios que lo bendice, cuida y
sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Herodes Antipas al que llama
“zorra” y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre. En la
cuaresma, el Espíritu de Dios nos está empujando al desierto para que sea un
tiempo de purificación y de gracia; rechacemos con lucidez y valentía las
tentaciones y nos convirtamos a Cristo. “Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed el
evangelio”
Obedientes Dios, vayamos al desierto de nuestra intimidad,
tomemos la vida en nuestras manos y, con sinceridad, veamos cómo estamos. En la
soledad del silencio sintamos el desamparo que nos acecha, miremos los peligros
que nos amenazan y veamos a los hermanos que sufren por la pandemia.
Pero el desierto debe ser también el mejor lugar para escuchar la voz de Dios. El desierto de nuestra cuaresma será la ocasión para intensificar el trato con Dios. Oremos más, leamos y meditemos la Palabra de Dios, escuchemos su voz. Reservemos cada día unos momentos para disfrutar de esa intimidad. Dejemos que se nos revele, que nos muestre su rostro, hablemos con él como lo hacía Moisés: “Cara a cara, como lo hacen los amigos”; como lo hacía Jesús. Cuaresma: tiempo de gracia y de acercamiento a Dios.
P. Juan Ángel Nieto Viguera, OAR.
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