"MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO.. [...] AHÍ TIENES A TU MADRE "
Tercera Palabra:.
"Mujer, ahí tienes a tu hijo. [...] Ahí tienes a tu madre "
(Juan, 19: 26-27).
"Mujer, ahí tienes a tu hijo. [...] Ahí tienes a tu madre "
(Juan, 19: 26-27).
Madre: Está llegando mi hora. O mejor, ya ha llegado. Es la hora de mi glorificación, pero también de mi despedida.
De
mi glorificación, porque he cumplido a cabalidad la voluntad de mi
Padre y he llevado a término la obra que Él me encomendó. Lo dije ayer
mismo en la cena con mis discípulos: Ahora es glorificado el Hijo del
hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo glorificará (Jn 13,
31). Me refería a mi pasión y muerte en la cruz. Seré exaltado por el
Padre y me concederá el Nombre-sobre-todo-nombre (cf. Fil 2, 9). Será mi
glorificación por parte de mi Padre.
Y es también la hora de mi
despedida. De ti, sobre todo. Mi corazón, en este momento, es traspasado
por una espada de amor y dolor, antes de serlo por la lanza del
soldado. Te miro desde lo alto de la cruz y te veo profundamente
dolorida, traspasada también por una espada que había profetizado el
anciano Simeón (cf. Lc 2, 35).
Mi alma está triste hasta la muerte,
había dicho a Pedro, Santiago y Juan ayer mismo, en Getsemaní (Mt 26,
38), pero esta tristeza se acentúa mucho más en este momento, en que me
despido de ti. Siento una tortura interior intensa e insufrible. Soy tu
hijo único, y tú, eres viuda y quedarás sola. Comprendo tu dolor porque
conozco tu amor, como ninguna otra madre ha amado tanto y como a nadie
he amado yo.
No quiero que te quedes sola y desamparada. Tú sabes que
las viudas en este país nuestro, junto con los huérfanos y los
extranjeros, forman el estrato más desfavorecido de la población. Quiero
que seas acogida como una verdadera madre, con amor, con ternura y
delicadeza. Te voy a dar un “hijo”, mi discípulo amado, que te querrá,
si no tanto como yo, lo intentará, porque de mí ha aprendido a amar de
verdad.
Y pronuncio mi tercera palabra: Mujer, he ahí a tu hijo. Y le
digo a Juan: Ahí tienes a tu madre. Al dejarte, me desprendo de lo que
yo más quiero, de ti, madre, en cuyo seno me hice hombre, porque
aceptaste con total disponibilidad la propuesta de mi Padre para que
fueras mi madre.
Al decirte esta palabra, tu corazón queda
ensanchado para que seas -es mi voluntad- madre espiritual de todos los
que han de creer en mí. En Juan, todos serán hijos tuyos. En ti se
produce hoy una nueva maternidad, fecunda e inabarcable.
Hace ya más
de treinta años, en el momento de la anunciación del ángel, me
concebiste en tu seno por obra del Espíritu Santo. Ahora también Él
viene sobre ti para que concibas, no a uno sólo, sino a toda la
humanidad creyente.
Estás sufriendo en estos momentos unos intensos
dolores de parto, porque estás dando a luz, conmigo, a quienes lleguen y
acojan los beneficios de mi pasión y muerte en esta cruz. Por eso,
porque tus dolores se unen a los míos, eres corredentora. Por eso, y
porque de mi costado está naciendo la Iglesia, eres madre de ella, de
todos los que la integran. Eres madre de todos los creyentes.
Eres y
serás una madre fecunda. A lo largo de todos los siglos y en todos
lugares del mundo, serás madre de muchos hijos. Todos te llamarán
bienaventurada, y te querrán como hijos fieles. Te acogerán en su casa,
como Juan; te alojarán en lo más hondo de su corazón, donde anida el
amor bueno. Te llamarán madre, porque lo eres y ejerces como tal.
Eres
y serás madre generosa. Como son generosas todas las madres del mundo.
Pero tú, más. Dispensarás con derroche las gracias que de mí brotarán,
para que todos tengan vida y vida abundante.
Eres y serás madre
sacrificada por el bien de tus hijos, mis hermanos. Como lo son también
todas las madres. Y tú, más. Asumirás y harás tuyos su dolores y
sufrimientos, sus carencias y debilidades, sus dificultades y penurias. Y
también sus alegrías y sus gozos. Y cargarás sobre ti sus pecados, como
lo hago yo en estos momentos, para que sean purificados y todos se
puedan salvar.
Eres y serás madre consoladora. Madre del consuelo o
Consolación. Esta es una de las características más propias de las
madres. Y en ti, más. Hay mucha tristeza en este mundo, por las
enfermedades, fracasos, contratiempos graves, la soledad de muchos, los
desamores y la muerte de quienes más se quieren. Te necesitan todos como
madre, y a ti acudirán siempre para buscar y encontrar consuelo que
alivie sus penas.
Eres y serás madre solícita, como todas las madres.
Y tú, más. Como fuiste en Caná de Galilea, donde viste que faltaba el
vino y lograste de mí el vino mejor para que no decayera la fiesta de
unos novios que celebraban su boda.
Eres madre, y ellos son y serán
tus hijos. En estos momentos está naciendo una nueva familia, en la que
tú serás madre, porque no quiero que queden huérfanos los que me sigan,
los creyentes de todos los tiempos.
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San Agustín:
Sólo
esa única mujer es madre y virgen a la vez no solo espiritual, sino
también físicamente. Espiritualmente no es madre de nuestra cabeza, el
Salvador en persona, de quien más bien nació ella, porque a todos los
que creen en él, entre quienes está también ella, se les llama con razón
hijos del esposo; pero sí es madre de los miembros de Cristo, nosotros
mismos, porque con su caridad cooperó a que naciesen en la Iglesia los
fieles que son los miembros de aquella cabeza.
(De s. virg. 6, 6)
P. Teodoro Baztán Basterra.
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