jueves, marzo 09, 2017

MARÍA DE BETANIA (3)

El Maestro está aquí y te llama. 

El evangelio de Juan abunda en frases breves que, además de lo que dicen o quieren decir en una circunstancia concreta, expresan un sentido más profundo y más universal. Son palabras, pronunciadas por Jesús o por otros, dichas en ese momento, pero que tienen una resonancia o un eco que transciende el tiempo y el espacio. Son palabras dirigidas también a ti, a mí, y a todos nosotros.
El Maestro está aquí y te llama. Te llama con tu propio nombre, con tu historia personal. Y te llama porque te ama, porque quiere compartir contigo la maravilla de una vida nueva que ya conoces, pero que quizás no la vives con el vigor necesario. Te llama, porque sabe que le amas, pero que quiere reforzar ese amor, para que sea más sacrificado, más gozoso, más fecundo, más entregado.

El Maestro está aquí y te llama. Te lo dicen tus hermanos creyentes, como se lo dijo Marta a María. Quizás te ven un tanto aislado o al margen de la vida parroquial: oración, convivencia, trabajo, etc. Por ellos habla el Maestro. Y él quiere que te reintegres, que revivas la ilusión primera, que dejes de lado actitudes cómodas y egoístas, que sacudas la apatía que te domina, la comodidad que te amodorra…, y que acudas para ver y presenciar las maravillas que el Señor hace con los que “duermen” o parecen muertos.

El Maestro está aquí y te llama. Quizás algo “ha muerto” en tu interior y el Señor quiere “resucitarlo”, y para ello quiere contar también contigo: con tu testimonio de vida, con tu oración, con tu entrega, con tu amor por los hermanos, con tu fe en él, porque, recuerda, quien cree en mí, aunque haya muerto vivirá. Marta creyó y Jesús devolvió la vida a su hermano. María amó y fue testigo de la maravilla de un hermano recuperado y reintegrado a la vida familiar

 Actitud de María 

María se levantó a toda prisa y se dirigió hacia él. No lo pensó “dos veces”. Sorprende saber que Marta, la hermana hacendosa e inquieta, cuando oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras que María se quedó en casa. ¿Por qué se quedó María en casa habiendo oído también, según parece, que llegaba el Maestro? Quizás porque le invadía totalmente la tristeza y el dolor por la muerte de su hermano. Quizás como protesta callada contra Jesús, a quien amaba ciertamente, porque no había acudido a tiempo para evitar su muerte. Algo había fallado en su interior que le impedía acudir con presteza al encuentro con el Maestro.

Quizás te ocurre a ti, a veces, lo mismo. De ahí la necesidad de sentir que el Señor te está llamando para acercarte a él. Aparta de ti la dejadez, una cierta indiferencia, tu propia comodidad y el desinterés.

No permitas que anide en tu interior la queja por situaciones que consideras injustas, por no sentirte escuchado por Dios, porque la vida se te acaba poco a poco, etc., y esta situación anímica te atenaza y paraliza. Cabe el peligro también de que te encierres en ti mismo y no sientas aliciente alguno para salir al encuentro del hermano o del Maestro.

Quizás ha faltado un hermano que, como Marta a María, te diga: El Maestro está aquí y te llama. Si no con estas palabras, sí con otras parecidas, o con un gesto, o con su ejemplo, o con su modo de ser. Un hermano que tenga o haya tenido la gracia de vivir la experiencia de la cercanía y presencia de Jesús en su vida. Quizás has sido tú mismo, quien, “sabiendo que Jesús está ahí”, no te has acercado al hermano que “ha quedado en casa” para decirle: “El Maestro te llama”, el Maestro te espera, él quiere que también tú veas y experimentes las maravillas de su amor, las maravillas que hace con cada uno de nosotros y que también quiere hacer contigo.

 Al oírlo, se levantó a toda prisa y se dirigió hacia él.

Ya sabía que estaba ahí. Sabía, lo mismo que su hermana, que había llegado. Lo que le movió a salir de su ensimismamiento y la empujó a ir donde el Maestro, fue el sentirse llamada por él. Y lo hizo, además, con presteza, con prisa.

Afortunadamente hay creyentes (¿muchos? ¿pocos?) que, como Marta en un primer momento y María después de ser llamada, se “apresuran” para ir al encuentro con el Señor y permanecer con él. Son testigos de Cristo, líderes con su vida y guías sin proponérselo, que arrastran a otros a ir al encuentro con el Señor. Son líderes carismáticos y ejemplos de vida para seguir al único modelo, que es Cristo.

Tales creyentes hacen de la fidelidad al evangelio su programa de vida, la viven con normalidad y gozo, son contemplativos en la vida, activos con la fuerza del Espíritu en ellos, y, a pesar de sus fallos, deficiencias y limitaciones, dejan trasparentar la presencia de Jesús en ellos. Se han dejado “resucitar”,  como Lázaro, a la vida nueva; han elegido, como María, la “parte mejor” y nadie “se la quitará”.

Se han alzado “a toda prisa” al saber que estaba Jesús y ser llamados por su nombre, y se han dirigido a su encuentro.

¿Conoces alguno de estos testigos? ¿Los has conocido? Si así es o así fue, ¿qué impacto han producido en ti? ¿Alguno de ellos te ha dicho, con palabras o con su vida: “el Maestro está aquí y te llama”? ¿Qué huella han dejado en ti los santos o beatos que conoces más? ¿Tiendes sólo a admirarlos y gloriarte de ellos, o, especialmente, a imitarlos?
Tomado del Libro Bebieron de la Fuente
Padre Teodoro Baztán Basterra

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