jueves, diciembre 15, 2016

LA «DEVOLUCIÓN» DEL SÍMBOLO (2)

«Creemos también en su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor», Dios verdadero de Dios verdadero, Dios Hijo de Dios Padre, pero sin ser dos dioses, pues él y el Padre son una sola cosa (Cf Jn 10,30). Esto ya lo da a entender al pueblo mediante Moisés al decir: Escucha, Israel, los mandamientos de la vida; el Señor tu Dios es un solo Señor (Dt 6,4). Y, si quieres pensar cómo ha nacido fuera del tiempo el Hijo eterno del eterno Padre, te recrimina el profeta Isaías, que dice: ¿Quién narrará su nacimiento? (Is 53,8) Así, pues, el nacimiento de Dios a partir de Dios, ni podrás pensarlo ni explicarlo; sólo se te permite creerlo para poder alcanzar la salvación, según las palabras del Apóstol: Quien se acerca a Dios es preciso que crea que existe y que recompensará a los que le buscan (Hb 11,6). Si, pues, deseas conocer su nacimiento según la carne, que se dignó aceptar por nuestra salvación, escucha y cree «que nació del Espíritu Santo y de la virgen María». Aunque, incluso este nacimiento, ¿quién lo narrará? ¿Quién puede valorar en su justo punto que Dios haya querido nacer como hombre por los hombres, que una virgen lo haya concebido sin semen de varón, que lo haya alumbrado sin perder la integridad y que después del parto haya permanecido íntegra? Nuestro Señor Jesucristo entró, por condescendencia, en el seno de la virgen: siendo inmaculado, llenó los miembros de una mujer; hizo grávida a su madre sin privarla de su virginidad; habiéndose formado a sí mismo, salió del seno de la madre, conservándolo íntegro. De esta forma colmó de honor materno y de la santidad virginal a la mujer de la que se dignó nacer. ¿Quién puede comprender esto? ¿Quién puede explicarlo? En consecuencia, ¿este mismo nacimiento quién lo narrará? (Is 53,8) ¿Quién tendrá mente capaz de comprender o lengua capaz de explicar no sólo que en el principio existía la Palabra (Cf Jn 1,1), carente de todo comienzo por nacimiento, sino también que la Palabra se hizo carne  (Cf Jn 1,14), eligiendo una virgen para convertirla en madre y convirtiéndola en madre pero conservándola virgen? En cuanto Hijo de Dios, no tuvo madre que lo concibiera y, en cuanto hijo del hombre, no tuvo varón que lo engendrara; con su venida trajo la fecundidad a la mujer, sin privarla, al nacer él, de su integridad. ¿Qué es esto? ¿Quién puede decirlo? ¿Quién puede callarlo? ¡Cosa admirable: no se nos permite callar lo que somos incapaces de hablar! ¡Predicamos con palabras lo que ni con la mente comprendemos! Somos incapaces de hablar de tan gran don de Dios por ser pequeños para expresar su grandeza, y, no obstante, nos sentimos obligados a alabarlo, no sea que nuestro silencio revele ingratitud. Pero, ¡gracias a Dios!, lo que no puede expresarse dignamente, puede creerse fielmente.
S, 215, 3

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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