miércoles, diciembre 14, 2016

LA «DEVOLUCIÓN» DEL SÍMBOLO (1)

 El Símbolo del sacrosanto misterio, que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre el fundamento inconmovible que es Cristo el Señor. Nadie puede poner otro fundamento fuera del ya puesto, que es Cristo Jesús (1Co 3,11). Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón, y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis; algo en lo que mantengáis despierto el corazón, aun cuando vuestro cuerpo duerme. Renunciando al diablo y sustrayendo la mente y el alma a sus pompas y a sus ángeles, es preciso olvidar lo pasado y, despreciada la vetustez de la vida anterior, renovar con el nuevo hombre una nueva vida mediante las sanas costumbres. Y -como dice el Apóstol- hay que olvidar las cosas de atrás y, con la mirada puesta en las que están delante, perseguir la palma de la suprema vocación de Dios (Flp 3,13); hay que creer lo que aún no se ve para poder llegar con justicia a lo que se ha creído. Quien algo ve, ¿cómo lo espera? Pero, si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo esperamos (Rm 8,24-25).

 Esta fe y norma de nuestra salvación consiste en creer «en Dios Padre todopoderoso, creador de todas las cosas, rey de los siglos, inmortal e invisible». Él es, en efecto, el Dios todopoderoso que, al comienzo del mundo, creó todo de la nada, el que existe antes de los siglos que también él hizo y gobierna. No aumenta con el tiempo ni se extiende por el espacio, ni materia alguna le pone fin o término, sino que permanece junto a sí mismo y en sí mismo como eternidad plena y perfecta que ni la mente humana puede comprender ni la lengua describir. Pues si el don que tiene prometido a los santos ni ojo alguno lo vio, ni oído lo oyó, ni ha llegado al corazón del hombre, ¿cómo podrá la mente concebir, el corazón pensar o la lengua describir a quien promete ese don?
S, 215, 1-2

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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