martes, febrero 09, 2016

Señor, enséñanos a orar (2)

5.    El Señor está contigo   

Respiras desde siempre sin que nadie te haya enseñado a hacerlo, pero tienes que aprender a andar. Sabes mirar, pero te tienen que enseñar a leer y entender lo que lees. Oyes, pero quizás tienes que aprender a escuchar.

Sabes que Dios está ahí, muy dentro de ti, pero necesitas conocer muy bien el camino para llegar a él. Y el Señor, que es paciente y misericordioso, te va atra-yendo, casi sin darte cuenta, hacia él.

Vives muchos momentos de paz y tranquilidad, las cosas te salen bien, tu casa es un hogar acogedor y lugar de encuentro de amor con la familia, tienes amigos que te quieren de verdad y a quienes amas, el trabajo está asegurado y debidamente remunerado, te sonríe el futuro…

Pero olvidas o no sabes cómo agradecer tanta riqueza. Eres como los nueve le-prosos del evangelio que, viéndose curados por la palabra y el amor de Jesús, no supieron agradecer. Solamente uno de los diez regresó para dar gracias. Y recibe entonces la salvación por su fe agradecida.

Admiras las obras de los mejores artistas, gozas con ellas y quedas embelesado contemplándolas. Disfrutas contemplando la puesta del sol en el horizonte o sobre el mar, vibras con la música de las más brillantes melodías…, y no sabes contemplar y admirar al Dios fuente de toda belleza y te pierdes el gozo que se deriva de esta contemplación.

El Señor abrirá, si se lo pides, los ojos de tu corazón y afinará los oídos de tu espíritu para entrar en relación personal con él y poder admirar y contemplar, en clima de oración, tanta belleza.
6.    Con humildad y sencillez

No hay otro camino para acercarte al Señor que la humildad, unida a la fe y el amor. Recuerda: el fariseo soberbio que oraba en el templo volvió a su casa con el mismo pecado con que había llegado al templo. El publicano, arrepentido, quedó justificado.

Te reconoces pequeño y desvalido, expuestos al vaivén de los caprichos y velei-dades de un mundo tan voluble que te zarandea y puede contigo. Eres nada si te falta la gracia y el poder del Dios único. Sientes un vacío interior, que te duele, aunque dispongas de muchas cosas.

Necesitas un apoyo seguro, la roca firme del evangelio para edificar sólidamente tu “casa”. Y Dios, que es la roca, y el arquitecto, y la plenitud de todo, y la fuente de una vida con futuro, se te ofrece para ayudarte a acercarte a él, para dejarte llenar por él.

Sabes que Dios es un padre bueno, que te ama como a hijo muy querido, que perdona siempre, “setenta veces siete”, tus pecados y deficiencias, que te ha dado a su mismo Hijo en una entrega hasta la muerte, que te ofrece y te regala gratui-tamente el don de la salvación o la vida para siempre...

Pero a veces, o en muchas ocasiones, le temes como juez, con la vara del juicio en la mano, lejano o muy ajeno a tu vida, omnipotente más que misericordioso…

De ahí que tu oración adolezca a veces de frialdad y sea rutinaria, difícil para la escucha y el diálogo, reducida a palabras más que expresión callada pero llena de vivencias y sentimientos.

7.    Como un padre bueno

Pero Dios sigue siendo padre bueno, se acerca a ti y te habla al corazón. Es, en palabras de Agustín, “más íntimo a mí que mi misma intimidad (Conf. 3, VI, 11). A Dios no lo ves. Ámalo, y lo tienes”, dice en otra ocasión. Él tiene la iniciativa en la oración. Te facilita así el encuentro con él. Sólo te pide que le escuches y le hables, con palabras o sin ellas.

Él te envía su Espíritu para enseñarte a rezar como conviene. Y envía también a su Hijo para que sea tu mediador y garante. El resto depende de ti.

8.    Palabras de Agustín

“¿Por qué desviar la atención a muchas cosas, preguntando qué hemos de pedir y temiendo no pedir como conviene? Más bien hemos de repetir con el salmo: Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo…. Para alcanzar esa vida bienaventurada nos enseñó a orar la misma y auténtica Vida; pero no con largo hablar, como si nos escuchase mejor cuanto más habladores seamos, ya que, como el mismo Señor dijo, oramos a aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos… 

No será inútil ni vituperable el dedicarse largamente a la oración cuando hay tiempo, es decir, cuando otras obligaciones y actividades buenas y necesarias no nos lo impidan, aunque también en ellas hemos de orar siempre con aquel deseo” (Ep. 130, 8, 15; 9, 18).

9.    Ora
Busca el momento más oportuno, el lugar adecuado, rodéate de silencio, pide la ayuda de la gracia,  ponte a la escucha y ora. Ya estás aprendiendo a orar.

Haz tuya la oración de los discípulos: Señor, enséñanos a orar. Ora con ella una y otra vez. En silencio, con deseo ardiente, con paz interior, y escucha al Maestro.

Oración final
Señor y Dios mío, atiende a mi oración y escucha mis deseos. No sólo pido por mí, sino también por mis hermanos. Y con tanto mayor ardor, cuanto mayor es mi deseo de servirles. Tú, que lees los corazones, sabes que no miento Amén.                                                                                                   San Agustín
Palabras para el camino. Págs.14-17
P. Teodoro Baztán Basterra

0 comentarios:

Related Posts with Thumbnails

Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP