sábado, enero 16, 2016

Razones para Creer (3)

UN CAMINO DE CRUZ
 
Pero no te engañes: en tu vida de fe no todo va a ser alegrías y sonrisas. No todo te va a salir bien por la única razón de que "tienes mucha fe". Porque, aunque tu fe fuera tan firme como una montaña, cualquier día, por ejemplo, podrás quedarte sin trabajo, como cualquier hijo de vecino; la muerte llegará a tu casa como a la de todo mortal; tu vida afectiva sufrirá más de un revés; siempre será posible un fracaso económico grave. 

Son las cruces del camino que te pueden hacer tropezar.
Más aún, la misma fe es o puede ser también causa y ocasión de sufrimiento. Como lo es el amor de una madre: cuanto más fuerte, mayor es el dolor por el problema de un hijo. Pero, sobre todo, como lo fue para Cristo.

Dios no te quita la cruz, pero sí te proporciona espaldas anchas y fuertes para llevarla. Y es en la cruz -únicamente en la cruz- donde se juntan, en una unión y simbiosis misteriosa, pero real, el dolor y el gozo, el abandono y la esperanza, la muerte y la vida. Porque la semilla conservada para que no se pierda, queda infecunda. La que sufre y muere en el surco, produce vida (Jn 12, 24).

Éste es el camino de tu fe, y es también la vida de Jesús y su "causa".

Ahora comprenderás por qué la fe no es solamente una joya de altísimo valor que hay que conservar en una caja de máxima seguridad para que no se pierda o la roben.

 RIESGO Y AVENTURA

Y comprenderás también que es riesgo y aventura, aunque nada hay más seguro que ella. No es quietud sosegada y tranquila, ni pasividad de los que nunca se equivocan porque nunca hacen nada, y a nada o a muy poco se comprometen.

La fe no apacigua la conciencia de los incomprometidos. Porque es un impulso, una fuerza incontenible para ser más, -como el río que arranca de la montaña y crece sin parar- para luchar siempre, para darse del tod
o, hasta morir si fuera preciso. Como Jesús.

DON Y BÚSQUEDA

La fe es un don y también búsqueda. Es regalo y también conquista. Viene a ser como la plantita de flores hermosas que alguien te ha regalado, pero que tienes que cuidar con amor y constancia, para
que pueda crecer, florear, dar fruto y multiplicarse.

El regalo es hermoso, pero el trabajo para cuidar de él y ayudarle a que dé fruto será tuyo. Con la ayuda eficaz de Dios, se entiende.

CONFIANZA Y FIDELIDAD

La fe es también confianza. Quizás sea esto lo más importante. Confianza incondicional en un Dios que te dice la verdad, que te habla con amor, que actúa para salvarte. Como dice el Concilio: "No puede engañarse ni engañarnos". Aunque en más de una ocasión no comprendas muchos porqués.
Cuando no entiendas algo, pregunta, indaga, lee, estudia. Y, sobre todo, ora. Muchas dudas quedarán, quizás, clarificadas. Otras, posiblemente no. Acepta siempre. Pero, sobre todo, confía. Con la misma confianza que el niño pequeño deposita en su madre cuando se siente inseguro y necesitado. Porque la confianza no es otra cosa que creer con amor y aceptar también con amor.

UNA FUENTE DENTRO DE TI

Cristo es la fuente de agua que salta hasta la vida eterna, y tú, el cauce; primero, para dejarte llenar y, luego, para llenar por ti a otros.
"El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús, puesto en pie, gritó: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que cree en mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva" (Jn 7, 37-38).
Llevas dentro de ti la vida. La conociste y la acogiste. Y, tan lleno estás de ella, que puja por salir sin dejar de estar en ti. Y crece en la medida en que le das cauce para que llegue a otros. No puedes pretender que, para no perderla, no la dejes correr y se convierta, entonces, en charca fangosa de aguas muertas.

Déjala correr. Sé siempre cauce y no muro de contención. El mundo te espera. O, lo que es lo mismo, la Iglesia, tu país, tu familia, tú mismo. Y los pobres, tu trabajo, tu estudio, tus amigos. Todo. Es ahí donde debes poner en juego la enorme riqueza y la fuerza incontenible de la fe. Para que todo sea nuevo.

Porque, una vez que has conocido a Cristo y, por la fe, lo has aceptado en ti como la razón de ser de tu vida, ya no puedes cruzarte de brazos. La indiferencia no cabe en tu corazón de creyente. El Espíritu que te habita es puro dinamismo, es fuego, es empuje, y nada lo puede detener ni, mucho menos, aquietar.
"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: 'Tengo fe', si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario y alguno de vosotros les dice: 'Id en paz, calentaos y hartaos', y no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve?" (Sant 2, 14-16).

Las siguientes palabras de Agustín pueden resumir en cierto modo lo dicho en estos últimos párrafos:
"El evangelio define la verdadera lealtad servicial con estas palabras: 'Porque has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor'. Un siervo tal, ni habla antes de creer ni se guarda lo que recibe... Su fidelidad está tanto en haber preservado lo recibido cuanto en haberlo puesto a producir, arriesgándose y negociando con ello. Por eso no dice: 'creí y hablé', sino 'creí y por eso hablé'. Creyó, en verdad, tanto en el premio que debía esperar si hablaba como en el castigo que debía sufrir si callaba (En. in ps. 115, 1-2).
PALABRAS DE AGUSTÍN
    "Es posible que exista la fe sin la caridad, pero no es posible que aproveche sin ella" (De Trin. 15, 18, 32).
    "No es lo mismo creer "a" Dios que creer "en" Dios. Creer en Dios supone no sólo darle fe, sino adherirse a Él en las buenas obras que Él hace en nosotros" (En. in ps. 77, 8).
    "La fe es para el alma como para el buen árbol la raíz: absorbe la humedad de la tierra y da vida a los frutos hasta llevarlos a sazón" (En. in ps. 139, 1).
    "Tu fe es tu santidad de vida. Porque si crees, evitas los pecados. Si evitas los pecados, intentas buenas obras" (En. in ps. 31, 2, 4).
    "Cree para entender. Y entiende para creer" (In Io. ev. 29, 6).
    "No creería en el evangelio si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia Católica" (C. ep. manich. 5).
Lámparas de Barro. Págs. 182-185
P. Teodoro Baztán Basterra, OAR.



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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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