Razones para amar (3)
¿Qué hacer, entonces? En primer lugar, emprender un camino de purificación.
"Purifica tu amor, dice Agustín, no lo mates; el agua que corre a la cloaca de tu egoísmo hazla correr al jardín de tu caridad" (En. in ps. 31, 2, 5).
Si
las partículas de mineral están llenas de tierra hasta hacerlas casi
imperceptibles, difícilmente podrán ser atraídas por el imán. Si la
chispa del amor que Dios ha depositado en ti está casi apagada por el
pecado que te domina, te quedará difícil acercarte al Dios y al hermano
que te necesita. Es necesario quedar libre de ataduras que te esclavizan, del barro del pecado, del egoísmo que corroe tu vida.
"El alma humana es como una paloma. Cuando está esclavizada por el amor terreno, su plumaje se vuelve pesado a causa del lodo, y no puede volar. Pero cuando el lodo de los afectos terrenos es removido de sus plumas, el alma recobra la libertad y, ayudándose de las alas del amor de Dios y del amor del prójimo, comienza su ascensión. Asciende, porque ama" (En. in ps. 121, 1).
Las alas tienen su propio peso,
pero, a pesar de la ley de la gravedad y limpias de toda adherencia
extraña, elevan a la paloma hacia las alturas. Ya lo ves: para
poder salvarte -que eso significa subir a las alturas- tienes que batir
las alas del amor de Dios y del prójimo. O, lo que es lo mismo "caer
hacia lo alto".
"COMO A TI MISMO"
En segundo lugar, para
poder amar más y mejor al hermano, ámate antes a ti mismo. Si Dios te
ama -¡y de qué manera! -, ¿por qué tienes que "pasar" de amarte a ti
mismo?
Dios quiere que seas feliz. Para eso te ha creado. No te ha
creado para su gloria, pues la tiene plena por sí mismo, sino para que
seas feliz. En este mundo y en el otro. Luego busca tu propia felicidad
amándote a ti mismo. Con amor del bueno, generoso, limpio y espléndido.
Así te ama Dios. Y así podrás amar también al otro.
Una madre no
podrá amamantar a su hijo si está desnutrida y famélica, si no cuida de
su salud. Si el árbol no cuida de su raíz, no llegará la savia hasta el
extremo último de las ramas ni, mucho menos, dar fruto. Si no amas a
Dios, difícilmente podrás amarte de verdad; mucho menos, amar a tu
prójimo, quienquiera que él fuere.
Pero si amas a Dios, te amarás necesariamente a ti mismo, porque, repito, todo es un único amor:
"El que ama a Dios no es posible que no se ame también a sí mismo. Es más, sólo sabe amarse a sí mismo quien ama a Dios" (De mor. Eccl. cath. 1, 26, 48).
No hagas caso de lo que sostienen algunos
autores antiguos ascético-místicos -ahora ya no, afortunadamente- cuando
afirman que, para seguir a Cristo es necesario poco menos que
despreciarse a sí mismo, odiarse casi, y someter el cuerpo -y a veces
también el alma- a torturas y mortificaciones extremas. No significa eso la expresión "negarse a sí mismo" del evangelio. Sé que lo comprendes.
CON HUMILDAD
Mucho menos, el amor. La humildad es camino
llano. Mejor, hace que todo sea camino hacia el hermano y hacia Dios. La
soberbia empuja hacia el abismo:
"Para caminar, y avanzar y subir, impulsa la caridad; para caer impulsa la soberbia" (En. in ps. 120, 5).
El
sencillo y humilde acoge y se da al hermano con amor del bueno, sin
esperar recompensa, gratuitamente. Lo considera y trata como si fuera
superior a sí mismo, y "es llevado a él" por él mismo.
Este mismo
camino lo lleva a Dios. Sabe que es Padre y que depende de Él en todo. Y
a Él acude, con amor y en busca de más amor. Este camino está vedado a
los soberbios y endurecidos de corazón; al menos, mientras el paredón
siga en pie.
LA FUERZA DE LO ALTO
No es fácil
amar como Cristo nos amó. A pesar de todo, es de ley que sea así. Como
te decía antes, nuestra debilidad, la dureza del corazón y la fuerza del
egoísmo siempre latente en nosotros dificultan en gran manera el
cumplimiento de esta ley.
Agustín, muy sabio y experimentado en estas lides, nos brinda un consejo que a él le sirvió en muchas ocasiones:
"No hay nadie que no se ame a sí mismo; pero hay que buscar el recto amor y evitar el perverso, porque amando la iniquidad despides a Dios" (Serm. 330, 3).
PALABRAS DE AGUSTÍN
"El amor no puede estar ocioso" (En. in ps. 31, 2, 5).
"Examine cada uno su propia vida y vea si brota del manantial del amor, si las ramas de sus buenas obras nacen de la raíz de la caridad" (In ep. Jo. 6, 2).
"Te haces tu propio enemigo cuando odias a tu hermano" (Serm. 82, 3).
"No hay escala más segura para subir al amor de Dios que el amor del hombre a sus semejantes" (De mor. Eccl. Cath. 1, 26, 48).
"Ama y haz lo que quieras" (In ep. Io. 7, 8).
"El amor al prójimo limpia los ojos para ver a Dios" (In Io. ev. 17, 8).
"El amor a Dios es lo primero que se manda, y el amor al prójimo es lo primero que se debe practicar" (In Io. ev. 17, 8).
P. Teodoro Baztán Basterra
Lámparas de barro. Págs.209-212
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