Nadie da de lo que no tiene (2) ¿QUE HACER?
Reconoce tus limitaciones y tu pobreza. Pero no pidas lo que no estás dispuesto a compartir.
Si quieres transmitir el mensaje -que eso, repito, es evangelizar- antes debes conocerlo, acogerlo y vivirlo. Porque no eres una grabadora o un aparato de vídeo. Mucho menos una pantalla publicitaria. Eres un testigo. Y testigo es aquel que conoce a Jesús y su mensaje, lo hace suyo, lo vive y lo comunica."Sé necesitado de Dios para que seas plenificado por Él. Todo lo que tengas sin Él aumentará tu vacío" (En. in ps. 83, 3). "¿Por qué insistes en pedir lo que no estás dispuesto a dar? Por negarte a compartir lo recibido, te incapacitas para recibir lo deseado" (En. in ps. 38, 4).
"Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida -pues la Vida se nos manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y os lo anunciamos" (1Jn 1, 1-2).Oír, ver, contemplar, tocar... Es decir, informarse del todo, comprender la Palabra hasta poder dar razón de ella, experimentar a Jesús y anunciarlo.
Saborea
Conocido el mensaje -y en él se incluye la persona de Jesús y sus palabras, además de todo el contenido de la fe- "saboréalo". Gusta de él. Goza con su comprensión y con lo que a ti, hoy y aquí, te dice.
Como saboreas el plato mejor del banquete más espléndido. O el amor de quien más te ama. Como saborea también el científico aquello que ha estado buscando durante largos años de investigación incansable para beneficio de la humanidad y, al fin, lo ha encontrado.
Como saboreó san Juan el encuentro con la Vida, hasta poder decir: "Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo" (1Jn 1, 4). O con palabras del mismo Jesús: "Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea colmado" (Jn 15, 11).
Son bellísimas las palabras que escribe Agustín al recibir el bautismo de manos de san Ambrosio, en Milán, con las que describe su gozo al sentir que la verdad iba penetrando en su corazón, a la vez que saboreaba en carne propia y con honda emoción los designios de Dios de salvar al género humano. Dice así:
"En aquellos días no me hartaba de considerar, lleno de una asombrosa dulzura, tus profundos designios sobre la salvación del género humano. ¡Cuántas lágrimas escuchando los bellos himnos y cánticos que resonaban en tu iglesia! Me producían una honda emoción. Aquellas voces penetraban mis oídos, y tu verdad iba penetrando en mi corazón. Fomentaban los sentimientos de piedad, y las lágrimas que derramaba me hacían bien (Conf. 9, 6, 14)
P. Teodoro Baztán Basterra
Lámparas de Barro. Págs.333-334
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