Salve, llena de gracia
¿Qué eres tú que vas a dar a luz? ¿Cómo lo has merecido? ¿De quién lo recibiste? ¿Cómo va a formarse en ti quien te hizo a ti? ¿De dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti, la Palabra se hace carne recibiendo la carne, pero sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y se une con la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión de la Palabra y de la carne; de él procede el mismo esposo como de su lecho nupcial (Sal 18,6). Al ser concebido te encontró virgen, y, una vez nacido, te deja virgen. Te otorga la fecundidad sin privarte de la integridad. ¿De dónde te ha venido? ¿Quizá parezca insolente al interrogar así a la virgen y pulsar casi inoportunamente con estas mis palabras a sus castos oídos. Mas veo que la virgen, llena de rubor, me responde y me alecciona: «¿Me preguntas de dónde me ha venido todo esto? Me ruborizo al responderte acerca de mi bien; escucha el saludo del ángel y reconoce en mí tu salvación. Cree a quien yo he creído. Me preguntas de dónde me ha venido esto. Que el ángel te dé la respuesta.» —Dime, ángel, ¿de dónde le ha venido tal gracia a María? —Ya lo dije cuando la saludé: Salve, llena de gracia (Lc 1,28).
Sermón 291,6
0 comentarios:
Publicar un comentario