Éste es el Cordero de Dios
Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Al día siguiente vio Juan venir a Jesús hacia él y dijo: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo (Jn 1,28-29). Nadie se arrogue y diga que él retira el pecado del mundo. Atended ya contra qué soberbios estiraba Juan el dedo. Aún no habían nacido los herejes y ya eran delatados. Desde el río clamaba entonces contra esos contra los que ahora clama desde el evangelio. Viene Jesús, y aquél ¿qué dice? He aquí el Cordero de Dios. Si un cordero es inocente, Juan es también cordero. ¿O acaso no es inocente también él? ¿Pero quién será inocente?¿Y hasta qué punto? Todos vienen del mugrón y del linaje sobre los que David cantaba con gemidos: Yo fui concebido en medio de iniquidad, y entre pecados me alimentó mi madre en el útero. Cordero (Sal 50,7), pues, es sólo aquel que no ha venido así, pues no fue concebido en medio de iniquidad, porque no fue concebido a partir de la condición mortal; tampoco entre pecados alimentó su madre en el útero a ese que concibió virgen y virgen parió, porque lo concibió por la fe y por la fe lo recibió. He aquí, pues, el Cordero de Dios. Ése no tiene de Adán el mugrón; de Adán tomó sólo la carne, no asumió el pecado. Quien de nuestra masa no asumió el pecado, ése es el que quita nuestro pecado. He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo.
Sabéis que algunos hombres dicen a veces: «Nosotros, que somos santos, quitamos a los hombres los pecados, ya que, si no fuese santo el que bautiza, ¿cómo quita el pecado de otro, siendo él hombre lleno de pecado?». Contra estas disputas no digamos palabras nuestras, leamos a éste: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. De los hombres no presuman los hombres; no transmigre el pájaro a los montes, confíe en el Señor (Cf Sal 10,2) y, si levanta los ojos a los montes de donde le vendrá el auxilio, entienda que su auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Cf Sal 120,1-2). ¡Qué grandeza la de Juan! Se le dice: «¿Eres tú el Mesías?». Dice: «No». «¿Eres tú Elías?». Dice: «No». «¿Eres tú el Profeta?». Dice: «No». ¿Por qué, pues, bautizas? He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. Éste es de quien dije: Detrás de mí viene un varón que ha sido hecho antes de mí porque estaba primero que yo (Jn
1,29-30). Viene detrás de mí, porque ha nacido después; ha sido hecho
antes de mí, porque ha sido preferido a mí; estaba primero que yo,
porque En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios,
y la Palabra era Dios (Jn 1,1).
Ev. Jn. Trat. IV, 10-11
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