El prestigio de la Iglesia
La situación de la Iglesia católica en el arranque de este milenio reviste un extraordinario interés. Como ha escrito José Orlandis, nunca en la historia había sido la Iglesia tan universal como ahora, por la diversidad nacional y étnica de sus fieles; nunca el Papa había gozado de un prestigio moral tan alto, no solo entre sus fieles, sino también entre hombres del mundo entero, que le consideran como la más alta autoridad espiritual.
Se trata de un fenómeno sin precedentes, pues los grandes Papas medievales tenían como marco una cristiandad europea, espiritualmente compacta pero de dimensiones muy reducidas. La Iglesia católica aparece hoy con una inequívoca personalidad internacional, con mil millones de fieles, con más de ciento veinte mil instituciones asistenciales y con unas escuelas en las cuales se forman cincuenta millones de estudiantes. Aparece, además, firme y coherente en sus enseñanzas en cuestiones doctrinales y morales, en contraste con la inestabilidad y las ambigüedades de muchas confesiones religiosas, que presentan a menudo la apariencia de naves desarboladas, a merced del oleaje de las modas o de los antojos de sus bases, ansiosas de acomodarse a las preferencias de la opinión pública.
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