Domingo XXIX del Tiempo Ordinario - B- Reflexión
El domingo pasado Jesús prevenía a sus apóstoles del peligro de las riquezas y hoy les enseña el verdadero sentido del poder. Pero sus discípulos siguen despistados. No logran entender los mensajes o las propuestas del Maestro.
No había calado todavía en ellos la idea de un Mesías servidor, humilde, con un amor totalmente entregado, que venía a liberar a la humanidad y no sólo al pueblo de Israel, del pecado para construir un mundo nuevo. El reino de que habla Jesús, no importa que sea de los cielos o de la tierra, debería tener ministros, y algunos de ellos bien “colocados”: a su derecha y a su izquierda. Es la petición que le hacen los dos hermanos, Santiago y Juan.
Y no importa tampoco si para conseguirlo tuvieran que pasar por pruebas duras y difíciles. Es el “cáliz” del que les habla Jesús. Se imaginan que el sufrimiento que anuncia Jesús será sólo una etapa fugaz, y que luego llegará el éxito.
Ante la indignación de los otros diez que también ansían los primeros puestos, Jesús se ve obligado una vez más a recordarles que el camino para poder “reinar” con Él es el del servicio con amor. No hay otro.
En la comunidad cristiana, y fuera de ella, sólo cabe la autoridad entendida como servicio. Hasta dar la vida por el hermano si fuera preciso. A los ojos de Dios, nadie es más que el otro. Lo debe ser también a nuestros ojos. Es bueno y conveniente que exista la autoridad, pero entendida como servicio, no como dominio sobre el hermano.
San Pablo se hace eco de la vida y las palabras de Jesús y escribe a los files de Filipos: No hagáis nada por ambición o vanagloria, y considerad a los demás superiores a vosotros mismos. Nadie busque su propio interés, sino el de los demás. Tened los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,3-5)
Para ello se requiere emprender el camino de la sencillez y de la humildad. Un camino nada fácil, pero necesario, porque aparece en la misma raíz del evangelio de Jesús. En su misma vida. Aprended de mí, nos dice, que soy manso y humilde de corazón”. Y en el evangelio de hoy: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Y el que no está constituido en autoridad, también debe servir al hermano. No hay tarea más excelente ni camino más certero. Y hacerlo siempre con amor. San Agustín señala: ¿Deseáis cosas grandes y sublimes? Amad antes las sencillas y humildes. Y añade una comparación con los árboles: Cuanto más altos son, más profundas han de ser sus raíces.
Porque, repito, no es fácil cumplir con ello, debemos mirar continuamente a Jesucristo. La primera lectura nos invita a contemplarlo en su abajamiento, como siervo sufriente que carga con nuestros pecados. Esta contemplación nos impulsará a imitarle en su humildad y en su camino de cruz. Y el camino de cruz con Cristo lleva siempre a la victoria final.
En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Éste es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: servicio a todos.
Es un camino de cruz, pero de gozo. Es un camino de servicio, pero lleno de amor. Los seguidores de Jesús estamos llamados a imitar su estilo de entrega, su humildad y disponibilidad, con el de deseo de servir, escuchar y ayudar siempre. Apreciando a los demás más que a uno mismo.
¿Qué es el DOMUND? El Domingo Mundial de las Misiones es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.
¿Por qué el DOMUND? El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de misión, un total de 1.100 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias para realizar su labor.
¿Para qué el DOMUND? Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y sanitarios.
¿Cómo se distribuye el dinero del DOMUND? La Santa Sede distribuye equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo.
¿Cuáles son los principales fines del DOMUND?
1. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.
2. Colaborar con una generosa aportación económica para atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.
3. Intensificar la oración y el sacrificio por las vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.
P. Teodoro Baztán Basterra
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