¿Puede uno salvarse con cualquier religión?
La verdad sobre Dios es accesible al hombre en la medida en que este acepte dejarse llevar por Dios y acepte lo que Dios ordena. Es decir, en la medida en que el hombre quiera buscar a Dios rectamente.
—¿Quieres decir que los que no son cristianos no buscan a Dios rectamente?
No. Decir eso sería una barbaridad. Hay gente recta que puede no llegar a conocer a Dios con completa claridad. Por ejemplo, por no haber logrado liberarse de una cierta ceguera espiritual. Una ceguera que puede ser heredada de su educación, o de la cultura en la que ha nacido.
—Entonces, en ese caso, no serían culpables.
Dios es justo y juzgará a cada uno por la fidelidad con que haya vivido conforme a sus convicciones. Es preciso, lógicamente, que a lo largo de su vida hayan hecho lo que esté en su mano por llegar al conocimiento de la verdad. Y esto es perfectamente compatible con que haya una única religión verdadera.
—¿Y qué dice la Iglesia católica sobre la salvación de los que no profesan la religión católica? Porque algunos la acusan de exclusivismo.
Dice que los que sin culpa de su parte no conocen el Evangelio ni la Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.
Como ha señalado Peter Kreeft, el buen ateo participa de Dios precisamente en la medida en que es bueno. Si alguien no cree en Dios, pero participa en alguna medida del amor y la bondad, vive en Dios sin saberlo.
—Entonces, si se puede ser moralmente bueno sin creer en Dios, ¿para qué creer en Dios?
Es que no debemos creer en Dios porque nos sea útil, o porque nos permita llevar una vida moral, sino, sobre todo, porque creemos que realmente existe.
—¿Y dices que Dios me juzgaría con arreglo a la religión en que yo creyera, aunque fuera falsa?
Depende de tu rectitud, pues podrías estar en el error de modo culpable o voluntario. Bernanos decía que no se puede perder la fe como se pierde un llavero, y se mostraba bastante escéptico ante las crisis intelectuales de fe, que consideraba mucho más raras de lo que muchos pretenden. Por eso, si una persona se fabricara una religión propia, a su medida, porque le resulta más cómodo; o hiciera una interpretación acomodada de su religión, para rebajar así sus exigencias morales; o no se preocupara de recibir la necesaria formación religiosa adecuada a su edad y circunstancias, u otras causas semejantes; cuando se diera alguna de estas cosas -y me parece que se dan con cierta frecuencia-, se ve que la pretendida crisis intelectual bien puede tener otros orígenes.
—¿Pero eso de formarse no es propio más bien de gente de poca personalidad, que se deja influenciar fácilmente?
No tiene por qué ser así, pues, como ha señalado Aquilino Polaino, formarse no es nada más que fundamentar la propia autotransformación (y no, por cierto, de modo egoísta, sino para ser, a su vez, una realidad transformante de los demás).
Por eso, si una persona no se preocupara de formarse y de reflexionar suficientemente para llegar al conocimiento de la fe verdadera y de sus exigencias, estaría en un caso de ignorancia culpable. En ese caso y en todos los anteriores -es de justicia elemental-, será juzgado por Dios conforme a su grado de culpabilidad y voluntariedad.
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