V Domingo de Pascua
Jn 14,1-12
Nadie nos podrá
separar del Padre ni de Él
Serán bien entendidas, hermanos, las palabras del santo Evangelio si en ellas se descubre la perfecta concordancia con las anteriores; porque, cuando la verdad habla, deben concordar las
precedentes con las siguientes. Anteriormente había dicho el Señor: Y si yo me fuere y os preparare lugar, volveré a vosotros para llevaros conmigo, a fin de que donde yo estoy, estéis también vosotros. Después había añadido: Y sabéis adonde yo voy y sabéis también el camino (Jn 14, 3-4), palabras con las que no indicó otra cosa, sino que lo conocían a Él. Ya dijimos también en la plática de ayer, en cuanto estuvo de nuestra parte, qué es ir a sí mismo por sí mismo, y la facultad que da aun a los discípulos de ir a El por El mismo.
Acerca de lo que aquí dice: Para que donde yo estoy estéis también vosotros, ¿dónde habían de estar sino en El? Por donde se ve que El está también en sí mismo y que, por lo tanto, ellos estarán allí donde está Eí, esto es, en El mismo; porque El es la vida eterna, en la cual hemos de estar cuando nos lleve consigo; y esta vida eterna, que es El, está en El mismo, a fin de que donde está El, estemos nosotros también, es decir, en El. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, y la vida que tie
precedentes con las siguientes. Anteriormente había dicho el Señor: Y si yo me fuere y os preparare lugar, volveré a vosotros para llevaros conmigo, a fin de que donde yo estoy, estéis también vosotros. Después había añadido: Y sabéis adonde yo voy y sabéis también el camino (Jn 14, 3-4), palabras con las que no indicó otra cosa, sino que lo conocían a Él. Ya dijimos también en la plática de ayer, en cuanto estuvo de nuestra parte, qué es ir a sí mismo por sí mismo, y la facultad que da aun a los discípulos de ir a El por El mismo.
Acerca de lo que aquí dice: Para que donde yo estoy estéis también vosotros, ¿dónde habían de estar sino en El? Por donde se ve que El está también en sí mismo y que, por lo tanto, ellos estarán allí donde está Eí, esto es, en El mismo; porque El es la vida eterna, en la cual hemos de estar cuando nos lleve consigo; y esta vida eterna, que es El, está en El mismo, a fin de que donde está El, estemos nosotros también, es decir, en El. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, y la vida que tie
ne no es otra cosa que lo que es el que tiene esta vida; así también dio al Hijo tener la vida en sí mismo, siendo El mismo la vida, que tiene en sí mismo.
¿Por ventura seremos nosotros la vida, como es El, cuando comencemos a ser en aquella vida, o sea en El? Ciertamente que no, porque El tiene la vida por razón de su existencia y es lo que El tiene; y porque la vida está en El mismo, El está en sí mismo; nosotros, en cambio, no somos la vida misma, sino participantes de la vida suya; y nosotros estaremos allí, no de modo que podamos ser en nosotros lo que es El, sino de modo que, sin ser nosotros la vida, tengamos por vida a El mismo, que tiene por vida a sí mismo, por ser El la misma vida. Finalmente El es inmutable en sí mismo y está en el Padre inseparablemente; pero nosotros, por haber querido ser en nosotros mismos, hemos sido víctimas de la turbación interior, según la voz aquella: Se ha turbado mi alma dentro de mí (Sal 41,7), y viniendo a ser de peor condición, ni siquiera pudimos permanecer siendo lo que fuimos. Pero permaneciendo en El, cuando por El venimos al Padre, según El dice: Nadie viene al Padre sino por mí, ya nadie nos podrá separar del Padre ni de El.
Comentarios sobre el evangelio de San Juan 70,1.
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