domingo, mayo 11, 2014

IV Domingo de Pascua

Jn 10, 1-10: Hay que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros

Me fue dirigida la palabra del Señor: Hijo de hombre, profetiza sobre los pastores de Israel y dí a los pastores de Israel (Ez 34,1).. Acabamos de escuchar esta lectura de boca del lector. Él nos ayudará a decir la verdad si no decimos cosas de nuestra propia cosecha. Si dijéramos de lo nuestro, seríamos pastores que nos apacentaríamos a nosotros mismos, y no a las ovejas. Si, en cambio, son de Él las cosas que digamos, es Él quien nos alimenta, hable quien hable. “Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan sólo a sí mismos!  ¿No son ovejas las que apacientan los pastores? Es decir, los pastores no se apacientan a sí mismos, sino a las ovejas. Este es el primer motivo por el que son censurados estos pastores: se apacientan a sí mismos, no a las ovejas.

Quiénes son los que se apacientan a sí mismos? Aquellos de quienes dice el Apóstol: Todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo (Filp 2, 21). Nosotros, a quienes el Señor nos puso, porque él así lo quiso, no por nuestros méritos, en este puesto de que hemos de dar cuenta estrechísima, tenemos que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos superiores vuestros. El ser cristianos es en beneficio nuestro; el ser superiores es en el vuestro. En el hecho de ser cristianos, la atención ha de recaer en nuestra propia utilidad; en el hecho de ser superiores, no se ha de pensar sino en la vuestra. Son muchos los que, siendo cristianos, sin ser superiores, llegan hasta  Dios, quizá caminando por un camino más fácil y de forma más rápida, en cuanto que llevan una carga menor. Nosotros, por el contrario, dejando de lado el hecho de ser cristianos, y según ello, hemos de dar cuenta a Dios de nuestra vida; somos también superiores, y según esto hemos da dar cuenta a Dios de nuestro servicio. 
 
Si os digo esto es para que, compadeciéndoos de nosotros, oréis por nosotros. Llegará el día en que todo será sometido a juicio (Eccl 12, 14). Aquel día, aunque para el mundo esté lejano todavía, para cada hombre es el último de su vida. Dios quiso mantener oculto uno y otro: cuándo ha de llegar el fin del mundo y cuándo ha de ser el final de esta vida para cada uno de los hombres. ¿Quieres no temer a ese día oculto? Cuida de estar preparado hasta que llegue. Puesto que los superiores están puestos para que cuiden de aquellos a cuyo frente están, no deben buscar en el hecho de presidir su propia utilidad, sino la de aquellos a quienes sirven; cualquiera que sea superior en forma tal que se goce de serlo, busque su propio honor y mire solamente sus comodidades, se apacienta a sí mismo y no a las ovejas. A éstos se dirige la palabra del Señor. Escuchad vosotros como ovejas de Dios, y considerad cómo Dios os constituyó en seguridad, de forma que cualesquiera que sean quienes os presidan, es decir, seamos nosotros quienes seamos, el que apacienta a Israel os dio seguridad. Pues, si Dios no abandona a sus ovejas, los malos pastores espiarán las penas merecidas y las ovejas recibirán las promesas.

No recogisteis la que estaba descarriada. He aquí cómo nos encontramos en peligro entre los herejes. La que estaba descarriada no la recogisteis; la que estaba perdida no la buscasteis (Ez 34,4). A causa de ellos nos hallamos siempre en manos de ladrones y dientes de lobos enfurecidos; os rogamos que oréis por estos peligros nuestros. También hay ovejas contumaces. Cuando se las busca, estando descarriadas, dicen en su error y para su perdición que nada tienen que ver con nosotros. '¿Para qué nos queréis? ¿Para qué nos buscáis?'. Como si la causa por la que nos preocupamos de ellas y por la que las buscamos  no fuera que se hallan en el error y se pierden. 'Si me hallo, dice, en el error, si estoy perdido, ¿para qué me quieres? ¿Por qué me buscas? Porque estás en el error te
quiero llamar de nuevo; porque te has perdido, y quiero hallarte. 'Así, me dice, quiero errar; de este modo quiero perderme'. ¿Quieres errar así y así perderte? ¡Con cuanto mayor motivo quiero evitarlo yo! Me atrevo a decir aún que soy importuno.

 Escucho al Apóstol que dice: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo (2 Tim 4, 2). ¿A quienes a tiempo? ¿A quienes a destiempo? A tiempo a los que quieren; a destiempo a los que no quieren. Es cierto que soy importuno y me atrevo a decir: 'Tú quieres errar, tú quieres perderte; yo no quiero. En última instancia, no quiere aquel que me atemoriza. Si yo lo quisiera, mira lo que me dice, mira cómo me increpa:  La que estaba descarriada no la recondujisteis y la que estaba perdida no la buscasteis”. ¿Tengo que temerte a ti más que a él? “Conviene que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo (2 Cor 5, 10). No te tengo miedo a ti. No puedes derribar el tribunal de Cristo y constituir el tribunal de Donato. Llamaré a la oveja extraviada, buscaré la perdida. Quieras o no,   yo lo haré. Y, aunque al buscarla, me desgarren las zarzas de los bosques, pasaré por todos los lugares, por angostos que sean; derribaré todas las vallas; en la medida en que el Señor, que me atemoriza, me dé fuerzas, recorreré todo. Llamaré a la descarriada. Buscaré a la que se pierde. Si no quieres tener que soportarme, no te extravíes, no te pierdas. 
Sermón 46, 2. 14

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