domingo, noviembre 28, 2010

Primer Domingo de Adviento

Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza.
¡Ven pronto, Señor!
¡Ven, Salvador




EL SEÑOR VIENE Y PIDE PASO

El Adviento es el viaje, a contrapelo del turismo predominante, desde nuestra Jerusalén -capital y poderío- hacia la Belén de lo humilde y minúsculo. Allí nos espera la Encarnación para hacernos humanos. Adviento es preguntarse por qué no podrá venir Dios a nuestros palacios y sí a las cuevas de animales y pastores. Adviento es confrontarse con el Magnificat revolucionario de la doncella sencilla, en el que lo todo nuevo se anuncia acabando con algo, se exaltan los pobres tras caer tronos poderosos. Adviento es dejar la tierra de lo cómodo para seguir a la estrella que convierte la propia vida en Buena Nueva para los pobres, inquietando al Herodes de dentro y fuera de nosotros (Mt 2,16), a ese Herodes que se lava las manos, que se desentiende y olvida a los demás, que no se compromete con nada. Adviento es ir de la mano de San Juan Crisóstomo a visitar los verdaderos belenes: "¿Deseas honrar el Cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez... El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres necesitan en cambio que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos". Es el anuncio de que Belén ya no está donde estaba, que lo han cambiado de sitio y hoy Belén está en los hombres, sobre todo en los pobres. Adviento es pensar si mis fiestas y viajes de descanso, no serán un cambiar un par de cenas por un desvalido y un pobre (cfr. Am 8,6). Adviento es aceptar la invitación a hacerse humano haciéndonos "auténticos en el amor y creciendo en todo aspecto hacia aquel que es la cabeza, Cristo" (Ef.4,15)... ¡El primer Belén se instaló y se sigue instalando allí donde, haciéndonos humanos, acojamos en nuestra estrecha posada a esos emigrantes que, apurados (me dicen que llegaron en pateras) y con mala catadura ("ni aspecto humano" Is 52,14), llaman cada día a nuestra puerta! (Lc 2,7). ¡Eso es Adviento. Eso es Navidad!
(P. Santiago Sierra)

MEDITACIÓN DE ADVIENTO

"Yo prefiero y preferiré siempre a los que sueñan, aunque se equivoquen, a los que esperan, aunque a veces falle su esperanza. A los que apuestan por la utopía, aunque luego se queden a medio camino. Apuesto por los que no se resignan a que el mundo sea como es, los que confían que el mundo puede y debe cambiar... los que creen que la felicidad vendrá tal vez mañana... tal vez esta misma noche... Prefiero a los que no hacen caso al pesimismo que todos arrastramos, y que no nos deja ver más allá de nuestras narices... Prefiero a los que, como niños, saben ver el cielo estrellado y nuevo cada noche... los que como los niños, creen en el Reino de los Cielos, porque sólo de los que esperan, será el Reino de la felicidad. Y así lo espero."
(J. Luis Martín Descalzo)





LA VIRGEN SUEÑA CAMINOS

1.- La Virgen sueña caminos,
está a la espera;
la Virgen sabe que el Niño
está muy cerca.

De Nazaret a Belén
hay una senda,
por ella van los que creen
en las promesas.

Los que soñais y esperais
la Buena Nueva,
abrid las puertas al Niño
que está muy cerca.
El Señor cerca está,
Él viene con la paz.
El Señor cerca está,
Él trae la verdad.

2.- En estos días del año
el pueblo espera
que venga pronto el Mesías
a nuestra tierra.

En la ciudad de Belén
llama a las puertas,
pregunta en las posadas
y no hay respuesta.

Los que soñais y esperais...

3.- La tarde ya lo sospecha,
está alerta,
el Sol le dice a la Luna
que no se duerma.

A la ciudad de Belén
vendrá una estrella,
vendrá con todo el que quiera
cruzar fronteras.

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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