sábado, diciembre 04, 2010

Segundo Domingo de Adviento

PREPAREMOS EL CAMINO AL SEÑOR

¿En qué consiste este preparar el camino del Señor? Lo que Juan decía a la gente, a los recaudadores, a los guardias (Lc 3,10-14), nos indica hacia donde se dirige esta preparación. Para saber si estamos preparando el camino al Señor de-bemos preguntarnos si seguimos el estilo que el Evangelio nos propone y si nos preocupamos por lo mismo que Jesús se preocupa.

Dios quiere ser anunciado, es tan original que necesita que alguien nos haga señales para que caigamos en la cuenta de que llega o que ya está y es que yo, nosotros, estamos en nuestras cosas, andamos en lo nuestro, metidos en nuestros asuntos, que siempre para nosotros son lo más importante, y no nos enteramos que está a nuestro lado, que nace en cualquier Belén, sin Internet ni teléfono móvil y ni los periodistas se dan cuenta. Necesitamos mensajeros que nos abran los ojos y el corazón, que nos señalen con el dedo, porque no nos enteramos que está cerca. El mundo de hoy tiene necesidad de hombres como Juan, que nos despierten y nos sacudan. Que nos enseñen que Tú estas para llegar, que nos animen a preparar el terreno, de lo contrario nunca será navidad en el corazón de las personas. Quiero hoy recordar a tantos juanes como han pasado por mi vida, tantos hombres y mujeres que han despertado mi sentido de lo divino, que me han enseñado a mirar y ver, a preparar la visita de Dios a mi corazón, que no me han dejado dormir tranquilo y han despertado sueños e inquietudes profundas. A los vivos y a los muertos los pongo hoy en el corazón de Dios, en el regazo de la Madre; son tantos los que han sabido hacer la operación de quitar de mis ojos las escamas que impedían mirar cara a cara y reconocer a Dios.

(P. Santiago Sierra).


En este período de tiempo que tenemos, antes de su llegada, de su nacimiento, EL ADVIENTO, procuraremos abrirle la puerta, preparar "la casa", para su venida definitiva. ¿Seremos capaces de prepararle una casita acogedora?

No importa que sea en una gran ciudad, con grandes bloques de hormigón, o una casa de doble planta en cualquier llanura perdida, de ésta bendita tierra... O una casita hecha de ladrillos o adobes, de cañas, de tierra, o de tablas. Una casita humilde pero bien adecentada.

A su casa, el corazón de cada uno, y a esa puerta, es a la que está llamando constantemente, y llamará una vez más, porque quiere y desea ser acogido.

Quiere que seamos precisamente todos nosotros, quien lo acojamos.

¿Seremos capaces, en este tiempo de Adviento de construir sabiamente la casa de nuestra vida, para que quepa Cristo en ella?

No vinimos al mundo con la tarea hecha. Todo lo contrario, venimos al mundo con la tarea por hacer. Todos venimos con la obligación de construir la casa de la vida de la mejor manera posible.

Ésta casa de la vida, ésta forma concreta de ir construyendo nuestra existencia requiere un empeño permanente, que todos estamos llamados y comprometidos en esa tarea siempre personal e intransferible.

La vida es, pues, tarea, de construcción permanente.

No todos van por la vida de la misma manera, es decir, viviendo sabiamente.

Los hay quienes aciertan a vivir y los hay quienes viven en un constante desconcierto.

El mismo Evangelio nos dice que se puede construir con sabiduría y se puede construir con necedad.



¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

¿Qué tengo yo?
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué estraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos —respondía—,
para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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