viernes, agosto 27, 2010

3er Día del Triduo en honor a san Agustín



SAN AGUSTÍN: ALUMNO REBELDE Y MAESTRO COMPAÑERO


Agustín fue un alumno rebelde. La escuela de Tagaste era para Agustín una tortura. La palmeta caía sobre los alumnos. La continua memorización era una cantinela aburrida.

En las Confesiones nos habla con amargura de los temibles castigos escolares y del miedo que estos producían en él: te rogaba ya con no pequeño afecto que no me azotasen en la escuela. Por eso, él –que fue maestro hasta el final de sus días- defendió y ejerció una pedagogía muy contraria a la que soportó.

Amar y educar en y para el amor

El educador es tal no por circunstancias secundarias, sino por vocación, por una estructura íntima que empuja desde dentro a realizar una tarea en la que se cree y en cuya realización está toda la vida. Para Agustín todo debe estar ordenado por el amor. Cree en la ley del amor como fuerza motriz del corazón.

Solo el amor y el servicio al bien común pueden hacer que el maestro no caiga en el orgullo de sobresalir, de creerse más. “¿No suele ocurrir, cuando mostramos a los que nunca los habían visto lugares hermosos y amenos, de ciudades o de paisajes, y que nosotros, por haberlos visto ya, atravesamos sin ningún interés, que se renueva nuestro placer ante su placer por la novedad? Y esto tanto más cuanto más amigos son, porque a través de los lazos del amor, cuanto más vivimos en ellos tanto más nuevas resultan para nosotros las cosas viejas”.

El método que Agustín recomienda es que el educador se acomode al educando como lo hace una madre con sus pequeños. El amor pedagógico asume un carácter materno.

En comunidad

El convencimiento de que todos “tenemos un solo maestro (Cristo); y, bajo Él, somos todos condiscípulos, hará al educador sentirse amigo y compañero de camino y de búsqueda”. Quizá el maestro haya alcanzado parte de la verdad: se la ofrecerá generosamente al alumno. Pero también este empujará al maestro con nuevas preguntas y con destellos de verdad que el maestro deberá asimilar. La educación debe tener un ámbito propio de familia, familia de sangre y familia de amor en torno a la Verdad, la Bondad y la Belleza.

Si el educador no debe buscar sus propios intereses sino los intereses de los discípulos, necesariamente tiene que ser humilde. El ejemplo que pone Agustín es el mismo Cristo enseñante, que se humilló hablando el mismo lenguaje de los hombres. Él supo despojarse de si mismo, tomar la forma de siervo, hasta la muerte de cruz…

Libertad y alegría

El profesor no es la causa del aprender, sino un portador de estímulos que tiene la función de animar al alumno, que es el que aprende y descubre la verdad. Agustín está obsesionado con la educación para la libertad. Es más importante persuadir que imponer.

Por otra parte, una de las actitudes más importantes del maestro es la alegría que hace agradable el aprendizaje; el maestro ha de revestirse de amor paciente, sentirse a gusto con aquello que hace y vivir entusiasmado. No ocultemos que para nosotros es un placer el enseñar y que lo que estamos haciendo nos agrada. Y cuando la educación se desarrolla en un clima de amistad y confianza, todo progreso supone alegría.

Las lecciones más importantes vienen de la fuerza de los ejemplos e implica la encarnación de lo que se enseña. Agustín pretende formar para la vida y se preocupa por estructurar en sus alumnos toda la vida y la conducta humana en el sentido moral.


(Tomado del Boletín Canta y Camina # 59- marzo-abril 2001)

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