domingo, mayo 27, 2018

SANTÍSIMA TRINIDAD

Hoy nuestra mirada se dirige hacia el misterio de vida y amor que está en el corazón de nuestra fe: Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No pretendo en modo alguno dar una lección de teología trinitaria ni tratar de desentrañar un cálculo matemático imposible. Ni sería capaz ni interesa en este momento a nadie. Este misterio nos enseña que Dios es comunidad o familia y que, nosotros, formamos parte de ella aunque no lleguemos a comprender ni entender todo el entresijo y la riqueza que encierra.

No importa tanto conocer en qué consiste el misterio, cuanto saber que este Dios cristiano es amor entre las tres divinas personas.

San Agustín escribió una obra voluminosa sobre la Trinidad y, según una leyenda, un ángel, en forma de niño, le vino a decir que no había entendido nada. Pero sí logró vislumbrar que la Trinidad era una comunidad de amor. Por eso puso en marcha una familia religiosa cuya característica más notable fuera la comunidad de amor entre todos.

Este es un domingo para introducirnos amorosamente en la intimidad de un Dios que es amor, un Dios que es comunidad de amor, familia bien avenida. El Padre que es Dios, y el Hijo también, y el Espíritu Santo. Es un amor que se comunica y expande. Y llega a nosotros y habita en nosotros para ser también una verdadera familia de hermanos e hijos. Mi Padre y vuestro Padre, decía Jesús. 

Toda nuestra vida está impregnada de la presencia de estas tres divinas personas. Nos bautizaron en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y nombramos a las tres divinas personas cuando hacemos la señal de la cruz, y nos bendicen al final de la misa también en su nombre. Y rezamos el Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

¿Qué nos dice hoy la Palabra de Dios? En la primera lectura: Dios quiere que seamos felices. La clave para lograrlo la encontramos en la primera lectura: Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y serás feliz. Dios nos ha dado unos mandamientos, no para fastidiar nuestra existencia, sino para que, cumpliéndolos, nuestra vida tenga sentido, para que disfrutemos de la vida que Él nos ha dado. 

Es decir, seremos más felices haciendo el bien que Dios quiere que haciendo el mal. Son más felices los santos que los pecadores. Al fin y al cabo, la fuente de todo amor entre nosotros es el amor, el amor del bueno, el amor que viven y nos comunican las tres divinas personas. Jesús nos dirá que toda la ley se resume en amar a Dios y al prójimo.

Para que nuestra vida pueda ser un reflejo de la vida de la Trinidad debemos considerarnos todos iguales, aunque seamos diferentes. Nos cuesta mucho reconocernos iguales respetando al mismo tiempo las diferencias. Nos creemos más que los demás, cuando nadie es más que el otro. Tendemos a considerar al otro, al menos a ciertas personas, por su procedencia, cultura, nivel económico, etc., muy por debajo de nosotros. Y las ideas políticas crean división y alejamiento. No sabemos vivir unidos a pesar de las diferencias. No somos reflejo de la vida trinitaria.

En la segunda lectura: Es el Espíritu quien nos dice que somos hijos de Dios. Es decir, miembros de la familia de Dios, de las tres divinas personas. No cabe regalo mayor de parte de Dios. Si somos hijos, también hermanos. ¿Vivimos como tales? Y herederos.

En el evangelio el Señor nos envía a proclamar su mensaje en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y para que todo sea más fácil nos dice que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Creemos en el Dios único, no en los dioses que fabrican los hombres y a quienes rinden culto de adoración, y de quienes son esclavos, cuando los colocan por encima de todo y de todos: el poder por el poder, el dinero como bien supremo, el placer a toda costa, el bienestar y la comodidad por encima de otros valores. 

Creemos en el Dios de la vida, en el Dios misericordioso, en el Dios Padre de todos, en el Dios que es amor y que nos quiere como hijos muy queridos. Este es nuestro Dios y no otro.

A lo largo de toda la celebración eucarística  aparece el misterio trinitario, las tres Divinas Personas.  Comienza así y termina de la misma manera.
 P. Teodoro Baztán Basterra, OAR.

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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