domingo, marzo 04, 2018

III DOMINDO DE CUARESMA -B- Reflexión

En este caminar de la Cuaresma hacia la Pascua Jesús se nos va revelando y dando a conocer cada día más. Y a cada revelación nueva, los judíos se sorprenden. Y también sus discípulos. Es natural y explicable. 

¿Qué nos dice hoy Jesús? Que el templo de Jerusalén ya ha pasado a la historia. Había cumplido su función de lugar sagrado para el culto a Dios. Al explicar Jesús la razón de su comportamiento hace referencia a la destrucción total del templo y a la construcción de uno totalmente distinto, un nuevo templo no construido con piedras, sino fruto de su paso por la muerte a la vida por medio de la resurrección.

En adelante el templo nuevo y definitivo será el mismo Jesús. ¿Por qué? En Jesús hombre reside la plenitud de la divinidad. Es hombre y es Dios. Cristo es el lugar del encuentro con Dios. Es el templo nuevo que no se puede destruir definitivamente. Destruid este templo y en tres días lo reedificaré.

Este Jesús, templo vivo del Padre, no está encerrado entre cuatro paredes. A Jesús se puede acceder y llegar en cualquier lugar, en cualquier momento. Nadie va al Padre sino por Él. 

Más todavía: Nosotros, por nuestro bautismo, somos miembros del Cuerpo de Cristo. Nosotros somos el Cristo total, en palabras de San Agustín. Luego nosotros, en cuanto unidos a Cristo, somos un verdadero templo de Dios. Somos templos vivos. Cada uno de nosotros. Mucho más cuando nos reunimos en el nombre del Señor. Allí donde hay una comunidad de cristianos reunida, ahí hay un verdadero templo de Dios. Aunque esté reunida en un descampado o debajo de un árbol. Porque está reunida con Cristo y unida a Cristo.

Y todavía más: Cada cristiano, considerado en sí mismo, es un verdadero templo vivo de Dios. Dios habita en cada ser humano. Recordemos las palabras que Jesús pronunciará en lo que se llama el juicio final: Lo que hicisteis con uno de mis hermanos más pequeños y necesitados, conmigo lo hicisteis. 

De todo esto se desprenden dos cosas importantes, entre otras.

a) Nuestra vida y también la vida de la comunidad cristiana, en cuanto templos vivos de Dios, necesita ser cambiada por otra nueva. La actitud de Jesús expulsando a los vendedores del templo de Jerusalén es un gesto profético, es un gesto muy expresivo. Es decir, nos dice que también nosotros debemos “expulsar” de nuestra vida todo aquello que impida la presencia de Dios en nosotros. A este cambio lo llamamos conversión, y debe ser una de las tareas más importantes de la cuaresma.

b) Si el otro es también templo del Dios vivo, sería, de mi parte, una verdadera profanación todo lo que lo pueda dañar o perjudicar: el insulto, el desprecio, el maltrato, la crítica acerba, el daño físico, la frialdad en el trato, la negación a prestarle un servicio o la ayuda necesaria..., el homicidio, la guerra. 

La vida del otro, quienquiera que él sea, es de muchísimo más valor que cualquier templo material. Este, aunque fuera una verdadera obra de arte, sería siempre materia muerta. No hay obra de arte más valiosa que el ser humano, imagen y semejanza de Dios, templo vivo y gloria del Señor.

Palabras de San Agustín en la Regla: Así, pues, vivid todos en unanimidad y concordia; y honrad los unos en los otros a Dios, de quien habéis sido hechos templos.

En cuaresma se nos pide intensificar nuestro amor fraterno. La Palabra de Dios que hoy hemos escuchado nos da nuevas razones para ello. En el amor al hermano, principalmente en el amor al más desprotegido, en el respeto, en el servicio y la acogida, está el verdadero culto que debemos dar a Dios porque es lo que más le agrada. Si el culto litúrgico, la misa por ejemplo, no es expresión del amor fraterno, no le agrada ni lo acepta. 

La eucaristía es también fuente de más amor, fuerza para vivir la solidaridad, impulso para construir la paz. Que lo sea para todos nosotros.
 P. Teodoro  Baztán Basterra, OAR.

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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