martes, julio 18, 2017

NO TENGÁIS UN CORAZÓN DURO EN EL QUE MUERA PRONTO LA PALABRA DE DIOS

Tanto ayer como hoy hemos oído parábolas tomadas de un sembrador en boca de nuestro Señor Jesucristo. Los que ya asististeis ayer, recordadla hoy. Ayer se leyó lo referente al sembrador que esparció su semilla. Parte de ella cayó en el camino y las aves la comieron; parte cayó en terreno pedregoso y se agostó con el calor; parte cayó entre zarzas que la ahogaron y no pudo germinar, y parte cayó en tierra buena y dio fruto de ciento, sesenta y treinta por uno. Hoy, en cambio, el Señor nos ha narrado otra parábola distinta: la de un sembrador que sembró semilla buena en su campo. Mientras dormían los agricultores, vino el enemigo y sembró encima cizaña. Mientras era hierba, no se advertía aún; mas, cuando comenzó a aparecer el fruto de la buena semilla, se manifestó también claramente la cizaña. Los siervos del padre de familia, al ver la abundante cizaña entre el grano bueno, se irritaron; quisieron arrancar la cizaña, pero no se lo permitió, sino que les dijo: Dejad que crezcan juntos hasta la siega. También el Señor Jesucristo, a su vez, expuso esta parábola. Señaló que el sembrador de la buena semilla es él mismo; mostró que el enemigo que sembró la cizaña es el diablo; que el tiempo de la siega es el fin de este mundo y que su campo es el mundo entero. Pero ¿qué dijo? Al tiempo de la siega, diré a los segadores: recoged primero la cizaña para quemarla; mi trigo, en cambio, guardadlo en el granero. ¿Qué prisa tenéis —dice—, siervos diligentes? Veis la cizaña entre el trigo, veis a cristianos malos entre los buenos, queréis eliminar a los malos; quedaos quietos, aún no es el tiempo de la siega. Cuando llegue, ¡que os halle siendo trigo! ¿Por qué os indignáis? ¿Por qué toleráis tan mal a los malos mezclados con los buenos? Pueden estar con vosotros en el campo, pero no en el granero.

Sabéis que los tres elementos mencionados ayer en los que la semilla no prosperó: el camino, los pedregales y los zarzales, se identifican con la cizaña. En la otra parábola recibieron un nombre distinto. La razón es que, cuando se recurre a parábolas o cuando no se emplean las palabras en su sentido propio, a través de ellas no se expresa la verdad, sino una semejanza de la verdad. Sé que son pocos los que han entendido lo que he dicho, pero yo hablo para todos. En las cosas visibles un camino es un camino, un pedregal es un pedregal y un zarzal es un zarzal; son lo que son, porque son nombradas con propiedad. Pero en las parábolas y semejanzas, una cosa puede designarse con varios nombres. Justamente por eso, no es incongruente que yo os dijera: «El camino, los pedregales, los zarzales son los malos cristianos; ellos son también cizaña». ¿No es Cristo un cordero? ¿No es también un león? Entre fieras ye animales domésticos, un cordero es un cordero y un león es un león, pero Cristo es lo uno y lo otro. En el primer caso se trata de animales distintos porque se usa el lenguaje en su sentido propio; en el segundo, Cristo es lo uno y lo otro, porque se recurre al lenguaje figurado. Más llamativo es algo que también sucede: que, en virtud de una semejanza, se llamen con un mismo nombre cosas muy distantes entre sí. ¿Hay cosas más distantes entre sí que Cristo y el diablo? Sin embargo, tanto a Cristo como al diablo se les llama león. A Cristo: Venció el león de la tribu de Judá; al diablo: ¿No sabéis que vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, merodea buscando a quién devorar? Así, pues, uno y otro son león; Cristo, por su fortaleza; el diablo, por su ferocidad; Cristo lo es para vencer; el diablo, para dañar. El diablo es también culebra, la serpiente antigua: ¿acaso se nos mandó que imitar al diablo, cuando nuestro pastor nos dijo: Sed sencillos como palomas, y astutos como serpientes?
Ayer me dirigí al camino, me dirigí a los pe
dregales, me dirigí a los zarzales y les dije: «Cambiad, mientras os es posible; romped con el arado la dureza del terreno, quitad las piedras del campo, arrancad las zarzas de la tierra. No tengáis un corazón duro en el que muera pronto la palabra de Dios. No tengáis tan delgada capa de tierra, que la raíz de la caridad no pueda alcanzar profundidad. No ahoguéis con las preocupaciones y apetencias seculares la buena semilla que mi fatiga esparce en vosotros. Realmente quien siembra es el Señor, pero yo soy su bracero. Sed tierra buena». Lo dije ayer, y hoy lo repito a todos: «Que uno produzca ciento, el otro sesenta, el otro treinta. El fruto es mayor en uno y menor en otro, pero todos se hallarán en el granero». Ayer dije todo eso; hoy me dirijo a la cizaña; pero las mismas ovejas son cizaña. «¡Oh cristianos malos! ¡O vosotros que, llenándola y viviendo mal, oprimís a la Iglesia! Corregíos, antes de que llegue la siega. No digáis: Pequé y ¿qué me ha sucedido? Dios no ha perdido su poder, pero reclama de ti arrepentimiento». Esto digo a los malos y, no obstante, cristianos; esto digo a la cizaña. En el campo está, y puede acontecer que los que hoy son cizaña, mañana sean trigo. Por eso me dirijo también al trigo.
 S 73, 1-3

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