lunes, julio 17, 2017

LECTIO DIVINA DOMINGO XV del Tiempo Ordinario (A)

    Una síntesis inicial de la Palabra de hoy nos lleva a tener en cuenta que con la desparición de los símbolos que habían sostenido la fe de Israel – la tierra, el rey, el templo-, el pueblo en el exilio tenía que apoyarse únicamente en la Palabra de Dios y en sus promesas. San Pablo habla de que han sido llamados según los designios de Dios pero no dice que en ese designio entran unos y otros no; el “designio” consiste en que “en Cristo” somos llamados a “reproducir su imagen”. Finalmente, escuchamos la primera parábola en la que Jesús dirige la atención de sus oyentes hacia la suerte que corre la semilla.

    Ante esta presentación, cada uno debe plantearse primero que la misericordia de Dios va de generación en generación, su amor dura por siempre, y que, sin dejarse abatir por la falta de correspondencia, está abierto de forma permanente al perdón y a comenzar de nuevo. Al mismo tiempo, la justicia divina no tiene paliativos ni favoritismos; la justicia de Dios, que todo lo ve y todo lo sabe, no tiene necesidad de testigos ni abogados defensores o fiscales implacables. Es bueno que los cristianos nos paremos un poco a pensar en todo esto para que nos animemos en el camino de la fe y poder corresponder fielmente al amor y a la fidelidad de Dios.

    A la luz de la Palabra se nos plantea una visión muy positiva en el ámbito de la fe ya que la gracia nos adelanta el camino e, incluso, la fuerza que necesitamos para que Dios sea siempre el punto de partida, la realidad y el fin. Esta idea, que es más bien un acto constante de fe, define nuestra identidad creyente, especifica nuestra realidad y se hace manifiesta  desde la presencia de Dios cuya palabra no volverá a mí vacía sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo (Isaías 55, 11). 

    Al profundizar en el evangelio de hoy encontramos la parábola que nos indica la suerte que corre la semilla. En cada siembra hay una serie de fracasos y no es poca la cantidad  que se pierde debido a la esterilidad del suelo, pero no por eso la siembra resulta infructuosa. El rendimiento abundante de la semilla caída en tierra fértil asegura el éxito de la cosecha y la certeza del triunfo final debe suscitar en el momento de la siembra una confianza esperanzadora y gozosa. La fe nos lleva a agradecer su bendición sobre nosotros, nos sitúa en una actitud humilde al creer que es el Señor quien vitaliza la semilla que hay en nuestro interior y, además, nuestras personas están atentas a preparar nuestro corazón para que la gracia que ha sembrado el Señor encuentre en nosotros la apertura en  la fe que nos hace creer que Él es el autor y nosotros somos el campo.

    La gracia de Dios, a pesar de nuestra superficialidad o de nuestro despiste, llega al corazón con una fuerza amorosa y, además, abundante. Y esta es la clave para sacarnos de nuestra desilusión al ver que damos poco fruto, ya que es el Señor quien, con su llegada amorosa, nos infunde confianza y levanta nuestro desánimo. Creer en el plan de Dios que hace la tierra fértil y da fruto, nos lleva a ver la vida desde la gracia a la vez que dejamos libres las manos de Dios para que sea Él quien nos diga como bendición: dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. (Mateo 13, 16-17).

RESPUESTAS  desde  NUESTRA REALIDAD
    Debemos examinarnos si somos conscientes de los dones que el Señor siembra en nuestros corazones y si le dejamos que Él encuentra espacio de amor y de escucha para que estemos atentos a su gracia y la manifestamos como tal. Es mucha la gracia que recibimos de Dios y, a la vez, es la bendición diaria la que Él nos proporciona para dar a nuestra existencia sentido de gracia y de amor. ¿Nos arriesgamos a creer en el plan de Dios? Eso es lo que hace la tierra buena, la que se deja mimar y cuidar, la que no se rebela sino que deja un margen de amplitud y profundidad a que la semilla, en este caso de Dios, está en tierra buena y “dará fruto”. 

ORACION    .- Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviadados, para que puedan volver al camino, concede a todos los que se profesan  cristianos rechazar lo que es contrario a este nombre y cumplir cuanto en él se significa Por J. N. S. Amén.

PENSAMIENTO AGUSTINIANO
    Sembraron los apóstoles y los profetas. Sembró el mismo Señor: él estaba, en efecto en los apóstoles, pues él también cosechó; nada hicieron ellos sin él; él sin ellos es perfecto, y a ellos les dice: . ¿Qué dice, sembrando entre los gentiles?< Ved que salió el sembrador a sembrar>. Allí se envían  segadores a cosechar; aquí sale a sembrar el sembrador no perezoso (san Agustín en Sermón 101,3).
P. Imanol Larrínaga, OAR

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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