lunes, julio 31, 2017

Domingo XVII T. O.(A) Lectio Divina

Pensamos poco o nada en la fidelidad de Dios y, a lo mejor, es una consecuencia de nuestra propia ilógica. La referencia es necesaria ya que la fidelidad de Dios exige siempre una respuesta.    Luciano Audisio - 26/07/2017

Precisamente, hoy se nos presenta en la Palabra de Dios cómo la fidelidad divina debe ser correspondida con la fidelidad del rey y la oración de Salomón sigue esos cánones: reconocimiento de Dios y petición desinteresada de ser “gobernante justo y sabio”. Esa justicia será la que permita la prosperidad del pueblo.

        
Puede ocurrir que envidiemos a Salomón por el torrente de bendiciones muy especiales y muy inesperados. Hay que pensar y, sobre todo, creer que nosotros estamos también escogidos, predestinados, llamados y justificados. Creer que ese misterio es una realidad en nosotros y, a la vez, que somos eternamente amados y llamados a amar a Dios, es situar nuestras personas en una bendición constante que se nos concede y que necesita, por nuestra parte, fe y fidelidad. ¿Pensamos que somos la expresión del amor de Dios en una invitación constante, en una elección, es una predestinación y hasta en una justificación?

         En el orden de la gracia, el Señor nos invita a buscar el “tesoro”, la “perla preciosa” y la “pesca milagrosa”. Cuando hoy escuchemos la Palabra de Dios podemos sentir una cierta tristeza al caer en la cuenta de lo que dice el Señor a la gente y como si quedáramos un tanto fríos al comprobar que estamos muy lejos de esos “encuentros” referidos en el evangelio y casi olvidando el misterio de Dios dentro de nosotros mismos. Y, sin embargo, lo más hermoso y necesario es decir desde nuestro corazón: Señor, ¿qué quieres de mí? Hay un paso desde la petición que se dirige a Salomón y a lo que cada día y en una continua presencia de Dios en nosotros, se nos regala en pleno. El gusto o el capricho no es nuestro, es Dios mismo quien quiere compartir con nosotros su ser y su hacer. Y, como es natural, la realidad humana, la nuestra, queda en plena libertad de expresar a Dios no ningún capricho sino, antes de nada, el gozo de su presencia: A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.

         Hagamos un acto de fe: Dios manifiesta en su respuesta la humildad total de Salomón; Pablo reclamará el amor a Dios como fundamento para el bien; Jesús recalca el compromiso de sus discípulos hasta llegar a la renuncia de todos sus bienes. Y este descubrimiento no es facultativo, hay que asumirlo en verdad, aunque el Señor nos dice claramente que lo real  y decisivo no es la renuncia sino el gozo de poder entrar en el reino de Dios.       ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor! De ahí que cuando en nuestra vanidad ondeamos una peligrosa bandera de victoria porque nos creemos capaces de “algo y mucho más”, habrá que pedir perdón y purificar nuestro espíritu para que el Señor multiplique los signos de su misericordia en nosotros para que vivamos con la mirada puesta en lo eterno. Si pretendemos  asignarnos puntos o méritos, olvidando que todo es gracia, entramos en el ámbito del fariseísmo. Por eso, agradezcamos al Señor el que nos haga capaces de ser sus hijos y sabiendo que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.

RESPUESTAS  desde  NUESTRA REALIDAD

         En la vida hemos buscado muchas cosas y algunas con más aprecio y hasta con más ardor. Recordemos lo que dice el Evangelio de hoy manifestando la alegría provocada por el hallazgo del tesoro escondido. El reino de Dios no llega como una exigencia que reclama un sacrificio extraordinario. Al contrario, es un gozoso don de Dios que por su dimensión y su bondad hace total y absolutamente feliz. Lo realmente decisivo no es la renuncia a lo que antes se tenía, sino el gozo de poder entrar en el reino de Dios.

ORACION .- Oh Dios, protector de los que en ti esperan y sin el que nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros la misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por J, N.S, Amén

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            La misericordia de Dios favorece a los buenos para su consolación y es justa con los malos para su castigo. Dios, en su providencia, ha reservado bendiciones futuras para los buenos que los malos no podrán disfrutar, y penas para los malos de las que los buenos se verán libres. Ha querido, sin embargo, que los bienes y malos temporales se repartan igualmente sobre los unos y los otros. De esta forma los bienes de este mundo no serán buscados con excesiva ansiedad ni los males temidos con desesperanza, al resultar evidente que también los malos gozan de tales bienes y que incluso los buenos sufren tantos males (san Agustín en la Ciudad de Dios 1, 8, 1).
P. Imanol Larrínaga. OAR

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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