martes, mayo 30, 2017

¡BUSQUEMOS CON TESÓN LAS COSAS ETERNAS!

Mt 28, 16-20: Descendió, pues, del cielo por misericordia, pero ya no ascendió él solo, puesto que nosotros también ascendimos en él por gracia

Nuestro Señor Jesucristo ha subido hoy al cielo; suba con él nuestro corazón. Escuchemos al Apóstol, que dice: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha del Padre; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra. Como él ascendió sin apartarse de nosotros, de idéntica manera también nosotros estamos ya con él allí, aunque aún no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que tenemos prometido.

Él ha sido ensalzado ya por encima de los cielos; no obstante, sufre en la tierra cuantas fatigas padecemos nosotros en cuanto miembros suyos. Una prueba de esta verdad la dio al clamar desde lo alto: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y al decir: Tuve hambre, y me disteis de comer.

¿Por qué nosotros no nos esforzamos en la tierra por descansar con él en el cielo sirviéndonos de la fe, la esperanza, la caridad, que nos une a él? Él está allí con nosotros; igualmente, nosotros estamos aquí con él. Él lo puede por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, aunque no lo podemos en virtud de la divinidad como él, lo podemos, no obstante, por el amor, pero amor hacia él.

 Él no se alejó del cielo cuando descendió de allí hasta nosotros, ni tampoco se alejó de nosotros cuando ascendió de nuevo al cielo. Que estaba en el cielo mientras se hallaba en la tierra, lo atestigua él mismo: Nadie, dijo, subió al cielo sino quien bajó del cielo, el hijo del hombre que está en el cielo. No dijo: «El hijo del hombre que estará en el cielo», sino: El hijo del hombre que está en el cielo.

El permanecer con nosotros incluso cuando está en el cielo es una promesa hecha antes de su ascensión al decir: Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Pero también nosotros estamos allí, puesto que él mismo dijo: Regocijaos, porque vuestros nombres han sido escritos en el cielo, a pesar de que con nuestros cuerpos y fatigas quebrantemos la tierra y la tierra nos quebrante a nosotros. Una vez que nos encontremos en su gloria después de la resurrección corporal, ni nuestro cuerpo habitará esta tierra de mortalidad ni nuestro afecto se sentirá inclinado hacia ella; todo él lo tomará de aquí quien tiene las primicias de nuestro espíritu. No hemos de perder la esperanza de alcanzar la perfecta y angélica morada celestial porque él haya dicho: Nadie sube al cielo sino quien bajó del cielo: el hijo del hombre que está en el cielo. Parece que estas palabras se refieren únicamente a él, como si ninguno de nosotros tuviese acceso al cielo. Pero tales palabras se dijeron en atención a la unidad que formamos, según la cual él es nuestra cabeza y nosotros su cuerpo. Nadie, pues, sino él, puesto que nosotros somos él en cuanto que él es hijo del hombre por nosotros, y nosotros hijos de Dios por él. Así habla el Apóstol: De igual manera que el cuerpo es único y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. No dijo: «Así Cristo», sino así también Cristo. A Cristo, pues, lo constituyen muchos miembros, que son un único cuerpo. Descendió, pues, del cielo por misericordia, pero ya no ascendió él solo, puesto que nosotros también ascendimos en él por gracia. Según esto, nadie descendió y nadie ascendió, sino Cristo. No se trata de diluir la dignidad de la cabeza en el cuerpo, sino de no separar de la cabeza la unidad del cuerpo.
S 263A,  1-2


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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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