"TODO ESTÁ CUMPLIDO."
Sexta Palabra:
"Todo está cumplido."
(Juan, 19: 30)
Siento
que mi vida se acaba poco a poco. Dentro de unos momentos entraré en
agonía, mi mente se nublará y la memoria se irá apagando lentamente. Y
todo habrá terminado. Pero antes de que llegue ese momento quiero
pronunciar mi sexta palabra, y digo: Todo está cumplido. Todo. He
cumplido a cabalidad la voluntad de mi Padre. Nunca me he buscado a mí a
mismo.
No ha sido leve el empeño ni fácil su realización. Me ha
costado sangre y lágrimas, cansancio y fatigas sin número. También, es
verdad, acogida y comprensión por parte de muchos. Pero la malquerencia y
la hostilidad de los dirigentes político-religiosos ha sido constante,
hasta lograr la pena de mi muerte.
Pero no me he dejado abatir por
nadie. Tenía que cumplir tu voluntad siempre y en todo. Costara lo que
costara, porque, ya lo dije en cierta ocasión, he bajado del cielo para
hacer, no mi voluntad, sino la de aquel que me ha enviado (Jn 6, 38). La
tuya, y no la mía. Mi muerte es la realización máxima de tu voluntad.
Para eso me enviaste.
Además, ese era mi alimento: Hacer la voluntad
del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jn 4, 34). Y he llevado a
cabo tu obra con total fidelidad. La he cumplido al pie de la letra. Y
así me presento hoy ante ti. Misión cumplida, añado.
Repaso mi vida,
aunque tú ya la conoces, y me veo por los caminos, aldeas y ciudades de
Galilea y Judea, y hasta más allá, predicando un mensaje de vida y
salvación. Te he hecho presente, como Padre bueno y lleno de
misericordia, en los enfermos y los pecadores. Y en muchas de las
parábolas que he pronunciado.
He perdonado pecados y sanado muchas
enfermedades, he bendecido a los niños, he dado de comer a miles de
hambrientos, he hablado con palabras llenas de ternura y, a veces, con
dureza a quienes hacían de la hipocresía, la ambición y la soberbia la
norma de su vida y su razón de ser. Eran su norte y su ley.
He
proclamado y defendido la verdad con sencillez, claridad y coraje. Lloré
por el amigo, me compadecí de las multitudes hambrientas del pan y de
mi palabra, elegí entre muchos discípulos un grupo de doce para que
continuaran mi obra y no quedara truncada, y les he prometido que les
enviaré el Espíritu Santo.
Al final -ya lo ves- me veo colgado en
este patíbulo en forma de cruz donde al morir se consumará todo. Sé que
con mi muerte y mi resurrección tu obra quedará cumplida.
Nada ha
sido fácil. Todo ha sido cruz antes de ser colgado en estos dos maderos.
Tú sabes bien que, a pesar de ser Hijo, aprendí, sufriendo, a
obedecerte (Hb 5, 8). Además, mi alimento era hacer siempre tu voluntad.
Así lo dije en cierta ocasión (Jn 4, 34) y así lo he cumplido.
Pablo
dirá en una de sus cartas unas palabras que pueden sorprender a muchos,
pero que son verdad: Ahora me alegro por vosotros de mis padecimientos:
así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a
favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24).
¿Es verdad que le
falta algo a mi pasión? ¿No ha quedado completa? Acabo de decir en esta
palabra que todo está cumplido. Pero no hay contradicción entre ambas
afirmaciones. Yo he llevado a cabo la obra que tú me confiaste. En
adelante, los hombres y mujeres de este mundo, deberán participar, hoy y
siempre, en mi pasión, llevar su cruz junto con la mía y proseguir mi
obra.
La obra de la evangelización -que será tarea de todos- será
causa de gloria y de gozo, pero también de padecimientos, persecuciones,
maltratos y muerte. Todos deberán completar en su carne mi propia
pasión. Todos deberán asumir y hacer suyos mis padecimientos y mi cruz.
De
nada les serviría la luz y calor del sol, si no abrieran de par en par
las ventanas de la casa. De nada les serviría el agua abundante de los
ríos, si no hicieran sus propios canales y acequias para regar la
tierra. La luz del sol y el agua del río son el “todo”. Faltará sólo la
cooperación y cooperación del hombre. Así, mi pasión.
Desde lo alto
de la cruz pido que todos los que deseen corresponder fielmente a mi
amor entregado y sacrificado deberán cargar con su propia cruz,
entregarse a los duros trabajos del evangelio y vivir con “pasión” su
fe, su amor y su esperanza. Así completarán, en ellos, mi pasión.
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San Agustín:
Los
sufrimientos de Cristo, no están sólo en Cristo… Padeces lo que había
que añadir con tus sufrimientos a la pasión completa de Cristo, el cual
padeció en nuestra cabeza, y padece ahora en sus miembros, es decir, en
nosotros mismos. A esta común república nuestra (llamémosla así), cada
uno, según nuestra capacidad, pagamos nuestra deuda, y según nuestras
fuerzas, contribuimos como con el canon de padecimientos. La liquidación
completa de todos los sufrimientos, no tendrá lugar sino cuando el
mundo haya llegado a su fin (En. in ps. 61, 4).
P. Teodoro Baztán Basterra
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