viernes, abril 14, 2017

"TODO ESTÁ CUMPLIDO."

Sexta Palabra: 
"Todo está cumplido." 
(Juan, 19: 30)

Siento que mi vida se acaba poco a poco. Dentro de unos momentos entraré en agonía, mi mente se nublará y la memoria se irá apagando lentamente. Y todo habrá terminado. Pero antes de que llegue ese momento quiero pronunciar mi sexta palabra, y digo: Todo está cumplido. Todo. He cumplido a cabalidad la voluntad de mi Padre. Nunca me he buscado a mí a mismo. 

No ha sido leve el empeño ni fácil su realización. Me ha costado sangre y lágrimas, cansancio y fatigas sin número. También, es verdad, acogida y comprensión por parte de muchos. Pero la malquerencia y la hostilidad de los dirigentes político-religiosos ha sido constante, hasta lograr la pena de mi muerte.

Pero no me he dejado abatir por nadie. Tenía que cumplir tu voluntad siempre y en todo. Costara lo que costara, porque, ya lo dije en cierta ocasión, he bajado del cielo para hacer, no mi voluntad, sino la de aquel que me ha enviado (Jn 6, 38). La tuya, y no la mía. Mi muerte es la realización máxima de tu voluntad. Para eso me enviaste. 

Además, ese era mi alimento: Hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jn 4, 34). Y he llevado a cabo tu obra con total fidelidad. La he cumplido al pie de la letra. Y así me presento hoy ante ti. Misión cumplida, añado.

Repaso mi vida, aunque tú ya la conoces, y me veo por los caminos, aldeas y ciudades  de Galilea y Judea, y hasta más allá, predicando un mensaje de vida y salvación. Te he hecho presente, como Padre bueno y lleno de misericordia, en los enfermos y los pecadores. Y en muchas de las parábolas que he pronunciado.

He perdonado pecados y sanado muchas enfermedades, he bendecido a los niños, he dado de comer a miles de hambrientos, he hablado con palabras llenas de ternura y, a veces, con dureza a quienes hacían de la hipocresía, la ambición y la soberbia la norma de su vida y su razón de ser. Eran su norte y su ley.

He proclamado y defendido la verdad con sencillez, claridad y coraje. Lloré por el amigo, me compadecí de las multitudes hambrientas del pan y de mi palabra, elegí entre muchos discípulos un grupo de doce para que continuaran mi obra y no quedara truncada, y les he prometido que les enviaré el Espíritu Santo.

Al final -ya lo ves- me veo colgado en este patíbulo en forma de cruz donde al morir se consumará todo. Sé que con mi muerte y mi resurrección tu obra quedará cumplida.

Nada ha sido fácil. Todo ha sido cruz antes de ser colgado en estos dos maderos. Tú sabes bien que, a pesar de ser Hijo, aprendí, sufriendo, a obedecerte (Hb 5, 8). Además, mi alimento era hacer siempre tu voluntad. Así lo dije en cierta ocasión (Jn 4, 34) y así lo he cumplido. 

Pablo dirá en una de sus cartas unas palabras que pueden sorprender a muchos, pero que son verdad: Ahora me alegro por vosotros de mis padecimientos: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24). 

¿Es verdad que le falta algo a mi pasión? ¿No ha quedado completa? Acabo de decir en esta palabra que todo está cumplido. Pero no hay contradicción entre ambas afirmaciones. Yo he llevado a cabo la obra que tú me confiaste. En adelante, los hombres y mujeres de este mundo, deberán participar, hoy y siempre, en  mi pasión, llevar su cruz junto con la mía y proseguir mi obra.

La obra de la evangelización -que será tarea de todos- será causa de gloria y de gozo, pero también de padecimientos, persecuciones, maltratos y  muerte. Todos deberán completar en su carne mi propia pasión. Todos deberán asumir y hacer suyos mis padecimientos y mi cruz.

De nada les serviría la luz y calor del sol, si no abrieran de par en par las ventanas de la casa. De nada les serviría el agua abundante de los ríos, si no hicieran sus propios canales y acequias para regar la tierra. La luz del sol y el agua del río son el “todo”. Faltará sólo la cooperación y cooperación del hombre. Así, mi pasión.

Desde lo alto de la cruz pido que todos los que deseen corresponder fielmente a mi amor entregado y sacrificado deberán cargar con su propia cruz, entregarse a los duros trabajos del evangelio y vivir con “pasión” su fe, su amor y su esperanza. Así completarán, en ellos, mi pasión.
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San Agustín:

Los sufrimientos de Cristo, no están sólo en Cristo… Padeces lo que había que añadir con tus sufrimientos a la pasión completa de Cristo, el cual padeció en nuestra cabeza, y padece ahora en sus miembros, es decir, en nosotros mismos. A esta común república nuestra (llamémosla así), cada uno, según nuestra capacidad, pagamos nuestra deuda, y según nuestras fuerzas, contribuimos como con el canon de padecimientos. La liquidación completa de todos los sufrimientos, no tendrá lugar sino cuando el mundo haya llegado a su fin (En. in ps. 61, 4).
P. Teodoro Baztán Basterra



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