lunes, abril 10, 2017

LECTIO DIVINA DOMINGO DE RAMOS- Reflexión.

    He aquí el día: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Lo importante es encontrarse con el que, en plena humildad y en el silencio, es el Mesías, el rey enviado, para cumplir la voluntad salvadora de Dios. Es el Mesías que manifiesta el reinado de Dios en la humildad hasta tal punto que el misterio verdadero es, como dirá la oración-colecta: Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección gloriosa.

    No hay quitar valor al Domingo de Ramos en cuanto que es la puerta abierta que manifiesta la Semana Santa en su inicio pero, a la vez, no debemos quedar solo hoy sino caminar hacia una motivación de fe ante el misterio total que vamos a vivir, sufrir y gozar. Ya es Semana Santa y lo que importa es que entremos en ella como entró Jesús, en la aceptación total de la voluntad del Padre y conscientes de acompañarle hasta la Resurección.

    El horizonte fundamental de este día está fijarnos en Quién y cómo viene ante un gran multitud que le aclama con fe y con valentía. Tal vez, sin entrar totalmente en el fondo del misterio, la multitud tiene fe profunda al decir: es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea. A primera vista, sorprende mucho la afirmación, que es una confesión de fe y, más, cuando surge de una multitud que no ha sido ni convocada ni preparada. La actitud de Jesús es sencilla y cordial y, su expresión no es más que de una realeza sin poder ni autoridad sino el de la humildad y el de la mansedumbre.

    Conocemos la reacción de la multitud que recibe a Jesús y le sigue aclamando, y, ¿nosotros? Porque hoy también Jesús llega a nuestro mundo, a nuestra historia, a nuestra fe, a nuestra esperanza… y ¿qué encuentra? Para nosotros, el Día de hoy puede quedar en un recoger un ramo y guardarlo en casa; ¿creemos que Jesús nos invita a ser consecuentes siguiéndole luego y siempre en la última cena, en el Calvario y en la Resurrección? El Domingo de Ramos tiene el peligro de quedarse en una manifestación barata y sin experimentar la mirada de Jesús cuando pasa a nuestro lado y nos mira con amor.

    El Domingo de Ramos es un día en el que se abre una puerta que jamás puede quedarse cerrada: es el paso constante del Mesías por nuestra vida y el que nos indica la vida en fe que debe continuar siempre. Hoy es un día señalado para creer una vez más que el Salvador  pasa a nuestro lado y nos mira con amor concediéndonos la misericordia y el perdón. De ahí se deduce algo maravilloso: Tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a socorrerme (salmo 21, 12). Para todos nosotros se trata de pensar, de hacer el propio camino hacia nuestro interior y preguntarnos hasta qué punto nuestra vida quiere sitiuarse en el plan de Dios y vivir según su voluntad.

    El misterio de Cristo en un Domingo de Ramos es la expresión más hermosa de cómo se actúa en la gran sencillez y Él nos enseña cómo se despoja de su rango divino y toma la condición de esclavo, “pasa como uno de tantos. Y así actuando como un hombre cualquiera, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. Es la gran lección para que, siguiendo su ejemplo, nosotros vivamos en la humildad y en la donación de nosotros mismos. 

    Hoy es un día en que la fe debe llevarnos a estar atentos al paso de Jesús por nuestra vida pero teniendo en cuenta dos realidades: no es un paso más, es una presencia suya la que nos indica su paso continuo ante nosotros, su amor infinito y la oportunidad que nos ofrece de seguir sus pasos. Por otro lado, nos sitúa en la realidad de ser siempre testimonio suyo y presentar con nuestro ejemplo de fe en la vida, que es necesaria una total definición para ser sus discípulos. Él nos enseña con su ejemplo a comprometernos en manifestar su vida en nosotros.

NUESTRA REALIDAD
    Hoy es un día en la que se nos dirige una pregunta: ¿esperas a Dios en el camino de tu vida?  Tal vez nos da mucha envidia aquella multitud “que extendió sus mantos por el camino”, se entiende donde venía Jesús. Y, ¿somos capaces de valorar cómo Jesús se nos hace presente siempre y lo vemos y lo podemos gozar constantemente? Necesitamos examinar si en el camino de nuestra vida somos capaces, o queremos, encontrarnos con Jesús en el perdón, en la misericordia, en la Eucaristía, en el prójimo, en la vida diaria… 

    No es cuestión de envidiar nada ni a nadie; la vida diaria es una gracia perenne de Dios y Él está siempre presente porque es nuestro Padre y nos ama infinitamente. Hoy, Domingo de Ramos, no quedemos en la sola actitud de cantar el Hosanna sino más bien dejémonos salvar por un amor que nos sobrepasa, nos justifica y nos libera. Aquí está el modo de salir de nuestra pasividad como espectadores que contemplan a Jesús alabado en los cantos sino más bien en estar atentos cuando pasa junto a nosotros y nos invita a acercarnos a Ël y nos dice que no le dejemos solo sino más bien que lo acompañemos en el camino de la cruz hasta la resurrección.

EXAMEN y ORACION
    Hoy tendríamos que tener en cuenta, como examen de conciencia, cuál sería nuestra actitud de fe ante el paso del Señor delante de nosotros. Por falta de atención o de pasividad no somos capaces de situarnos desde la fe en el camino por el que va a pasar el Hijo de Dios. ¿Por qué somos sólo espectadores? En la medida en     que nos situemos solo mirando lo que ocurre, nuestras personas, por mucho que estemos presentes, no entraremos en el misterio del amor de Dios.

    Recordemos una frase de Jesús: nadie me quita la vida. Yo la entrego libremente. En una verdadera fe por nuestra parte encontraríamos la prueba más verdadera de cómo somos elegidos y amados infinitamente. Tenemos que salir de una fría actitud de espectadores y situarnos como testigos conscientes y consecuentes.

    Hoy, como ayer, el Evangelio nos anuncia: me amó y se entregó por mí, Creamos esto en verdad y plasmémoslo en la vida cotidiana siendo testigos  de nuestro Redentor y Salvador por y para siempre. Creer que somos amados así es como decirnos que se extiende sobre nosotros su misericordia.

    Nuestra oración: Te pedimos, Señor, que, así como nos has hecho esperar lo que creemos por la muerte de tu Hijo, podamos alcanzar, por su resurrección, la plena posesión de lo que anhelamos.

CONTEMPLACION
    Celebramos con toda solemnidad el misterio grande e inefable de la pasión del Señor. Misterio que a decir verdad, nunca ha estado lejos ni del altar al que asistimos ni de nuestra boca y frente, para que retengamos siempre en el corazón lo que continuamente nos presetan los sentidos corporales. No obstante, esta solemnidad anual ocupa mucho más a la mente en el recuerdo de tan gran acontecimiento, para que lo que cometió hace muchos años la maldad de los judíos en un único lugar y sus ojos vieron, sea contemplado ahorea en el orbe de la tierra con la mirada en la fe, cual si hubiera tenido lugar hoy mismo.  Si aquellos contemplaban entonces de buen grado el resultado de su crueldad, ¡con cuánto mayor agrado hemos de revocar, ayudados por la memoria, a nuestras mentes lo que piadosamente creemos! Si ellos miraban con placer su maldad, ¿no hemos de recordar nosotros, con gozo mayor aún, nuestra salvación?  En aquel único aconteciento se manifestaban los crímenes actuales de ellos y se borraban también los nuestros  futuros. Más aún, donde detestamos las maldades cometidas por ellos, allí mismo nos alegramos del perdón de las nuestras. Ellos obraron la maldad, nosotros celebramos la solemnidad; ellos se congregaron porque eran crueles, nosotros porque somos obedientes… En consecuencia, Cristo crucificado es, para los infieles, escándalo y necedad; para nosotros, en cambio, el poder y la sabiduría de Dios (san Agustín en  Sermón 218 B).

ACCION,. Meditemos la Pasión del Señor.
Padre Imanol Larrínaga

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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