miércoles, marzo 15, 2017

SIMÓN DE CIRENE (1)

Cuando lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene, que  volvía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Jesús (Lc 23, 26)
Pasaba por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene (padre de Alejandro y Rufo) y lo forzaron a cargar con la cruz (Mc 15, 21)

1.    Simón de Cirene
Es muy poco lo que conocemos de Simón de Cirene. Sus datos ocupan sólo un versículo en cada uno de los tres evangelios sinópticos: Se llamaba Simón, era oriundo de Cirene, -ciudad del norte de África y colonia romana-, volvía del campo y fue forzado a cargar con la cruz.

Pero Marcos añade un dato interesante: Era padre de Alejandro y Rufo. ¿Quiénes eran estos dos hermanos? No se sabe con certeza, pero sí podemos colegir que cuando escribió Marcos su evangelio los dos eran muy conocidos en la comunidad cristiana. Lo llamativo de este texto es que se identifique a Simón de Cirene por sus hijos cuando lo normal sería identificarlo a partir de sus padres.

En la carta a los Romanos Pablo saluda a “Rufo, elegido del Señor, y a su madre y mía” (Rm 15, 13). Probablemente era el mismo personaje de quien habla Marcos.

Simón regresaba del campo a la ciudad. Se acercaba el día solemne de la Pascua y debía celebrarla, como buen judío, junto con su familia. Pero en el camino se e-cuentra con un condenado a morir crucificado en las afueras de la ciudad, escoltado por guardias y soldados, y la curiosidad de muchos habitantes de Jerusalén.

1. “Pasaba por ahí”
No se acercaba como un curioso más. Simplemente “pasaba por ahí” cuando volvía del campo.
Regresaba a la ciudad porque llegaba el momento de celebrar la pascua. “Pasaba por ahí”, vale la pena repetirlo, y así comenzaba, sin él saberlo, a vivir y celebrar la verdadera Pascua, la definitiva, la de Cristo, su “paso” de la muerte a la vida. Y él, Simón, comenzaba también a “pasar” de la ley antigua, la de Moisés, a la nueva, la de Cristo. Era ya el inicio de la que sería siempre su Pascua.

Sin buscarlo ni pretenderlo, se asociaba a la pasión, muerte y resurrección de Cristo, entraba ya a la alianza nueva y comenzaba a seguirle con su propia cruz. Fue una verdadera gracia para él. Cargaba con la cruz en la que iba a pender su propia redención y salvación. Repito, sin él saber nada.

Tomado del Libro Bebieron de la Fuente
P. Teodoro Baztán Basterra.

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