miércoles, diciembre 21, 2016

LA «DEVOLUCIÓN» DEL SÍMBOLO (4)

 Quizá te parezca poco el que haya venido, vestido con carne humana, Dios por los hombres, el justo por los pecadores, el inocente por los culpables, el rey por los cautivos y el amo por los siervos; el que se le haya visto en la tierra y haya convivido con los hombres (Cf Ba 3,38); además de eso, fue crucificado, muerto y sepultado. ¿No lo crees? Quizá digas: «¿Cuándo tuvo lugar eso?». Escucha cuándo: «En tiempos de Poncio Pilato». Intencionadamente, se te puso también el nombre del juez, para que no dudaras ni del cuándo. Creed, pues, que el Hijo de Dios «fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato y sepultado». Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue la vida por sus amigos (Jn 15,13). ¿Piensas que nadie? Absolutamente nadie. Es verdad, Cristo lo ha dicho. Preguntemos al Apóstol y que él nos responda. Cristo -dice- murió por los impíos (Rm 5,6). Y de nuevo: Cuando éramos sus enemigos, Dios nos reconcilió consigo por la muerte de su Hijo (Rm 10,10). He aquí, pues, que en Cristo encontramos un amor mayor, dado que entregó su vida no por sus amigos, sino por sus enemigos. ¡Cuán grande amor el de Dios por los hombres! ¡Qué afecto el suyo, hasta el punto de amar incluso a los pecadores y morir por amor a ellos! Dios nos manifiesta su amor a nosotros -son palabras del Apóstol- en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Rm 5,8). Cree también tú eso y no te avergüences de confesarlo en bien de tu salvación. Con el corazón se cree para la justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación (Rm 10,10). Además, para que no dudes ni te avergüences, al inicio de tu fe recibiste la señal de Cristo en la frente, como en la sede del pudor. Piensa en tu frente para que no te asuste la lengua ajena. Dice el mismo Señor: A quien se avergüence de mí delante de los hombres, el Hijo del hombre se avergonzará de él delante de los ángeles (Mc 8,38). No te avergüences de la ignominia de la cruz, que Dios mismo no dudó en tomar por ti. Di con el Apóstol: ¡Lejos de mí el gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Ga 6,14) Y el mismo Apóstol te replica: Estando entre vosotros, nunca juzgué conocer otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado (1Co 2,2). Él, que entonces fue crucificado por un solo pueblo, está ahora clavado en los corazones de todos los pueblos.
S 215,5

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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