Lectio Divina XXIX Dominhgo del Tiempo Ordinario (C)

 NUESTRA REALIDAD

Acercarnos a la Palabra de Dios es, antes de nada, una gracia y, a la vez, una prueba del amor infinito de Dios. De hecho, cuando somos personas que estamos colmadas por tantas palabras que día a día surgen y rebotan en nosotros, es de agradecer que Alguien tenga eco y respuesta.

Jesús nos inspira y alienta la tensión espiritual inherente a la búsqueda de algo nuevo. No podemos conformarnos nunca con el estilo de vida cristiana mu a nuestra medida y esto nos exige una expresión de libertad y de decisión. Es ir a lo diferente, a lo distante, a lo que nadie atiende porque lo olvida o lo margina. Es poner en correctivo la rutina, dejar de lado lo acostumbrado y todo tipo de comodidad cuando se trata de la fe.

Si leemos despacio el evangelio de hoy encontramos una llamada a salir de lo acostumbrado y vencer el miedo para, con el ejemplo de Cristo, recobrar el vigor de una entrega mayor a Dios. Hay que pensar más en un horizonte que nos abre nuevos caminos y que nos ayudan a superar esas fronteras que nosotros ponemos muchas veces pensando que Dios nos pide mucho. Agradezcamos a Dios la posibilidad que nos da de la realidad de la nueva vida, llena de amor y de esperanza.

EXAMEN y ORACIÓN

Desde el bautismo estamos definidos con una realidad que sobrepasa nuestro alcance: La Sagrada Escritura puede darnos la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, nos conduce a la salvación. Esta lección de san Pablo tiene un alcance universal ya que unir Palabra y vida es la manera de que esa Palabra sea eficaz, como la semilla buena necesita un campo de cultivo adecuado. Dejar que la Palabra entre en el corazón y dejarse guiarse por ella es dejar un espacio abierto para que “estemos perfectamente equipados para toda obra buena”.

No dejemos que los días pasen sin más ya que en cada momento surge una llamada que sacude nuestro interior para hacer posible la experiencia de la oración que nos une en Dios y que, a la vez, hace surgir una respuesta ante la Palabra “viva y eficaz”. Recordemos la actitud de Moisés, de Timoteo y de la viuda en su verdad y en su relación con Dios para que cada momento de nuestra vida tenga una luz que llame nuestra atención para orar:

*Dios Todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón.
*Concédenos, Dios nuestros, ofrecerte estos dones con un corazón libre, para que tu gracia pueda purificarnos en estos misterios que ahora celebramos.
*Que la participación frecuente de la Eucaristía no sea provechosa, Señor, para     que disfrutemos de tus beneficios en la tierra y crezca nuestro conocimiento de los bienes del cielo. 

CONTEMPLACIÓN

Dios y Señor mío; estate atento a mi corazón y escuche tu misericordia mi deseo, porque no solo me abrasa en orden a mí, sino también en orden a servir a la caridad fraterna; y que es así lo veo en mi corazón. Que yo te sacrifique la servidumbre de mi inteligencia y de mi lengua. Mas dame qué te ofrezca, porque y ciertamente tienes cuidado de nosotros. 

Circuncida mis labios exteriores e interiores de toda temeridad y de toda mentira. Tus Escrituras sean mis castas delicias; ni yo m engañe en ellas ni con ellas engañe a otros. Atiende, Señor, y ten compasión: Señor Dios mío, luz de los ciegos y fortaleza de los débiles y luego luz de los que ven y fortaleza de los fuertes, atiende a mi alma, que clama de lo profundo, y óyela. Porque si no estuvieran aún en lo profundo ¿adónde iríamos, adónde clamaríamos? (san AGUSTÍN en Confesiones XI, 2, 2-4).

ACCIÓN. Preguntémonos: ¿encuentra fe el Señor en nosotros?

Fr. Imanol Larrínaga, oar