domingo, octubre 02, 2016

Domingo XXVII Tiempo Ordinario C Reflexión

En un sincero examen de conciencia, ¿nos atrevemos alguna vez?, se puede descubrir la desproporción entre las exigencias diarias de la sociedad, las mil llamadas que nos llegan del ambiente y las fuerzas que disponemos para hacer frente. Da la impresión que es bastante difícil enfrentarnos ante tanta llamada que sentimos y la poca fuerza de que disponemos. Pero, como creyentes, tenemos que plantear dónde encontrar la fe en la fuerza del Señor. Está en juego la fe y, desde ella, encarar el presente y el futuro con la certeza de que el presente está habitado por el Espíritu y que jamás nos va a faltar el poder creador de Dios y la redención del Señor. En la oración colecta de hoy se encuentra la luz: Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir.

         La primera lectura es del profeta Habacuc y tiene dos partes: la primera es más bien una queja profunda y muy personal. De lo que se tarta es del silencio de Dios frente a una situación de injusticia, de violencia y de descalabro total de la ley. El texto no dice que el profeta sea personalmente víctima de la violencia y de la injusticia; por eso se dirige a Dios porque es el responsable de su experiencia. Al primero se le caracterizará como orgulloso y del segundo se dice que vivirá por su fidelidad.

         San Pablo, en la segunda carta a Timoteo, comienza urgiendo a no tener vergüenza: no debe avergonzarse ni del Señor ni de Pablo, quien aquí es llamado “prisionero del Señor”. Dios ha dado a Pablo y a Timoteo la fuerza para ser valientes. De ahí que Pablo le exhorta a no avergonzarse sino a “coparticipar en el sufrimiento” por causa del evangelio.

         El sufrimiento por causa del evangelio no es una cosa sin sentido porque abre el camino para la “vida y la inmortalidad”. El evangelio es la proclamación del acontecimiento salvífico de la muerte y de la resurrección de Cristo. El evangelio es la fuerza de Dios que da la salvación. No por las obras sino por la gracia manifestada en Cristo. Pablo ha recibido este evangelio de Cristo como un depósito a él confiado. Él, a su vez, se ha confiado a Timoteo con la recomendación de guardarlo bien siguiendo la enseñanza que ha recibido de Pablo.

         El evangelio según san Lucas comienza hoy con una petición de los apóstoles: “auméntanos la fe”. Jesús les pide que traten de intensificar la calidad y la profundidad de su fe como respuesta a la Palabra o a Dios y entonces serán capaces de trasladar las montañas.

         Jesús dirige luego una comparación que en otro momento les fue dirigida a los fariseos, que se sentían satisfechos de sí mismos. Lucas se fija más en los siervos que en los amos. A la condición de siervo o esclavo, cuya propiedad es precisamente seguir, Lucas agrega “inútiles” que se refiere a lo inadecuado del servicio. Dirigida esta parábola a los apóstoles, amonesta a los jefes de la Iglesia para que nunca desistan ni se tomen descanso, en la creencia que ya hayan trabajado los suficiente. Ningún trabajo supone recompensa en términos de justicia, solo de gracia y de don gratuito. El que trabaja tampoco puede vanagloriarse porque la obra es de Dios. En la comunidad cristiana los que ocupan algún cargo deben considerarse servidores y criados.

         Lucas es el evangelio de la entrega total.

NUESTRA REALIDAD

         Los análisis de la sociedad en que vivimos nos llevan a un acomodo a la insensibilidad, a la rutina, a dejarnos llevar, a acostumbrarnos a todo. Y esto nos pasa también en el ámbito de la fe: quedamos como satisfechos en nuestras respuestas y olvidamos que la gracia, que siempre es gracia del Señor, no se convierta en un constante acicate que nos mueva, nos ilusione y nos lleve a una respuesta más exigente en la fe. El mismo hecho de la vida cristiana debe intensificarnos más cada
día y movernos a no quedarnos satisfechos pensando que vamos bien.

         Tenemos que salir del disimulo de la realidad. La gracia es siempre una llamada nueva para que nuestras personas valoren cada momento en la novedad y en la exigencia y eso conlleva salir del acomodo del vivir en la fe y situarnos en una actitud de valorar la gracia tras gracia que se nos concede y que la debemos estimar y valorar como nueva y renovada llamada de Dios a un testimonio de vida en la verdad y en la valentía.

         Jamás nos sintamos satisfechos de nuestra respuesta al Señor ya que su gracia, siempre generosa, se orienta a nuestra plenitud y a nuestra felicidad. Tenemos que olvidar ante Dios los mínimos esfuerzos ya que estos jamás pueden discernir y clarificar hacia dónde nos quiere llevar la gracia de Dios. La fe es siempre una llamada desde el amor de Dios y se convierte en una indicación del camino que el Señor quiere para nosotros.

EXAMEN y ORACIÓN

         “Reaviva el don de Dios”, nos dice san Pablo y, al escuchar esta hermosa afirmación, debería ser lógico que cada uno llegáramos a lo más íntimo de nosotros y creyéramos que el hoy de cada uno como el de la historia de la humanidad no es un tiempo infecundo sino de interiorización en lo esencial de la vida para después brotar, reverdecer y fructificar.

         Dios nos concede la gracia de vivir hoy y ser testigos suyos. Es cierto que la realidad no favorece mucho vivir en la esperanza y, aun así, como cristianos no debemos esconder el “espíritu de energía, de amor y de bien juicio” nos ha dado el Señor.


Pidámosle con fe:

             *Señor: no permitas que tengamos el alma hinchada para que vivamos siempre en la fe y seamos justos en nuestra respuesta a la gracia continua que Tú nos concedes.

             *Reaviva en nosotros el don de tu presencia para que nuestra vida tenga “espíritu de energía, de amor y de buen juicio”.

             *Señor: danos humildad para “ser pobres siervos” y haz que, con la ayuda del Espíritu Santo, reconozcamos tu presencia en nuestros corazones. Tú conoces nuestra debilidad y nuestro cansancio. Perdónanos…

CONTEMPLACIÓN

            No se engría nunca la soberbia humana. Cuando Dios premia, recompensa sus propios dones. Pero este que ora ya y dice: , si estuviese muerto del todo, no oraría. En todo caso, recibió, al menos en su estado inicial, un deseo de bien, de aquel a quien él pide una vida en la obediencia.

         En este sentido tenían una cierta fe quienes decían: . Y ése mismo, preguntado si creía, respondió: : al mismo tiempo que reconoce su incredulidad admite cierta fe. Habiendo comenzado ya a vivir, pide la vida quien creyendo suplica la obediencia; no reclama el premio por haberla conservado, sino que implora ayuda para conservarla. En efecto, acrecentándose la vida, quien se renueva de día en día, pasa a vivir en el día que no acaba (san Agustín  CS 118, 7, 3).

ACCIÓN.
El trabajo para esta semana, imitar la sencillez de Jesús y llevar a cabo alguna acción en la que no esperemos recompensa.

P. Imanol Larrínaga

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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