domingo, septiembre 04, 2016

Reina Madre de la Consolación

LECTIO DIVINA
Lecturas
Isaías 49, 8-11. 13. 15

    Hay una idea central: “el Señor consuela a su pueblo, se compadece de los desamparados”. Estemensaje -recordemos que para el profeta es la alegría de la inmediata liberación de Israel-, y, sin embargo, el retorno, ante un país arrasado y abandonado no era una esperanza grande.
    Lo importante es señalar la protección divina para “restaurar el país” y las imágenes tan llamativas del profeta no son más que la invitación a la de Dios: “decid a los cautivos: ¡salid!, a los que están en tinieblas: venid a la luz”. Hasta la misma naturaleza colabora para facilitar la vuelta de los repatriados. La idea del Dios que restablece todo invita a la naturaleza entera a brincar y saltar de júbilo ante la gran consolación de Yahvè para con su pueblo. Y el dato último culmina en fondo y en la expresión: hacer frente a la tentación de la desesperanza. El pueblo, aun sintiendo la necesidad de Dios, llega a dudar de Su presencia y favor. Viene ahí la cálida ternura del Señor: ¿Puede una madre olvidarse del hijo que amamanta abrazado a su pecho? “Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”. Nunca se encuentra en el AT una expresión de tal calibre, una expresión tan profunda, íntima y expresiva de la ternura y amor divinos. Dios es Padre y Madre.

2 Corintios 1, 3-7
    El texto es una bendición, aunque en sí es una acción de gracias. Y la acción de gracias está motivada por realidades esperanzadoras que se dan dentro de la comunidad a la que escribe el apóstol. El artífice de esta bendición: “Él ha comenzado la obra buena y la lleva hasta el final”. El motivo es claro: “Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo”.
    El motivo de la bendición es Dios, es Padre de compasión y Dios de toda consolación. Dios actúa ante la tribulación que sufre el hombre pero, a la vez se orienta a asociarnos solidariamente a los “sufrimientos de Cristo”. Esta asociación de Pablo a los sufrimientos de Jesús será un tema muy importante en la epístola, por lo que es normal que sea presentado en la acción de gracias-bendición. La comunidad es consolada por Dios en medio de la tribulación y la comunidad cristiana notará que ese consuelo le consolará a ella misma.

Juan 2, 1-12
    Es conocido el comienzo del relato: “al tercer día”. De hecho, nos lleva a recordar la culminación de la Semana de lo que se ha describiendo cada día (la expresión está también en Exodo 19, 16 para la manifestación divina). El evangelista concede a este episodio una significación importante: es la manifestación o revelación de la Gloria (tema que se anuncia en 1, 51). Nuestra lectura dice: “manifestó su gloria”. Se nos presenta a María como Madre de Jesús y esta indicación deja en claro el papel que María ocupa en el relato. También Jesús y sus discípulos fueron invitados a la boda.

    Los demás datos son conocidos. ¿Cómo intuir la enseñanza de lo sustancial en el tema? Jesús es el protagonista y Él habla de su hora. Así establece una relación entre Caná y el Calvario y en el agua convertida en vino recuerda el banquete mesiánico. El signo (milagro decimos nosotros) revela a Jesús como el Mesías y da a conocer su Gloria. La presencia de la Madre no es principal pero sí fundamental: aparece como primera invitada e interviene con una súplica: “no tienen vino”. Acoge la misteriosa respuesta de su Hijo sobre la “hora” y sin sentirse desplazada avisa a los servidores: “haced lo que Él os diga”. Es una fórmula de la Alianza y así pone de relieve el puesto de María en la economía de la Nueva Alianza. Ella, Madre de Jesús, estará presente en el Calvario; Ella, representante de Israel fiel, intercede con mediación personal.

    Los discípulos confirman su fe en Jesús y los demás personajes cumplen su cometido: la función de figura mesiánica (el novio), el comprobador del milagro (maestresala) y los discípulos, testigos del milagro. Y, un detalle para no olvidar: la relación con el sacramento del matrimonio va implícita en el mismo relato. Las Bodas llevan en sí la referencia a la Alianza (como símbolo).

                                                  Meditación
Es necesaria una aclaración: en el subsidio litúrgico es posible una doble elección del texto evangélico. He preferido el texto de las Bodas de Caná sin ningún motivo particular. El hecho de encontrarnos diariamente en un ámbito donde priman tanto el dolor, la soledad, el desamparo, la pobreza… nos pueden llevar a plantearnos temas de reflexión como también a motivos de un serio examen de conciencia. Al estar tan habituados a la realidad, que cambia de nombre, pero no en el dolor, tengamos en cuenta que eso afecta a la persona en distintas formas y situaciones. En una solemnidad de la Virgen de la Consolación, la liturgia acentúa los datos bíblicos del Dios que responde con su gracia, de los auxilios en el día propicio, de la llamada urgente a salir de las tinieblas, a ofrecer a la vida de “montes y senderos que se nivelan” y eso hace más fácil el camino de la existencia humana.

    ¿Dónde se encuentra el consuelo verdadero? En el “Padre de misericordia y Dios del consuelo”. Es Dios, nuestro Padre que jamás deja solos a sus hijos y los guía en su caminar. Un Dios que, al decir de Jesús, nunca condena sino que siempre perdona, un Dios que “nos alienta en cualquier lucha” y jamás se separa de nosotros porque nos ama infinitamente. El creer en ese Dios, único y verdadero, Creador y Redentor, es luz que nos llega en cada momento a todos nosotros y más cuando nos encontremos en la desolación y en la tristeza. Si cada uno reconociéramos en el corazón la misericordia con la cual Dios nos trata, no perderíamos nunca la esperanza.

    La situación de la historia, casi siempre mirada más en nivel social, nos desborda, pero, a la vez, no llegamos a la verdad de un Dios que jamás nos abandona. Y, a este efecto, Él ha hecho posible que el camino cristiano tenga la fuente incomparable de la entrañabilidad maternal dándonos el regalo vivo de una Consolación que jamás se aparta de nuestro camino y que nos llena de su amor.

    El milagro de las Bodas de Caná continúa en la historia de la humanidad porque Ella que “proclama las grandezas del Señor”, eleva a Dios su agradecimiento por la “consolación” que “como esclava del Señor” ha experimentado en su propia persona. Ella, que como nadie ha experimentado los sufrimientos de Cristo, se hace presente en nuestra vida acompañándonos en nuestro dolor y llevando a Cristo por nuestra “falta de vino”. Consolada y Consoladora: así, desde Ella misma, nos acerca a la Cruz y nos hace copartícipes de la Muerte y Resurrección para que nosotros “alentemos a los demás en cualquier lucha”.

Oración
Reina y Madre querida de la Recolección:
fuente de luz y vida, solaz del corazón.
Madre, Reina te llama nuestra Recolección,
que por doquier proclama tu dulce protección.
Dirige tu mirada al mundo en rededor:
¡oye, Madre adorada, la plegaria de amor!
No ves, oh Madre mía de la Consolación,
a los que noche y día cantan en tu loor:
son tus hijos queridos de la Recolección,
que en un amor unidos y un solo corazón.
portan el estandarte de tu gran devoción.
¡Madre!, servirte, amarte,
es su mejor blasón.
(Himno de Fr. Domingo CARCELLER, OAR,
a la Madre de la Consolación

Contemplación
¿Por qué dice el Hijo a su madre: «Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora». Nuestro Señor Jesucristo es Dios y hombre: Jesús no tiene madre, como Dios, más sí como hombre. Es madre, pues, de la carne, madre de la humanidad, madre de la flaqueza que tomó por nosotros. El milagro que iba a realizar es obra de su divinidad, no de su flaqueza. Es obra de Dios, no de la flaqueza con que nació. «Pero lo débil de Dios es más fuerte que los hombres». Su madre le pide un milagro, pero Él hace como que desconoce las humanas entrañas cuando va a obrar obras divinas, como si dijera: Lo que en mi ser obra los milagros no lo engendraste tú; tú no engendraste mi divinidad; pero como engendraste mi debilidad, te reconoceré entonces precisamente cuando mi debilidad esté pendiente de la cruz. Este es el sentido de las palabras: «No es mi hora todavía».

    En aquella coyuntura la reconoce quien siempre la conoció. Antes que ella naciese, la conoce como madre en su predestinación. Antes que Él, como Dios, diese el ser a aquella de la que Él lo había de recibir como hombre, ya la conoce como madre. Pero hay un motivo misterioso en el que no la reconoce, y no hay otro momento misterioso igualmente, que aún no había llegado, en el que vuelva a reconocerla. La reconoce en el momento en que iba a morir lo que ella dio a luz. No muere lo que dio a María el ser sino lo que fue hecho por María. No muere la eternidad de la Divinidad, sino la debilidad de la carne. Da aquella respuesta con la intención de distinguir en la de los creyentes quién era Él y por dónde había venido. Viene de una mujer, que es su madre, el que es Dios y Señor del cielo y de la tierra…

    ¿Por qué dice pues: «no ha llegado mi hora todavía»? Más bien porque, como tenía el poder para morir cuando quisiera, no veía todavía la oportunidad de usar este poder… ¿Qué significa: «no ha llegado todavía mi hora»? Que no ha llegado todavía esa hora en la que yo conozco ser oportuno que yo padezca y en que mi pasión será útil. Cuando llegue este momento, padeceré voluntariamente.
 (SAN AGUSTÍN, Tratados sobre ev. según san Juan 8, 9-12.BAC 139, pp. 263-269).

ACCIÓN. Meditar en el Himno de la Virgen Madre de la Consolación
P. Imanol Larrínaga


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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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