viernes, enero 01, 2016

Maternidad de María (1 de enero)

Nm 6,22-27; Ga 4,4-7; Lc 2,16-21
¡Qué bueno es comenzar el año con la mirada puesta en María, la Madre de Jesús y también nuestra! Porque hoy es la fiesta de la Maternidad divina de María. Es la fiesta mariana más importante de todo el año. Y la más antigua en la Iglesia. Cristo, en cuanto hombre nació de una mujer. Nos lo recuerda hoy San Pablo. Y esa mujer es María. María es Madre de Dios porque lo que nació de ella era y es Dios. Dios y hombre en la persona de Jesús. 

Si ser Madre de Cristo es el título más preciado y hermoso de María, esta fiesta es muy entrañable para nosotros, porque una mujer de nuestra misma naturaleza, ha sido elegida para esta misión. En Ella estamos todos representados. De ahí que debamos tener y vivir, en lo posible, sus mismas actitudes.

María es la que mejor acogió el don de Dios: Jesús. Se llenó de gozo y de agradecimiento al Señor porque la eligió a pesar de su pequeñez, se mostró totalmente disponible a lo que le pedía el Señor, “meditaba todas estas cosas, guardándolas en su corazón”. Discípula de su Hijo a la vez que maestra para que fuera “creciendo en edad, sabiduría y gracia” y nos lo entregó para que llevara a cabo su misión con nosotros. Hasta consumar su obra al pie de la cruz.

Sabía que el Hijo era de ella, pero no para ella, sino para toda la humanidad. Por eso es también madre nuestra. Así la proclama la Iglesia. El domingo pasado celebrábamos la fiesta de la Sagrada Familia (José, María y Jesús). Pero Cristo fundó o puso en marcha una familia nueva, la Iglesia, en la que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre.

Y en esta familia no podía faltar la madre. Dios no nos quería huérfanos. Una misma cuna: el bautismo; una misma mesa, la eucaristía; una misma sangre, la de Cristo; un mismo final, una vida para siempre. La maternidad de María no se acaba en Cristo. Es madre de familia numerosa. De todos los que somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. 

Dicen los santos Padres, y entre ellos San Agustín, que todos podemos y debemos ser madres de Cristo. Se sorprenderá más de uno al oír esta afirmación. Pero es verdad. Por la fe concebimos a Cristo en nuestra mente y en nuestro corazón. Esta fe, que debe ser creciente y viva, nos irá llenando de Cristo. Y será tal el conocimiento, la experiencia y el amor de Cristo, que lo daremos a luz, para que también Cristo pueda nacer en otros corazones, en otras familias, en otros ambientes.

María ejerció esta misión tan maternal con los primeros cristianos, con las primeras comunidades cristianas. Todos la sentían como madre porque les daba a conocer a su Hijo Jesús.

En la primera lectura hay una bendición muy hermosa. Todos nos deseamos estos días (Navidad y principio del año) lo mejor: paz, felicidad, amor, salud... También Dios. Así nos bendice en este día, y siempre.

¡Qué mejor bendición pueden dar los papás a sus hijos, al momento de ir a dormir, o cuando salen al colegio, o van de viaje..., que pronunciar estas mismas o parecidas palabras, a la vez que marcan la señal de la cruz sobre la frente! Es una buena propuesta para llevarla a cabo a lo largo de todo el año.
En este año, que comienza hoy, y a lo largo de toda nuestra vida, María ejerce su misión de madre con toda ternura, con amor total, con solicitud y delicadeza, porque así amó a su Hijo, porque así aprendió de él a amar. Lo único que nos pide es que amemos a su Hijo y nos amemos como hermanos. 

El Papa Benedicto en una Jornada Mundial de la Paz, instituida por Pablo VI, escogió este lema “Combatir la pobreza, construir la paz”. Nos hace ver la relación entre la dramática situación de millones de personas en el mundo y la paz. No hay paz sin justicia, se repite constantemente en la doctrina social de la Iglesia. El papa señala que “la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria”. Debemos mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos somos una sola familia en la que todos -personas, pueblos y naciones- se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad”

María, madre buena, quiere que sus hijos vivamos en justicia, amor y paz. Este año será feliz si nos amamos de verdad, como ella nos ama.
 P. Teodoro Baztán Basterra

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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