Una gracia por otra gracia
¿Qué
significa, pues, gracia por gracia? La fe nos hace acreedores de Dios y
se llama gracia porque, quienes no éramos dignos de recibir el perdón
de los pecados, recibimos, indignos, tan gran don. ¿Qué significa
«gracia»? Dada gratis. ¿Qué significa «dada gratis»? Regalada, no
pagada. Si se debía, es salario pagado, no gracia regalada. Ahora bien,
si realmente se debía, fuiste bueno. Si, en cambio, como es verdad,
fuiste malo, pero has creído en el que justifica al impío (Cf Rm 4,5)
—¿qué significa «que justifica al impío»?, convertir en piadoso al
impío—, piensa qué debía amenazarte mediante la Ley y qué has conseguido
mediante la gracia. Ahora bien, tras conseguir esta gracia de la fe,
eres un justo por la fe, pues el justo vive por la fe (Rm 1,17; Ha 2,4),
y viviendo de la fe te harás acreedor de Dios; cuando viviendo de la fe
te hayas hecho acreedor de Dios, recibirás como premio la inmortalidad y
la vida eterna. También ésta es gracia, porque ¿en virtud de qué
méritos recibes la vida eterna? Por gracia. Sin duda, si la fe es gracia
y la vida eterna es como un salario de la fe, parece realmente que Dios
otorga la vida eterna como debida —¿debida a quién?, al fiel, porque
mediante la fe se ha hecho acreedor a ella—; pero, porque la fe es
gracia, también la vida eterna es gracia por gracia.
Oye
al apóstol Pablo confesar la gracia y después exigir lo debido. ¿Cuál
es en Pablo la confesión de la gracia? Yo que primeramente fui blasfemo y
perseguidor e injurioso; pero he conseguido, dice, misericordia 1Tm
1,13) Ha dicho que era indigno de conseguirla, pero que la ha conseguido
no por sus méritos, sino por la misericordia de Dios. Óyele reclamar ya
lo debido, él, que primeramente había recibido la gracia inmerecida:
Pues yo, dice, soy inmolado ya, y el tiempo de mi partida es inminente.
He combatido noblemente mi combate, he corrido hasta la meta, he
mantenido la fe. Ahora me está reservada la corona merecida. Ya reclama
lo debido, ya exige lo debido.
Efectivamente, ve tú las palabras siguientes: Con que el Señor, justo juez, me premiará aquel día
(2Tm 4,6-8). Para recibir antes la gracia, tenía necesidad de un Padre
misericordioso; para recibir el premio de la gracia, necesita un justo
juez. Quien no condenó al impío, ¿condenará al fiel? Pero si bien lo
piensas, él ha dado primeramente la fe con que te has hecho acreedor a
él, pues no se debe a ti el haberte tú hecho acreedor a que se te
debiera algo. Porque, pues, otorga después el premio de la inmortalidad,
corona sus dones, no tus méritos.
De su plenitud, pues, hermanos, todos hemos recibido: de la plenitud de su misericordia, de la abundancia de su bondad hemos recibido ¿qué? La remisión de los pecados, para quedar justificados por la fe. ¿Y qué más? Y gracia por gracia (Jn 1,16), es decir, por esta gracia en que vivimos de fe, recibiremos otra. ¿Qué empero, sino gracia? Porque, si digo que también esto se me debe, me asigno algo como si se me debiera. Pero no es así. Dios en nosotros corona los dones de su misericordia, pero si caminamos perseverantemente en esa gracia primera que hemos recibido.
Ev, Jn Trat, III, 9-10
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