¡SEREMOS JUZGADOS EN EL AMOR!
Mc 13, 24-32:
No es útil tanto el saber que el Señor ha de venir, como el ignorar el cuándo, Se sabe que ha de venir terriblemente el día último para aquellos que no quieren estar seguros viviendo bien y prefieren vivir mal continuamente. Dios quiso ocultar con provecho este día para que esté siempre preparado el corazón a esperar lo que sabe que ha de venir, aunque ignora cuándo ha de llegar. Nuestro Señor Jesucristo, enviado a nosotros como Maestro y siendo Hijo del hombre, dijo que ignoraba este día, porque en su magisterio no entraba el enseñarnos esto. Nada sabe el Padre que no sepa el Hijo, puesto que la misma ciencia del Padre es su Sabiduría, y su Sabiduría es su Hijo, su Verbo. Pero como no nos convenía saber lo que ciertamente sabía Aquel que había venido a enseñarnos, no precisamente lo que no nos aprovechaba conocer, por eso, como Maestro, no sólo enseñó algunas cosas, sino que también calló otras. Como Maestro sabía lo que convenía enseñar y lo que era nocivo declarar. Así, pues, se dice, por cierta manera de hablar, que el Hijo ignora lo que no enseña; es decir, se dice que ignora lo que ignoramos nosotros por no dárnoslo a conocer. Así hablamos comúnmente usando de ciertos modismos, según acabo de decir. De este modo, decimos que el día es alegre porque nos alegra, y también es triste porque nos entristece, y que el frío es perezoso porque nos empereza. También por manera contraria dice el Señor: Ahora conozco. A Abraham se le dijo: Ahora he conocido que temes a Dios. Esto lo conocía el Señor aún antes de aquella prueba. Puesto que se llevó a cabo para que conociésemos que Dios ya conocía, y se escribió para enseñarnos que antes de la prueba Él conocía, aunque quizá el mismo Abraham aún no sabía con qué fuerzas contaba su fe, ya que cada uno se conoce a sí mismo al ser interrogado por la tentación. Esto sucedió a Pedro, que ciertamente ignoraba con qué fuerzas contaba su fe cuando dijo al Señor: te acompañaré hasta la muerte. Pero el Señor, que le conocía, le predijo cuándo había de negarle, haciéndole saber su flaqueza, como si le hubiera tomado el pulso de su corazón. Por tanto, Pedro, que presumió de sí mismo antes de la tentación, en la tentación se conoció. Luego por esto pensamos, sin ser un absurdo, que nuestro padre Abraham conoció las fuerzas de su fe cuando, habiéndosele mandado inmolar a su hijo único, no dudó ni vaciló ofrecérselo a Dios, que se le dio, porque así como ignoró de qué modo había de dársele antes de nacer, así creyó que podía restablecerle inmolado. Dijo, pues, Dios: Ahora conocí. Lo cual lo entendemos por: Ahora te di a conocer. Según las maneras de hablar, que ya hemos recordado, v.gr., el frío es perezoso porque nos empereza, el día alegre porque nos alegra, dice ahora: Conozco, porque nos hace conocer a nosotros. De aquí aquello: Os tienta el Señor, Dios vuestro, para conocer si le amáis. Atribuirías, sin duda, al Señor Dios nuestro, al Dios sumo, al Dios verdadero, gran ignorancia, lo cual has de saber que es un sacrilegio, si de tal modo entiendes las palabras os tienta el Señor para saber, que piensas que recibe de nuestra tentación ciencia
Aquel en quien antes había ignorancia. ¿Qué significa os tienta para saber? Os tienta para que os conozcáis. Tomad, pues, de lo opuesto la norma para entender. Luego así como, cuando oís decir que Dios conoció, entendéis que os hizo conocer a vosotros, así también, cuando oís del Hijo del hombre, esto es, de Cristo, decir que ignora aquel día, entended que se dice que lo hace ignorar. ¿Qué significa que lo hace ignorar? Que lo oculta, para que se ignore lo que no conviene se nos manifieste. Esto es lo que dije: que el buen Maestro conoce lo que ha de decir y también lo que ha de ocultar, como leemos que El difirió ciertas cosas. Por esto sabemos que no han de darse a conocer todas las cosas que no pueden comprender aquellos a quienes se manifiestan. Pues así dice en otro lugar: Tengo otras muchas cosas que deciros, pero ahora en modo alguno sois capaces de entenderlas. También dice el Apóstol: No puedo hablaros como a espirituales, sino como a carnales. Como a infantes en Cristo os di leche a beber, no manjar, porque no podíais, es más, ni podéis ahora tolerarlo. ¿Para qué aprovecha este sermón? Para que, como sabemos que ha de llegar el último día y sabemos que ha de llegar útilmente, y útilmente ignoramos cuándo ha de venir, tengamos preparado el corazón viviendo bien, y no sólo no temamos aquel día venidero, sino que le amemos. Aquel día ciertamente, así como aumenta el sufrimiento a los infieles, así pone fin al de los fieles. ¿Cuál de estas dos cosas quieres poseer? Antes de que venga se halla en tu poder el poseer una u otra; cuando llegue, ya no lo estará. Luego elige cuando hay tiempo, porque Dios, que lo oculta con misericordia, lo difiere asimismo misericordiosamente.
San Agustín, Comentario al Salmo 36, 1
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