Hacerse amigos
Haceos, pues, amigos (Lc 16,9). Hágalos cada cual con lo que tenga. Que nadie diga: «Soy pobre». Nadie diga: «Que se los hagan los ricos». Quienes más tienen, hagan más con su mayor caudal. ¿Acaso los pobres no tienen también con qué hacérselos? Zaqueo fue rico, Pedro pobre. El primero compró el reino de los cielos con la mitad de sus riquezas; el segundo lo compró solamente con una red y una barquichuela. Ni del hecho de haberlo comprado el primero se sigue que no le quedara al segundo qué comprar. El reino de Dios no se vende, de forma que, cuando uno lo adquiere, se queda el otro sin tener qué comprar. Ved que los padres lo adquirieron y nos dejaron qué comprar nosotros. ¿Acaso ellos compraron una cosa y nosotras otra? No, es lo mismo. Siempre es comprado, y hasta el fin del mundo sigue en venta. No has de temer quedar excluido por el aumento de compradores. No hay razón para decir: «Lo va a comprar aquél, pues dispone de cierta cantidad de la que no dispongo yo». Te responde quien te lo propuso a la venta: «Trae lo que tienes; tendrás íntegro, también tú, lo que compres». Dije que Pedro lo obtuvo íntegro a cambio de la única navichuela que poseía. Integro lo obtuvo aquella viuda que echó dos pequeñas monedas en el cepillo del templo. Echó dos monedas y lo compró íntegro, pues mucho echó quien nada se reservó. Y lo que dije poco ha: ¿qué hay más barato que un vaso de agua fría? Ese es también el precio del reino de los cielos. Quien no tenga ni una barca ni redes, quien no tenga las riquezas de Zaqueo, quien no tenga ni siquiera aquellas dos monedas de que disponía aquella viuda, tiene, al menos, un vaso de agua fría. Pienso que hasta añadió el adjetivo fría para que no te turbaras pensando en la leña. Pero hasta puede darse en un momento dado que no tengas o encuentres ni siquiera un vaso de agua fría que dar a un sediento. No lo encuentras y te compadeces de ese sediento; Dios ve lo que tienes dentro; no ve en tu mano el poder, pero ve en tu corazón el querer. También tú lo has comprado, estate seguro. Lo que tú posees se llama paz: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14).
Sermón 359A, 12
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