UNA COSA NOS FALTA Reflexión
El
episodio está narrado con intensidad especial. Jesús se pone en camino hacia
Jerusalén, pero antes de que se aleje de aquel lugar, llega
"corriendo" un desconocido que "cae de rodillas" ante él
para retenerlo. Necesita urgentemente a Jesús.
No es un enfermo que pide curación. No es un
leproso que, desde el suelo, implora compasión. Su petición es de otro orden.
Lo que él busca en aquel maestro bueno es luz para orientar su vida: «¿Qué haré
para heredar la vida eterna?». No es una cuestión teórica, sino existencial. No
habla en general; quiere saber qué ha de hacer él personalmente.
Antes que nada, Jesús le recuerda que «no
hay nadie bueno más que Dios». Antes de plantearnos qué hay que
"hacer", hemos de saber que vivimos ante un Dios Bueno como nadie: en
su bondad insondable hemos de apoyar nuestra vida.
Luego, le recuerda «los mandamientos» de ese
Dios Bueno. Según la tradición bíblica, ése es el camino para la vida eterna.
La respuesta del hombre es admirable. Todo
eso lo ha cumplido desde pequeño, pero siente dentro de sí una aspiración más
honda. Está buscando algo más. «Jesús se le queda mirando con cariño». Su
mirada está ya expresando la relación personal e intensa que quiere establecer
con él.
Jesús entiende muy bien su insatisfacción:
«una cosa te falta». Siguiendo esa lógica de "hacer" lo mandado para
"poseer" la vida eterna, aunque viva de manera intachable, no quedará
plenamente satisfecho. En el ser humano hay una aspiración más profunda.
Por
eso, Jesús le invita a orientar su vida desde una lógica nueva. Lo primero es
no vivir agarrado a sus posesiones, «vende lo que tienes». Lo segundo, ayudar a
los pobres, «dales tu dinero». Por último, «ven y sígueme». Los dos podrán
recorrer juntos el camino hacia el reino de Dios (!).
El hombre se levanta y se aleja de Jesús.
Olvida su mirada cariñosa y se va triste. Sabe que nunca podrá conocer la
alegría y la libertad de quienes siguen a Jesús. Marcos nos explica que
"era muy rico".
¿No es ésta nuestra experiencia de
cristianos satisfechos de los países ricos? ¿No vivimos atrapados por el
bienestar material? ¿No le falta a nuestra religión el amor práctico a los
pobres? ¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús?
En teoría, todos damos mucha importancia a
los valores del espíritu, se nos llena la boca hablando de justicia, libertad,
solidaridad, pero si somos honestos, hemos de confesar que lo verdaderamente
importante, muchas veces, es el dinero, nuestro pequeño bienestar, nuestros intereses.
La verdad, a la hora de la verdad, es el dinero el que motiva y mueve, con más
fuerza, a muchas personas.
P. Julián
Montenegro Sáenz.
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