XXVI Domingo del Tiempo Ordinario A Reflexión
Salmo 24
Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
¡NO ME FALLES, SEÑOR!
«En ti confío; no sea yo confundido».
¿Caes en la cuenta, Señor, de lo que te sucederá a ti si tú me fallas y yo quedo avergonzado?
Con derecho o sin él, pero llevo tu nombre y te represento ante la sociedad, de modo que, si mi reputación baja... también bajará la tuya junto con la mía. Estamos unidos. Mi vergüenza, quieras que no, te afectará a ti. Por eso te suplico con doble interés: Por la gloria de tu nombre, Señor, ¡no me falles!
He dicho a otros que tú eres el que nunca fallas. ¿Qué dirán si ven ahora que me has fallado a mí?
He proclamado con plena confianza: ¡Jesús nunca decepciona! ¿Y me vas a decepcionar a mi ahora? Eso hará callar a mi lengua y suprimirá mi testimonio. Pondrá a prueba mi fe y hará daño a mis amigos. Retrasará a tu Reino en mí y en los que me rodean. No permitas que eso suceda, Señor.
Ya sé que mis pecados se meten de por medio y lo estropean todo. Por eso ruego:
«No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas».
No te fijes en mis maldades, sino en la confianza que siento en ti.
Sobre esa confianza he basado toda mi vida. Por esa confianza puedo hablar y obrar y vivir. La confianza de que tú nunca me has de fallar. Esa es mi fe y mi jactancia. Tú no le fallas a nadie. Tú no permitirás que yo quede avergonzado. Tú no me decepcionarás.
Se me hace difícil decir eso a veces, cuando las cosas me salen mal y pierdo la luz y no veo salida. Se me hace difícil decir entonces que tú nunca fallas. Ya sé que tus miras son de largo alcance, pero las mías son cortas, Señor, y mi medida paciencia exige una rápida solución cuando tú estás trazando tranquilamente un plan muy a la larga.
Tenemos horarios distintos, Señor, y mi calendario no encaja en tu eternidad. Estoy dispuesto a esperar, a acomodarme a tus horas y seguir tus pasos. Pero no olvides que mis días son limitados, y mis horas breves.
Responde a mi confianza y redime mi fe. Dame signos de tu presencia para que mi fe se fortalezca y mis palabras resulten verdaderas.
Muestra en mi vida que tú nunca fallas a quienes se entregan a ti, para que pueda yo vivir en plenitud esa confianza y la proclame con convicción. Dios nunca le falla a su Pueblo.
«Los que esperan en ti no quedan defraudados».
POR DELANTE DE NOSOTROS
Un día Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios”. Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.
Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda del libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.
- “Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento... Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende!...”.
- “Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento... Jesús, quiero cambiar de vida, guíame porque tú solo conoces mi futuro...”
- “Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo, yo le llamo y él me ayuda. El está cerca de mí, es maravilloso... Él me lleva en sus manos, él me carga, siento la presencia de él...”
- “En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada, me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él...”
- “Un día yo estaba apoyada en la plaza y dije: Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?... Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargándome, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?...”
- “Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera (se refiere a una compañera asesinada en un hotel). Te ruego por ella y pido que nada malo suceda a mis compañeras. Yo no hablo, pero pido por ellas pues ellas son personas como yo...”
- “Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quien culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en Ti y has permitido que esto me pasara... Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero por favor no me dejes de nuevo...”
P. Julián Montenegro.
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