domingo, noviembre 17, 2013

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Es el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo será la fiesta de Cristo Rey y, al siguiente, comenzará el nuevo año litúrgico con el primer domingo de adviento. La Iglesia nos presenta en los últimos domingos del año unas lecturas que se refieren al final de los tiempos. O, con una expresión popular, al fin del mundo o final de la historia humana.

Es bueno y conveniente tener en cuenta el final. No para evadirnos del presente, que hay que vivirlo intensamente, trabajando, como nos dice San Pablo, y mejorando las cosas, sino para no perder de vista el sentido de nuestra vida hacia donde nos quiere llevar el Señor y qué hay que hacer para llegar a él.

El estudiante de una larga carrera piensa en el final de sus estudios y en su vida profesional que vendrá después. Si no pensara en esto, podría entregarse a la pereza y a la vida fácil. El campesino labra el campo, siembra la semilla y cuida la labor pensando en la cosecha que llegará a su debido tiempo. Al pensar y tener en cuenta el final, se afrontan con más coraje las dificultades, se superan más fácilmente los malos momentos, las fatigas y trabajos.

Puesto esto mismo nos dice el Señor. ¿Cuál es el final para todo creyente?: Dios o nuestro encuentro con Él. No hay otro. No hay mejor cosecha, no hay mayor éxito profesional, no hay ideal o meta más excelente. DIOS: 

Cuando cada uno se encuentre con Dios, habrá acabado su historia personal en este mundo. Cuando la humanidad haya sido llamada al encuentro con Dios, unos para bien y otros para mal, en el llamado juicio final, se habrá acabado este mundo en el que nos colocó el mismo Dios. 

Jesús emplea un lenguaje apocalíptico al referirse a estos temas. En el lenguaje apocalíptico, muy utilizado en algunos libros de la Biblia, no hay que tomar al pie de la letra cada una de las expresiones que en él aparecen. Hay que fijarse en el mensaje que encierran, o en el contenido de ese mensaje.

El mensaje de Jesús es de esperanza. Por la maldad del hombre ha habido siempre guerras y destrucciones. Y las sigue habiendo hoy en el mundo. Y por la fragilidad de la propia naturaleza ha habido y habrá catástrofes y desastres. Pero no hay que temer. “No tengáis pánico, nos dice, con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Jesús nos invita a entender este anuncio como un mensaje de salvación. 

Es como si dijera el padre a su hijo que va a iniciar sus estudios universitarios: Vas a encontrar dificultades, el estudio no es fácil, te va a exigir mucho esfuerzo y dedicación, pero no tengas miedo, eres capaz de salir airoso y yo te ayudaré en todo lo que pueda. Al final, triunfarás.

En este caminar hacia el encuentro glorioso con Dios tenemos que trabajar. Que no nos tenga que decir San Pablo lo que decía a los cristianos de Tesalónica, que, por creer que era inminente el día final, se entregaban a la vagancia: Me he enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada.

¿Qué tal que el campesino pretendiera recoger una gran cosecha sin haber hecho nada para alcanzarla? No vale decir que somos seguidores de Jesús cuando todo nos va bien, cuando el camino es fácil, cuando no encontramos contratiempos en la vida ni tuviéramos tentaciones para luchar y vencer... En las dificultades y pruebas es donde se prueba el verdadero carácter, la valía de nuestra personalidad y, en nuestro caso, la fe en Cristo. 

Unas palabras de san Agustín: Mientras nos hallamos en este mundo, no nos perjudicará el caminar aquí abajo, siempre que procuremos tener el corazón en lo alto. Al fijar nuestra esperanza en lo alto, tenemos clavado el ancla en lugar sólido para resistir cualquier clase de olas de este mundo, no por nosotros mismos, sino por aquel por quien está clavada nuestra esperanza, Cristo.

¿Cuál es la tarea que hoy nos recomienda Jesús mientras vivimos en este mundo? Dar testimonio. Es decir, demostrar con nuestra vida lo que creemos. El cristiano es testigo de Jesús si vive lo que cree. Y en esta tarea, difícil pero muy hermosa, no nos encontram
os solos. Él está con nosotros, camina con nosotros, trabaja con nosotros, lucha con nosotros. Y con Él llegaremos a la meta final, que no es otra sino DIOS. Porque nuestro futuro es Dios. Nuestra patria es Dios. No lo olvidemos. Pero llegaremos a ella según caminemos por este mundo.

P. Teodoro Baztán


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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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