sábado, junio 11, 2011

PENTECOSTÉS

Para recibir la vida del Espíritu conservad la caridad, amad la verdad, desead la unidad, a fin de llegar a la eternidad
Hch 2,1-11

Hoy celebramos la llegada del espíritu Santo. En efecto, el Señor envió desde el cielo el Espíritu Santo prometido ya en la tierra. De esta manera habías prometido enviarlo desde el cielo: Él no puede venir en tanto que me vaya yo; mas, una vez que yo me haya ido, os lo enviaré (Jn 16, 7). Por eso padeció, murió, resucitó y ascendió; sólo le quedaba cumplir la promesa. Era lo que esperaban sus discípulos, ciento veinte personas, según está escrito es decir, diez veces el número de los apóstoles. Eligió, en efecto, a doce y envió el Espíritu sobre ciento veinte. A la espera de esta promesa, estaban reunidos en una casa orando, puesto que deseaban ya con la misma fe lo mismo que con la oración y anhelo espiritual. Eran odres nuevos a la espera del vino nuevo del cielo que llegó. Aquel gran racimo había sido pisoteado y glorificado. Leemos, en efecto, en el evangelio: Aún no se había dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7, 39).

Ya habéis escuchado cuál fue su respuesta: un gran milagro. Ninguno de los presentes había aprendido más que una sola lengua. Vino el Espíritu Santo, los llenó a todos, y comenzaron a hablar en las distintas lenguas de todos los pueblos, que ni conocían ni habían aprendido. Se las enseñaba el que había venido; entró a ellos, y los llenó hasta rebosar. Y ésta era entonces la señal: todo el que recibía el Espíritu, nada más sentirse lleno de él, hablaba en las lenguas de todos. Y esto no sólo los ciento veinte. Las mismas escrituras nos enseñan que luego creyeron otros hombres, que fueron bautizados, recibieron el Espíritu Santo y hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Los presentes se asustaron, unos admirándose, otros burlándose, hasta el punto de decir: Esos están borrachos y llenos de vino (Hch 2, 1-13). Lo decían en plan de burla, pero algo cierto decían: eran odres llenos de vino nuevo. Cuando se leyó el evangelio oísteis: Nadie echa el vino nuevo en odres viejos (Mt 9, 17). El hombre carnal no comprende las cosas del espíritu. La carne es vetustez, la gracia novedad. Cuanto más se renueve el hombre para mejor, tanto más comprende, porque gusta lo verdadero. Borbotaba el mosto, y de ese borboteo fluían las lenguas de los pueblos.

¿Acaso, hermanos, no se otorga ahora el Espíritu Santo? Quien así piense no es digno de recibirlo. También ahora se da. “¿Por qué, entonces, nadie habla en las lenguas de todos los pueblos, como hablaban los que entonces estaban llenos del Espíritu Santo? ¿Por qué?”. Porque se ha cumplido lo significado mediante aquel hecho. ¿Qué cosa? Recordad que cuando celebrábamos el día cuarenta de Pascua os indiqué que Jesucristo el Señor nos confió a la Iglesia y luego ascendió a los cielos. Le preguntaron los discípulos cuándo tendría lugar el fin del mundo. Él les respondió: No os corresponde a vosotros conocer el tiempo, que el Padre se reservó en su poder. Entonces aún hacía la promesa que se cumplió hoy: Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, y en Judea, y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hch 1, 7-8). La Iglesia, reunida entonces en una casa, recibió el Espíritu Santo: constaba de pocos hombres, pero estaba presente en las lenguas del orbe entero. He aquí lo que se buscaba entonces.

En efecto, el que aquella minúscula Iglesia hablase las lenguas de todos los hombres, ¿qué significaba sino que esta gran Iglesia habla las lenguas de todos los hombres, desde la salida del sol hasta su ocaso? Ahora se cumple lo que entonces era una promesa. Escuchamos la promesa y vemos su cumplimiento. Escucha, hija; mira (Salmo 44, 11). A la reina misma se dijo: Escucha, hija, mira: escucha la promesa, mírala realizada. No te ha engañado Dios, no te ha engañado tu esposo, no te ha engañado quien dio como dote su propia sangre; no te ha engañado quien de fea te hizo hermosa, y de ramera, virgen. Tú has recibido una promesa que eres tú misma; promesa recibida cuando constabas de pocos y cumplida ahora que posees a tantos.

Que nadie diga, pues: “He recibido el Espíritu Santo; ¿por qué no hablo las lenguas de todos los pueblos?”. Si queréis poseer el espíritu Santo, prestad atención, hermanos míos. Nuestro espíritu, gracias al cual vive todo hombre, se llama alma, y ya veis cuál es la función del alma respecto al cuerpo. Da vigor a todos los miembros; ella ve por los ojos, oye por los oídos, huele con las narices, habla por la lengua, obra mediante las manos y camina mediante los pies; está presente en todos los miembros al mismo tiempo para mantenerlos en vida; da vida a todos y a cada uno su función. No oye el ojo, ni ve el oído ni la lengua, ni habla el oído o el ojo; pero, con todo, viven: vive el oído, vive la lengua: son diversas las funciones, pero una misma la vida. Así es la Iglesia de Dios: en unos santos hace milagros, en otros proclama la verdad, en otros guarda la virginidad, en otros la castidad conyugal; en unos una cosa y en otros otra; cada uno realiza su función propia, pero todos viven la misma vida.

Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en un único cuerpo. Mas ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, el pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; el hacerse hereje equivale a ser amputado, y el alma no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén.

Sermón 267.

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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