viernes, abril 22, 2011

LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ

I “PADRE, PERDÓNALES, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN "(Lc 23, 34).


Reflexión:

Jesús se despide con esas palabras desconcertantes. Palabras directas y claras. No hay tiempo de hablar en parábolas. Ha llegado el momento de la más cruda realidad.

Él, que había enseñado la misericordia y el perdón cuando los fariseos le acosaban con la ley, también ahora olvida la ley para practicar el perdón.

La hora es decisiva. Las pasiones, el amor propio, el criterio humano de justicia…intentarían rebelarse.

Podía, como justo, apelar a la defensa. Podía castigar como juez. Y ni se defiende como justo ni sentencia como juez.

Escoge el perdón. Esta suprema palabra de Jesús en la Cruz pone a prueba las raíces más íntimas de la naturaleza humana.

¡Qué lección, Señor! Tu Primera Palabra, ya en la Cruz es el resumen más rotundo de tu infatigable enseñanza.

Tus palabras traspasan, como un terrible escalofrío, el montaje de nuestros juicios. No nos pides que te entendamos…Pero nos enseñas a rezar contigo: ¡Perdónalos, Señor!

Y perdónanos. Y perdona nuestras envidias… nuestra “hambre de justicia”… nuestros íntimos deseos de venganza.

Que hagamos de tu Cruz la luz para nuestra vida.

Que aprendamos de Ti que el perdón es la señal que cura.

Que la Cruz es el programa que salva.


II "HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO." (Lc 23, 43).

Reflexión:

Esto ya es otra cosa. Nuevamente volvemos a verte en tu puesto. Hablando por Ti mismo. Haciendo las cosas Tú.

Esta Segunda Palabra es la respuesta a una actitud: a la confesión de un arrepentido: el Buen ladrón. Un creyente. Con todo el asombro que, de un lado, causa la fe rotunda. De otro, con toda la certeza que asegura el conocimiento por la fe. No solo es un gesto piadoso. Es que ha calado en la misión de Cristo. Es que ha reconocido la divinidad de Cristo.

Seguramente, cuando clavaban a Jesús, oyó las palabras de su oración y le llegaron al alma. Bien tocado de la gracia debió de estar cuando en medio del ambiente tan hostil, cuando todo el mundo pide soluciones rápidas, cuando ya el “fracaso” de Jesús es indiscutible… se alza la voz de un cristiano. Del primer cristiano brotado de las roturas del cuerpo de Cristo.

Dice San Agustín que para ver a Dios hay que purificar antes la mirada con la fe, y para poseerlo es necesario vaciarse del todo por la gracia.

El gesto de fe del Buen Ladrón se convierte en valor actual para volverse a Dios, y en sabiduría para alcanzar la meta: el “hoy” y el “conmigo” en el Reino de Jesucristo.

III "AHÍ TIENES A TU MADRE" (Jn 19, 25).

Reflexión:


Dios ha querido meterse en los latidos del hombre. Y el mismo infinito relieve tienen –cada cual su naturaleza- el “Perdónalos” o el “Estarás conmigo”, que ahora el encargo solemne a su Madre, de alentar espiritualmente a San Juan porque es su hijo. Y San Juan deberá recorrer el camino de la Vida con la antorcha del Evangelio, pero llevado de la mano de María porque es su Madre.
Aquí hay mucho más que una atención piadosa. Es señalar que, en la economía de la gracia, la maternidad de María ejerce incesante y verdadera función para alcanzarnos los dones de eterna salvación. Estamos ante el triángulo esencial: Cristo en la Cruz llevando a cabo la Redención. María rindiendo su capacidad total de criatura como Mediadora. Y Juan como beneficiario en representación de toda la Iglesia. Estos tres ángulos son indispensables y complementarios. Y a partir de aquí, quien no quiera tener a María por Madre verdadera en el orden espiritual, tendrá que renegar expresamente de ella.

María está allí. Con la firmeza de la fe que se mantiene en el paroxismo de la prueba. Como Madre y como fiel.

IV "DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?" (Mc 15,34).

Reflexión:

Ved aquí a Jesús, sumido en el abandono, volviendo a rezar. Como lo aprendió de niño y ejercitó en la sinagoga: en su lengua de niño; con los sentimientos de niño, con la carga representativa y emocional de niño, aunque con la densidad del hombre maduro. Este es el lenguaje de la oración, donde se realizan plenamente las capacidades del habla. Se trata de comunicar lo que se siente por la frase elemental, por el susurro, o por el grito a corazón abierto.

«Cristo se ha "inmolado" y con su sangre ha "rescatado" a toda la humanidad del poder del mal -recordó-. El verbo "rescatar" hace referencia al Éxodo, a la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Según la antigua legislación, el deber del rescate correspondía al pariente más cercano (goel). En el caso del pueblo, este era el mismo Dios que llamaba a Israel su "primogénito"».

«Pero, además Cristo realiza esta obra por toda la humanidad. Su redención no solo tiene la función de rescatarnos de nuestro mal cometido en el pasado, de sanar las heridas y de levantarnos de nuestras miserias».

«Cristo nos da un nuevo ser interior», indicó Juan Pablo II, nos hace «partícipes en su misma dignidad». «De ahí se deriva un llamamiento a la Iglesia para que tome conciencia de su dignidad y de su misión».

«Él nos sacó de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la opresión a una realeza eterna; e hizo de nosotros un nuevo sacerdocio y un pueblo elegido para siempre», afirmó por último el Santo Padre citando una Homilía de Pascua de un obispo del siglo II, Melitón de Sardes.

«Él es el cordero mudo, el cordero degollado, el hijo de María, cordera sin mancha. Él fue tomado de la grey, conducido a la muerte, inmolado hacia el atardecer, sepultado en la noche».


V "TENGO SED" (Jn 19, 28).

Reflexión:


Jesús le exige al hombre el único sacrificio que puede salvarlo: el sometimiento –o piadoso fiar- de nuestros intereses y de nuestros juicios a su divina Providencia que actúa a pesar de la voluntad inconsciente y aun injusta de los hombres. Por eso cuando se quiere aplicar el simple razonamiento humano con sus implicaciones sociológicas, al hecho del Calvario, no hay manera de entenderlo. Solo bajo la luz de la fe se logra entender el misterio de Dios y su acción salvadora.

¿Y no es actual y urgente el grito de Cristo de Tengo sed? No es un grito personal, sino los millones de gritos que claman las gargantas segadas de los nacientes, y de los agonizantes y engañados de cada minuto. ¿No oímos el grito que nos llama a la dignidad del hombre, que crea la fraternidad esencial, y nos constituye en la filiación que nos hace divinos?

Por eso el Viernes Santo es mucho más que una fecha de recuerdo sagrado del Hijo de Dios, sino del grito de todos los hijos de Dios en esta aldea que llamamos mundo. Que despierte nuestra conciencia para correr con los planes eficaces en ayuda del pobre, del necesitado, del marginado, del ignorante, del que padece cualquier injusticia... El poderoso, el científico, el técnico, el periodista... Todos debemos aportar nuestra agua de especialización y de profesión para saciar la sed de Cristo, que lleva clamando 20 siglos Agua para la sed del hombre... Agua de la verdad y de la justicia. Y el agua es símbolo del Espíritu, el carné que informa e identifica la dignidad del hombre. Y esa tarea no es ya solo del judío o del cristiano que le obliga por ley religiosa de prójimo, sino también del samaritano, es decir, de cualquiera que tome en serio el valor del hombre; en esa práctica encontrará el camino y el ejercicio de la religión verdadera. Lo demás será escamoteos y aun desviaciones.

Este actualísimo grito nos llama a examen, a hacer circulante como diaria moneda la justicia, a asignar ya presupuestos, a hacer actuales y constitutivos los valores que ennoblecen, que liberan, que dignifican, que salvan, por fin, la historia del hombre. Pero sin caer en espejismos. Las tribulaciones y sufrimientos son parte constitutiva de nuestro ser y de nuestra historia que es desierto de ida hacia el agua viva de plenitud que es Cristo, molde y signo eficaz para todo hombre. Este es el puente necesario que nos trasporta a la otra orilla.

Enseña S. Agustín: No se resuelve la cuestión de la plegaria con decir: Señor, te he llamado. Pero continúa ejerciendo y esperando. Si se acaba la tribulación, se acaba la oración; en cambio, si la tribulación de la Iglesia y su Cuerpo místico –el Cristo total- que son todos los hombres, continúa hasta el fin de los tiempos, has de seguir orando: escucha mi voz, atiende a mi grito, cuando te llamo.

Por eso, esta es nuestra Cruz propia; y este nuestro grito personal y social: Tengo sed. (Sal 140 4-6). En Él estamos re-presentes. Gracias a Cristo que nos re-presenta, nos recupera y trasciende a su mismo plano divino nuestro reclamo y nuestro grito de hambre y de sed. El sitio de Jesús no es solo divino y personal. Es tan divino como humano. Tan universal como individual.

El progreso verdadero no es poder responder a requerimientos humanos e inventados egoísmos, sino encontrar la medida antropológica en Dios revelado en Cristo y encontrar la medida teológica del hombre. Dios es tan Dios que de las debilidades humanas ha hecho propiedades divinas. Por eso el hombre no es una cifra para cualquier cómputo, sino un grito de sed divina por el que Dios clama y al que desgarradoramente quiere salvar. Amén.

VI "TODO ESTÁ CUMPLIDO" (Jn 19, 30).

Reflexión:

Jesús ha obedecido punto por punto el propósito del Padre, sin reparar en el fracaso ante los hombres. Ni siquiera ellos lo saben, pero ya han sido redimidos.

Jesucristo es verdadero hombre en toda su cruda realidad, pero igualmente Dios verdadero. Por eso la resurrección no es un regalo excepcional que el Padre hace por la obediencia del Hijo, sino el estado natural de Jesucristo como Dios.

La muerte de Cristo no es un acontecimiento para figurar solo en el catálogo de las fechas históricas. Es la acción permanente de la obra salvadora de Dios entre los hombres. Es la noticia de restallante actualidad. La vida humana ya explicada, iluminada y trascendida en la Muerte-Resurrección de Jesucristo.

La muerte de Cristo ha dado el golpe mortal al absurdo del sufrimiento de los niños, al dolor inevitable y aun a la vida segada en flor.

La muerte de cada vida, en cristiano, no solo reposa dulcemente en el divino regazo de la muerte de Jesús, sino que se levanta espléndida en la resurrección de Cristo.

El libro abierto de la Cruz es la asignatura pendiente que debemos ir aprobando cada día si queremos extender el sabio obrar de Dios para la salvación del mundo.

Que la fe arraigue nuestra vida en Dios. Así lo más insignificante o ajeno, en la consideración profana del hombre, irá cobrando, desde la Cruz de Jesús, categoría cristiana, misión redentora.

La propia existencia ya es don de Dios. Y por ello, en la salud alaba, en la desgracia purifica, en la enfermedad redime y en la muerte salva.

No es otra la traducción literal del mensaje clavado en el Calvario.

VII "PADRE, EN TUS MANOS ENTREGO MI ESPÍRITU" (Lc 23,46).

Reflexión:

Señor: No es precisamente el Viernes Santo la mejor ocasión para contarte algunas cosas gravísimas. Hoy precisamente que te quitan la vida, o mejor, que la das, y regalas hasta la última gota de tu sangre.

Fiel a tus principios, con sello irreductiblemente cristiano, pronuncias tus Siete Palabras siempre desconcertantes. Quisiste como resumir o plasmar en carne propia y con propia sangre tu Evangelio, para que así tu Palabra sea hecha obra y para nosotros fuera, al fin,

-Camino de Luz
-Verdad irrenunciable
-Vida con la dignidad humana de la Vida de Dios.

Así dijiste: Padre, en tus manos pongo mi espíritu (Lc 23 46).

A la palabra que declara misión cumplida y tu entrega serena al Padre, la misma oferta de antipalabras; la idéntica tentación de siempre: ¿Por qué? Como si tuvieras la culpa de los males que precisamente causamos nosotros. Y te preguntamos por qué la atrocidad de las guerras… por qué el asqueroso negocio de muchos estados que venden armas a los dos rivales ¡para que se maten antes… por qué la incalificable matanza de los niños, incluso con la garantía del estado…por qué.

¿Por qué no te desclavas y arremetes contra tanta iniquidad? ¡Baja de la cruz y creeremos…!

No, Señor, no bajes de la Cruz. No escuches nuestra torpe tentación. Los hombres volveríamos a clavarte otra vez… ¡y con más saña que antes!

Nos debemos dejar enseñar más por tu silencio. Y por tu oración. Y por tu entrega al Padre.

Esta lección nos conviene más. Nos enseñas así que morir es la mejor manera de redimir. No, no bajes de la Cruz.
Nos urge aprender del Crucificado del Calvario que la justicia se hizo causa divina en Jesucristo, que el Amor llegó a fruta madura en la vergüenza del madero, que la verdadera Revolución Humanista estalló en la ignominia del primer Viernes Santo.

Señor, es urgente que resuenen más que nunca tus Palabras y tus Obras: las realidades espirituales. Las realidades de la hora de la verdad. Las realidades más reales. Las realidades que hacen verdaderamente humano al hombre.

¿ De qué sirve una llave de oro –pregunta S. Agustín- si no abre la puerta que anhelamos cruzar?

-Tú, Señor, nos predicaste que no solo de pan vive el hombre, para enseñarnos la urgencia que tenemos del Pan de tu Palabra y de tu Eucaristía.

-Que es verdad que multiplicas los panes a quienes te siguen por el desierto de tus promesas.

-Que ojalá escuchemos hoy la voz de Dios y no endurezcamos el corazón como en Meribá (Sal 94) para reconocer el Don de Dios.

-Que entre los jadeantes que acudían al pozo de Jacob, Tú saciaste a la samaritana con el agua viva que salta hasta la Vida eterna.

-Que la legítima autonomía de las ciencias la incorporemos a tu Sabiduría y tu Providencia para que sirva a la entera y verdadera dignidad del hombre.

-Que tu Vida y Pasión y Muerte y Resurrección sean el soporte físico y espiritual de nuestra existencia para que no tenga precio de mercado, sino que vuelva a ser valor divinamente humano.

-Que en nuestras angustias y esperanzas, en nuestros dolores y gozos seas Tú, Señor, la primera referencia y la última instancia de razón y de sentido.

Y como Tú al Padre, con toda la fe y piedad cristiana, día o noche, alcancemos a decir siempre:

En tus manos, Señor, en tus manos, ponemos nuestros cuerpos y nuestras almas. Amén.

Reflexiones P. Donato Jiménez Sanz, adaptación

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