domingo, octubre 17, 2010

NOVENA A SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI (VII)

Día séptimo

Reflexión -.Magdalena, misionera solitaria.

El cuatro de septiembre, llegaban al Japón otros dos misioneros agustinos recoletos: Martín de san Nicolás, zaragozano, y Melchor de san Agustín, granadino. Con algunos terciarios agustino-recoletos japoneses, que les han preparado un escondite, se ocultan en los montes. Allí los encuentra Magdalena, la infatigable catequista, la heredera espiritual de Francisco y Vicente. Los abraza y los presenta orgullosa a los cristianos. Les sirve con devoción y trata de hacerles aprender la lengua. De noche los lleva a otros refugios para que administren los sacramentos a los moribundos. Ella, que conoce muy bien los parajes, va y viene. Como una diaconisa, lleva la comunión a los enfermos. Pero Martín y Melchor siguen muy pronto por el camino del martirio a Francisco y Vicente. Y Magdalena queda en cierto modo, huérfana. Y esta vez para siempre. Ha quedado completamente sola en las montañas de Nagasaki. Asistirá a la última y más cruel embestida de la persecución. Con gusto se entregaría al martirio. Pero siente la responsabilidad de sus hermanos, los terciarios agusti-no -recoletos. Además, la reclaman los pobres, escondidos en los montes. No puede abandonar a los que ha ayudado a nacer en la fe, a los que ha levantado en el camino. Recorre los montes para com-partir las penas y aflicciones de los cristianos. Todos reclaman su presencia. Su sonrisa inspira sere-nidad y da vigor al espíritu. Pone en práctica las nociones de medicina que había aprendido del pa-dre Vicente, y cura y atiende a los enfermos. Infunde en todas partes optimismo. Casi no hay sacer-dotes ya por los montes de Nagasaki. Y Magdalena, con gran sacrificio, trata de suplir su falta.

Entre tanto, la persecución se hace cada vez más dura. Durante el suplicio de la horca y hoya algu-nos cristianos, incluso algún misionero, han renegado de la fe. No basta ya la palabra encendida de Magdalena. Hace falta una víctima, que sirva do ejemplo y dé testimonio de fortaleza a los atemori-zados cristianos. Y Magdalena se pregunta si no debe dar la cara al enemigo y ofrecerse como víctima. Su ejemplo podrá servir quizá para frenar aquel triste desfile de apostasías. Por otra parte, no logra borrar de su recuerdo a su familia, a sus padres espirituales, a tantos terciarios que están gozando de la dulce compañía de Dios. Quiere encontrarlos y encontrar a su Amado. En su pecho arde una llama que la empuja irresistiblemente hacia Cristo.

Para añadir a la oración comunitaria:

- Por todos los que vacilan en su fe, o se dejan atenazar por la duda para que con nuestro ejemplo sepan hallar a Cristo Camino, Verdad y Vida. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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