martes, octubre 19, 2010

NOVENA A SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI (IX)

Día noveno

Reflexión: Martirio de santa Magdalena.
A primeros de octubre de 1634 comunican a Magdalena la condena a muerte. Debe morir en el terrible tormento de la horca y hoya. Con ella, han condenado a la misma pena a diez compañeros de prisión. Los condenados son conducidos al lugar del suplicio. Abre la marcha un alguacil, que proclama a voz en grito el bando de la sentencia de muerte. Sigue Magdalena, encabezando el grupo, como una capitana. Va vestida con su hábito negro y la correa de las terciarias agustinas recoletas. Lleva a la espalda un letrero con la motivación de su condena a muerte: "por no querer renegar de la ley de Cristo".

Por su juventud y belleza, por su intrépido valor, por sus encendidos discursos a los verdugos y a los cristianos, que ven pasar la comitiva, atrae las miradas de todos. Ve entre la gente a varios de sus amigos portugueses, que tantas veces la han ayudado con sus limosnas cuando andaba escondida por los montes, y a otros muchos conocidos. Serán testigos maravillosos en su proceso de canonización. Llegados al lugar del tormento, los verdugos cuelgan en la horca a Magdalena cabeza abajo y con los brazos atados contra el cuerpo. Medio cuerpo, hasta la cintura, ha quedado introducido en el pozo que está debajo de la horca... Los verdugos esperan inútilmente alguna señal. No se oyen sino los débiles suspiros de la víctima, que habla con el Señor e invoca, dice un testigo, a la Virgen María, Madre de Dios, y a Jesús... Sumida en altísima contemplación, como a Jesús en la cruz, se la oyó exclamar, dice un testigo: "Tengo sed".

Los soldados, compadecidos, le ofrecen un vaso de agua. Pero ella dice “que su sed no era de esa agua, y que Cristo Nuestro Señor le daría del agua que ella deseaba". Trece días duró el suplicio. Todos estaban admirados de la resistencia de la joven: los paganos no se lo explicaban; los cristianos veían en ello un prodigio de Dios. Al fin, el cielo se llenó de densos nubarrones, y una lluvia abundante cayó sobre la tierra; el pozo se inundó, y la joven Magdalena murió ahogada. Los soldados quemaron el cuerpo y esparcieron sus cenizas en el mar para que no cayesen en manos de los cristianos. La muerte de Magdalena causó una profunda impresión tanto en los cristianos de Nagasaki como en los paganos, al punto que los soldados que la vigilaron durante el martirio contaban a los portugueses, llenos de estupor, el comportamiento prodigioso de la joven. Los cristianos recordarán durante mucho tiempo el martirio y los ejemplos de la joven terciaria agustino-recoleta. Y pocos años después, en el proceso de beatificación de Macao, testificarán numerosos sobre la sencilla heroicidad hasta el martirio de la joven Magdalena, que supo sacrificar su hermosura por amor a Cristo y dio a todos un estupendo ejemplo de fortaleza y de valor cristiano.

Para añadir a la oración comunitaria:

- Por todos los difuntos de las fraternidades seglares agustino-recoletas, para que gocen do la eterna felicidad junto con Magdalena en la Casa del Padre. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

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