viernes, septiembre 24, 2010

Nuestra Señora de la Merced

6. MADRE DE LOS MIEMBROS

María no sólo ha engendrado a nuestra Cabeza, sino también a los miembros que forman su Cuerpo místico. Así ha enunciado uno de los principios más fecundos en la mariología, que ha gozado en la literatura mariana de una fortuna sin precedentes, dice P. Dillenschneider( Maria, Corredentrice p. 262 (Roma 1955).

“Y por eso aquella Mujer, no sólo en espíritu, sino corporalmente, es virgen y madre. Y Madre ciertamente en el espíritu, no de nuestra Cabeza, de la que ella nació también espiritualmente—pues todos los que en Él creyeron, y entre ellos ha de contarse a María, muy bien se llaman hijos del Esposo—, sino en verdad Madre de sus miembros que somos nosotros, porque cooperó con su caridad para que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza; mas corporalmente es también Madre de la misma Cabeza» (De sancta virg. 6 (PL 40, 399).

El texto no expresa la naturaleza y acción de la maternidad espiritual de María: si fue por vía de adquisición de méritos o por vía de mediación o de intercesión, o por ambas vías a la vez; pero está claramente expresado su título de Madre de los miembros o de los cristianos y de su forma de cooperación por amor o caridad. San Agustín relacionó los conceptos de maternidad y nacimiento de los hijos, que lo mismo en lo físico que en lo espiritual van unidos. Y esto nos hace pensar que María ha contribuido también a engendrarnos en el bautismo, que es el nacimiento de los cristianos. Lo cual parece significar que ella nos ha merecido nuestra incorporación a Cristo por participación de las gracias redentoras (V. CAPÁNAGA l. c., p. 17).


Mas adviértase que la distinción entre adquisición de gracias y distribución de las mismas no se presentó a la mente de San Agustín, sino que viene de la teología posterior. María se relaciona maternalmente con la plenitud de Cristo, que es Cabeza y Cuerpo, “pues el Verbo se hizo carne para ser cabeza de la Iglesia”( Enarrat. in ps. 148, 8 (PL 37, 1942): “Verbum caro factum est ut fieret caput Ecclesiae»). , ya desde el principio de su existencia terrena, en el seno mismo de María, donde fue tomada la humanidad, que sería suya, “pues en aquel Hombre fue tomada la Iglesia por el Verbo, que se hizo carne y habitó entre nosotros»( Enarrat. in ps. 3, 9: PL 36, 77. Sobre la dimensión eclesiológica de la humanidad de Jesús véase a J. A. GOENAGA, La humanidad de Cristo, figura de la Iglesia (Ed. Augustinus, Madrid 1963). El misterio de la encarnación es el punto de encuentro de Cristo, María y la Iglesia. Por eso nosotros salimos del seno materno de María, lugar del desposorio de Dios con los hombres.

La maternidad divina de María adquiere una dimensión espiritual que se extiende a los miembros de Cristo, contribuyendo a comunicarles la vida sobrenatural de la gracia con una regeneración espiritual que la hace Madre de los cristianos y Madre de la divina gracia. Pertenece este privilegio mariano a la misma ley de compensación o de recirculación que aparece en la caída y reparación: “Pues por el sexo femenino cayó el hombre, por el sexo femenino fue reparado; porque la Virgen dio a luz a Cristo, la mujer anunció la resurrección. Por la mujer vino la muerte, por la mujer vino la vida”( Sermo 232, 3).

El contraste entre ambas madres del género humano, Eva y María, pone a ésta en lugar eminente de cooperación para salvar a los hombres. Ambas cooperaciones fueron reales y eficaces; la una catastrófica, la otra salvífica. María es también madre de los vivientes o de los que participan de la vida espiritual de la gracia de Dios. Así la espiritualidad cristiana tiene también sus orígenes en la Madre de Dios.

(Tomado del libro San Agustín del P. Victorino Capánaga)

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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