viernes, diciembre 05, 2008

Hace 420 años



La Recolección Agustiniana nació un 5 de diciembre de 1588, hace hoy 420 años. Así ocurrieron los hechos que hoy se conmemoran. Además, presentamos un nuevo vídeo vocacional para los nuevos recoletos del siglo XXI.

El 16 de mayo de 1587 fue elevado al generalato de la Orden de San Agustín Gregorio Petrocchini de Montélparo (1537-1612) por voluntad expresa de su conterráneo y deudo Sixto v, quien en marzo del 1588 le otorgó, además, facultades de visitador y comisario apostólico de la orden.

El 19 de agosto desembarcaba en Barcelona, desde donde, sin apenas detenerse, prosiguió viaje a Madrid. El 20 fue recibido en audiencia, en El Escorial, por Felipe II, quien le prometió apoyar sus gestiones y le remitió a su confesor, el dominico Diego de Chaves.

Al día siguiente se entrevistó con Chaves, quien le comunicó el deseo del rey de ver establecidas «en estas provincias y en otras de España casas de recoletos, así de frailes como de monjas, porque en este artículo ha sido muchos días ha su majestad advertido que lo desean muchos religiosos, y así gustaría que el generalísimo lo tratase con hombres de religión y consejo y prudencia y, si pareciese, se pusiese en ejecución».

El día 27 Petrocchini juntó en Madrid a diez de los religiosos “graviores” de la Provincia y, con su consentimiento, decidió adelantar la fecha del capítulo de la primavera del 1589 al día 30 de noviembre. De común acuerdo decidieron celebrarlo en el convento de Toledo, por ser el más accesible a la mayoría de los vocales. A continuación pasó visita al convento de Madrid y a las casas más importantes de la Provincia.

En los decretos con que concluía la visita a los diversos conventos proponía una reforma orgánica, que abarcaba los principales aspectos de la vida religiosa. Por desgracia, él mismo contribuyó a socavar la eficacia de su obra con dispensas frecuentes y, a veces, imprudentes. Su carácter le inclinaba a la condescendencia y a la benignidad. Amaba la disciplina regular y se esforzó por implantarla en la Orden. Pero no debía de serle fácil sintonizar con los promotores de la recolección y de la descalcez.

El 29 de noviembre se presentó en Toledo, donde ya se encontraban congregados los vocales del capítulo. El ambiente era tenso y los ánimos estaban profundamente divididos. El general debe extenderse en razones y argumentos para exhortarles a la paz y a la concordia.

El 20 de noviembre, García de Loaísa (1542-1599), preceptor del príncipe Felipe y futuro arzobispo de Toledo, había enviado al rey un billete en el que le anunciaba la inminente celebración del capítulo y le sugería la conveniencia de recordar al general los puntos tratados en El Escorial:

«El capítulo que tiene el general de los agustinos en esta provincia se celebra en Toledo el jueves que viene. Convendría, si a vuestra majestad le pareciese, escribir al general y capítulo que encomendase a nuestro Señor la vida y salud de vuestra majestad y de su alteza, y los negocios que ocurren. También que eligiesen provincial sin ninguna pasión, lo de las casas recoletas para la reformación y, en general, lo que vuestra majestad mandó comunicalle en San Lorenzo por el padre fray Diego de Chaves».

Felipe II contestó con el siguiente billete autógrafo:

«Será bien que comuniquéis todo esto con fray Diego de Chaves y después con [el] maestro Mateo Vázquez para ver lo que será bien, fuera de lo primero, que es muy bien. Y lo que en lo demás se les hubiese de decir será mejor escribirles en creencia de alguno, que se lo diga de palabra y se lo acuerde, pues hay tantos en Toledo para ello».

El corregidor de Toledo y don Andrés Fernández fueron los encargados de trasmitir al capítulo la voluntad de Felipe II sobre el establecimiento de casas recoletas en la provincia.

Al día siguiente se procedió a la elección de provincial. Se optó por seguir el procedimiento constitucional normal y que cada uno pudiera votar por quien quisiera. Los 68 electores presentes repartieron así sus votos: 31 votaron a Pedro de Rojas, del partido reformista y prior del convento de Madrid; 26, a Gaspar de Saona, castellano trasplantado en 1569 a la provincia de Aragón, de la que era provincial actual; seis, a Gabriel de Goldáraz; tres, a Gaspar de Melo; uno, a fray Luis de León; y otro, a Martín de Perea.

Al no alcanzar ninguno de ellos la mayoría requerida, se procedió a un segundo escrutinio, en el que tampoco se llegó a un resultado definitivo. Pero el general, haciendo uso de sus facultades extraordinarias, declaró electo a Pedro de Rojas, a quien sólo faltaba un voto

El día 5 de diciembre, el definitorio pleno, constituido por nueve religiosos, promulgó 18 actas o determinaciones sobre el gobierno y la vida de la Provincia. Una de ellas, la quinta, es el acta fundacional de la Recolección:

«Porque hay entre nosotros o, al menos, puede haber, algunos tan amantes de la perfección monástica que desean seguir un plan de vida más austero, cuyo legítimo deseo debemos favorecer para no poner obstáculos al Espíritu Santo, consultado previamente nuestro reverendísimo padre general e implorada su venia, determinamos que en esta nuestra provincia se señalen o se levanten de nueva planta tres o más monasterios de varones y otros tantos de mujeres, en los que se practique una forma de vida más austera, la que, tras madura reflexión, prescriba el padre provincial con su definitorio».

Las 17 actas restantes intentan eliminar algunos abusos que se habían infiltrado en la Provincia. Pero no aparece en ellas deseo alguno de una vida más austera. Algunas incluso se apartan del espíritu de la reforma tridentina y del capítulo general de 1564. La séptima, por ejemplo, legitima el peculio personal. La octava aprueba los juegos de cartas y las representaciones escénicas. La undécima permite la aplicación de misas a intención propia de los religiosos. Y la decimotercera defiende los títulos honoríficos con discutibles aplicaciones de textos evangélicos.

Todo parece indicar que el acta quinta fue fruto de un limitado grupo de religiosos, favorecidos por el rey, a cuya voluntad el capítulo no pudo oponerse.

El partido reformista estaba encabezado por Jerónimo de Guevara (1554-1589), Luis de León (1528-1591) y Pedro de Rojas († 1602).

Jerónimo de Guevara, hijo de los condes de Escalante y maestro en teología, amaba el recogimiento y la penitencia. Ya de joven profeso soñaba con monasterios pobres y pequeños. El trato con Ana de Jesús, priora de las carmelitas descalzas de Madrid desde septiembre de 1586, reforzó estas inclinaciones y le ayudó a perfilar sus contornos.

En 1588 habla a Felipe II, que admiraba sus dotes oratorias, de establecer casas más observantes en la provincia y se granjea el apoyo de algunos . Uno de ellos era el futuro conde de Salinas, Diego de Silva y Mendoza (1564-1630), que durante los próximos lustros sería el más poderoso sostén de los recoletos.

Fray Luis de León puso al servicio de la Recolección sus extraordinarias dotes intelectuales, morales y caracterológicas. Era un hombre entero, de claro entendimiento y temple esforzado, enemigo de la doblez, de la hipocresía y de las medias tintas. Toda su vida estuvo dispuesto a luchar por la equidad, los estudios y la disciplina. Sigue vivo en él el influjo de fray Luis de Granada, a quien leía, al menos, desde 1572. Pero la inspiración principal le llega ahora de Teresa de Jesús.

La lectura atenta de las obras de la Santa, cuya primera edición completa publica en 1588 por encargo del Consejo de Castilla, y el contacto constante con su fiel discípula Ana de Jesús (1545-1621), a quien al final de sus días dedicó su Exposición del libro de Job, le encariñan con la reforma carmelitana, en la que había profesado una de sus sobrinas, y le mueven a vaciar en moldes teresianos la fundación de casas de mayor observancia en la provincia de Castilla.

La intervención de Pedro de Rojas tuvo menos relieve. Las fuentes recuerdan su pertenencia al partido reformador (1582), la firma de la instancia de fray Luis de León en favor del establecimiento de casas recoletas en la provincia, el acompañamiento al general en su viaje a El Escorial y su sintonía con Luis de León y Jerónimo de Guevara en vísperas del capítulo.

Después del capítulo y durante todo su provincialato (1588-1591) estuvo cerca de los recoletos. Aprobó prontamente sus constituciones, les proporcionó la casa de Talavera y autorizó la fundación de la nueva casa de Portillo.

Su conducta con las monjas discurrió por los mismos cauces. El 6 de septiembre aprobaba la fundación del primer convento de la Recolección femenina y tres meses más tarde imponía el hábito a las primeras candidatas.

Extracto del libro Historia de la Orden de Agustinos Recoletos, de Ángel Martínez Cuesta, OAR.

(Tomado de www.agustinosrecoletos.org)

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