Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor- Reflexión
En medio de la oscuridad, con la llama del fuego nuevo se enciende el
cirio pascual, anuncio de la vida nueva de Jesús. La claridad se va
extendiendo de candela en candela mientras vamos entrando en la iglesia,
porque ya participamos de esta nueva vida y porque tenemos que ser luz
del mundo.
Si por Navidad la Palabra se hizo carne, ahora
esta carne ha vencido a la muerte que nos oprimía. Por eso hoy la
liturgia de la Palabra es tan generosa, como si quisiera hacer un
reportaje completo de la historia de la salvación.
Por el
bautismo somos incorporados a esta salvación y nacemos a la vida nueva.
Jesús nos abre las fuentes bautismales, donde recordamos nuestro nuevo
nacimiento y celebramos la incorporación a la familia de los hijos de
Dios de los que hoy son bautizados.
Y Jesús, por fin, se
hacer realmente presente entre nosotros, como en aquellas apariciones a
los discípulos, cuando celebramos la Eucaristía. Como entonces,
comulgando con él recibimos su Espíritu de paz y de alegría, que somos
enviados a expandir por todo el mundo.
ORACION DE ACCION DE GRACIAS
¡Aleluya! Nos hace falta esta palabra diferente, única, intraducible,
para expresar el gozo único que hoy celebramos, esparcidos por todo el
mundo pero unidos en un solo clamor.
Celebramos que se ha
cumplido el mayor anhelo de la humanidad, que ningún obstáculo ni
pecado ha podido impedir el compromiso de Dios a favor de la vida, que
ya nada puede cerrar las puertas del Reino.
Celebramos
que podemos mirar de cara a la guerra, la mentira, la injusticia, el
odio, la enfermedad e incluso la muerte, que hasta ahora parecía
invencible.
Celebramos que ya no nos da miedo la noche porque en ella brilla una luz más clara que el día.
Hemos dejado atrás el miedo, y por lo tanto somos libres, esperando que
se cumpla nuestra esperanza, la manifestación de Jesús, nuestro
Salvador.
P. Julián Montenegro Sáenz, OAR.
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