lunes, marzo 12, 2018

En la muerte de Cristo encontró la muerte su muerte.

Tomó, pues, la muerte y la suspendió en la cruz, y esa misma muerte libra a los mortales. El Señor recuerda lo que en figura aconteció a los antiguos: Y así como Moisés, dice, levantó en el desierto la serpiente, así también conviene que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. Esto es un gran misterio, que saben quienes lo han leído. Lo oigan ahora quienes o no lo han leído o lo tienen olvidado después de haberlo leído u oído. Quedaba deshecho el pueblo de Israel en el desierto por las mordeduras de las serpientes. Sufría un gran estrago por las muchas muertes. Era castigo de Dios, que corrige y flagela para instruir. Se vio allí un gran misterio futuro; lo dice el Señor mismo en esta lección; nadie puede ver en él otra cosa que lo que la Verdad dice de sí misma. El Señor dijo a Moisés que hiciese una serpiente de bronce y la levantara en alto sobre un madero en el desierto y avisase al pueblo de Israel que mirase a aquella serpiente levantada sobre el madero quien sufriera las mordeduras de las serpientes. Así se hizo. Eran víctimas de las mordeduras los hombres, y miraban y quedaban sanos. ¿Qué son las serpientes, que muerden? Son los pecados de la carne mortal. ¿Qué es la serpiente en alto levantada? La muerte del Señor sobre la cruz. Porque la muerte es de la serpiente, por su efigie fue simbolizada. La mordedura de la serpiente es mortal. La muerte del Señor es vital. Se mira a la serpiente para aniquilar el poder de la serpiente. ¿Qué es esto? Se mira a la muerte para aniquilar él poder de la muerte. Pero ¿qué muerte es ésa? Es la muerte de la vida, si es que se puede decir la muerte de la vida; y porque se puede decir, es admirable lo que se dice.

¿Acaso no se ha de poder decir lo que se pudo hacer? ¿Dudaré yo de confesar lo que el Señor tuvo la dignación de hacer por mí? ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la cruz. ¿No es Cristo la vida? Y, sin embargo, Cristo está muerto. Pero en la muerte de Cristo encontró la muerte su muerte. Porque la vida muerta mató a la muerte; la plenitud de la vida se tragó la muerte: la muerte fue absorbida por el cuerpo de Cristo. Así lo diremos nosotros en la resurrección, cuando ya en el triunfo cantemos: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu poder? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? Ahora, entre tanto, hermanos, para que sanemos de los pecados, miremos a Cristo crucificado; porque así como Moisés levantó, dice, la serpiente en el desierto, así conviene que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. Como los que miraban aquella serpiente no morían de sus mordeduras, así los que miran con fe la muerte de Cristo quedan sanos de las mordeduras de los pecados. Pero aquéllos se libraban de la muerte para vivir vida temporal, mas aquí se dice que para que vivan vida eterna. Esta es la diferencia entre el signo figurativo y la realidad misma. La figura no daba sino la vida temporal, mientras la realidad misma de aquella figura da la vida eterna.
San Agustín, Sobre el Evangelio de San Juan, 12, 11

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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