domingo, agosto 13, 2017

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

A esto hace referencia también lo que se acaba de leer: Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas. Si eres tú, mándame (Mt 14,28): porque no puede hacerlo confiando en mí, sino en ti Reconoció lo que tenía proveniente de sí y lo que tenía proveniente de aquel, gracias a cuya voluntad —así creyó— podía lo que ninguna humana debilidad puede. Por tanto, si eres tú, mándame, pues nada más mandarlo, se hará; lo que no puedo yo presumiendo de mis fuerzas, lo puedes tú mandándolo. Y el Señor le dijo: Ven (Mt 14,28). Y contando con la palabra del que se lo mandaba y con la presencia del que le sostenía y le gobernaba, Pedro, sin vacilar y sin demora, saltó al agua y comenzó a caminar. Pudo lo mismo que el Señor, no en sí, sino en el Señor. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz; pero en el Señor (Ef 5,8). Lo que nadie puede hacer confiando en Pablo, o en Pedro, o en cualquier otro de los Apóstoles, puede hacerlo confiando en el Señor. Por eso Pablo, despreciándose útilmente, y encareciéndole a él, dice justamente: ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1Co 1,13) No, por tanto, en mí, sino conmigo; no por mi poder, sino por el suyo.

Pedro, pues, caminó sobre las aguas por mandato del Señor, sabiendo que por sí mismo no lo podía conseguir. Por la fe pudo lo que la debilidad humana no habría sido capaz de hacer. Estos son los fuertes en la Iglesia. Prestad atención, escuchad, entended, actuad. Porque en ningún momento hay que actuar con los fuertes para que se vuelvan débiles, sino con los débiles para que se vuelvan fuertes. Pero a muchos les impide ser fuertes el presumir serlo. Nadie recibirá de Dios la fortaleza, sino quien se siente débil en sí mismo. Haciendo caer Dios una lluvia voluntaria para su heredad (Sal 67,10). ¿Por qué os anticipáis vosotros, que sabéis lo que voy a decir? Moderad la velocidad para que nos sigan los más lentos. Esto he dicho y esto digo: oíd, comprended, actuad. Sólo obtiene de Dios la fortaleza quien se siente débil en sí mismo. Como dice el salmo, es lluvia voluntaria (Sal 67,10); voluntaria: no debida a nuestros méritos, voluntaria. Haciendo caer Dios una lluvia voluntaria para su heredad; en efecto, se ha hecho débil, pero tú la has hecho perfecta (Sal 67,10).Porque hiciste caer una lluvia voluntaria, no atendiendo a los méritos humanos, sino a tu gracia y misericordia. Luego se ha debilitado la heredad misma y se ha reconocido débil en sí misma para ser fuerte en ti. No habría sido fortalecida si no se hubiera hecho débil, para ser perfeccionada por ti en ti.

Contempla a Pablo, una partecita de esa heredad; mírale debilitado cuando dice: No merezco el nombre de apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios (1Co 15,9). ¿Por qué, entonces, eres apóstol? Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 15,10). No lo merezco, pero por la gracia de Dios soy lo que soy. Pablo se hizo débil, tú, en cambio, lo hiciste perfecto. Ahora bien, dado que es lo que es por la gracia de Dios, mira lo que sigue: Y su gracia no ha sido estéril en mí, sino que trabajé más que todos ellos (1Co 15,10) . Estate atento, no sea que pierdas por tu presunción lo que mereciste por tu debilidad. Bien, bien dichas están estas palabras: No merezco el nombre de apóstol; por su gracia soy lo que soy; y su gracia no ha sido estéril en mí (1Co 15 9ss). Todo muy bien dicho. Pero he trabajado más que todos ellos: da la impresión de que comienzas a atribuirte lo que antes habías atribuido a Dios. Fíjate y sigue: pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo (1Co15,10). Muy bien, hombre débil: Serás exaltado con la máxima fortaleza ya que no eres ingrato. Eres el mismísimo Pablo, pequeño en ti, grande en el Señor. Tú eres quien rogaste tres veces al Señor que alejase de ti el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que te abofeteaba (Cf 2Co 12,7-8). Y ¿qué se te dijo? ¿Qué oíste cuando eso pediste? Te basta mi gracia, pues la virtud alcanza su perfección en la debilidad (1Co 12,9). He aquí que él se hizo débil, pero tú lo hiciste perfecto.

 Así también dice Pedro: Mándame ir a ti sobre las aguas (Mt 14,28) . Me atrevo como hombre, pero ¡Señor, líbrame, que perezco! (Mt 14,30) Confió en el Señor y lo pudo gracias al Señor; titubeó como hombre, volvió al Señor. Si decía se ha movido mi pie (Sal 93,18). Habla un salmo, es voz de un santo cántico; y, si la reconocemos, es también voz nuestra: más aún, si queremos, es también nuestra. Si decía se ha movido mi pie. ¿Por qué se ha movido, sino porque es mío? ¿Y cómo sigue? Tu misericordia, Señor, me ayudaba (Sal 93,18). No mi poder, sino tu misericordia. ¿Acaso el Señor abandonó al que vacilaba, si le oyó cuando le invocaba? ¿Dónde queda aquello: Quién invocó al Señor, y fue abandonado por él? (Si 2,12)¿Y esto otro: Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo? (Jo 2,32) Otorgando al momento el auxilio de su diestra, el Señor levantó al que se hundía y reprendió al que desconfiaba: (Hombre) de poca fe, ¿por qué has dudado?(Mt 14,31)  Te fiaste de mí, dudaste de mí. no ruego a un hombre. Mándelo el Dios—hombre, para poder lo que no puede un hombre. Y él dijo: (Mt 14,29) Descendió de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas; y pudo Pedro, porque lo había mandado la piedra. Ved lo que pudo Pedro en el Señor. ¿Qué pudo por sí mismo? Sintiendo un viento fuerte, temió y, al comenzar a hundirse, exclamó:¡Ven!

Ea, hermanos, hay que concluir el sermón. Considerad el tiempo presente como si fuese el mar, un viento huracanado o una gran borrasca. El propio deseo ilícito es para cada uno una tempestad. Amas a Dios: caminas sobre el mar: tienes el orgullo mundano bajo tus pies. Amas el tiempo presente, te engullirá. Sabe devorar a sus amadores, no llevarlos. Pero, si tu corazón fluctúa a causa del deseo ilícito, invoca la divinidad de Cristo. ¿Juzgáis como viento contrario la adversidad del tiempo presente? Cuando hay guerras, revueltas, hambre, peste; cuando aun a cada hombre particular le sobreviene una calamidad propia, entonces se piensa que el viento es adverso y se estima que es el momento de invocar a Dios. En cambio, cuando el tiempo presente sonríe con la felicidad temporal, como que se juzga que el viento no es contrario. Por eso, no preguntes si el tiempo está apacible; ¡pregunta por tu deseo ilícito! Mira si reina la calma en ti; mira si no te derriba un viento interior; mira eso. Propio de una gran virtud es luchar contra la felicidad, para que la felicidad misma no te arrastre, no te corrompa, no te derribe. Es propio de una gran virtud —repito— luchar contra la felicidad. Propio de una gran felicidad es no dejarse vencer por la felicidad. Aprended a conculcar el tiempo presente; acordaos de confiar en Cristo. Y si tu pie se mueve, si vacilas, si no logras superar algo, si comienzas a hundirte, di: ¡Señor, sálvame, que perezco! (Mt 14,30) Di: Perezco, para no perecer. Porque solo te libera de la muerte de la carne quien murió por ti en la carne. Vueltos hacia el Señor...
S, 76, 5-9

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