domingo, mayo 14, 2017

V DOMINGO DE PASCUA (A) Reflexión

Seguimos celebrando la Pascua del Señor. Hoy escucharemos unas palabras que suenan a despedida, pero hay otras palabras y algunos gestos que prometen presencia. Lo veremos en el evangelio de hoy. Porque las dos primeras lecturas nos hablan de otra cosa. 

a) En la primera, del Libro de los Hechos, van surgiendo los primeros ministerios eclesiales. Surgen ciertas quejas por parte de algunos cristianos de origen griego porque sus viudas quedaban desatendidas del servicio cotidiano. Uno de los grupos marginados en ese tiempo era el de las viudas. Al morir el esposo sobre quien recaía la economía de la casa, quedaban sin nada, y necesitaban la ayuda para sobrevivir.

Surgió entonces la necesidad de nombrar a algunos para que se dedicaran a este servicio. La razón es porque los apóstoles no pueden llegar a todo. Su entrega total a la predicación de la Palabra les ocupa todo el tiempo. Los doce convocaron a los discípulos de Jesús para elegir a los diáconos o personas dedicadas al servicio de los pobres y de las viudas, hombres llenos de espíritu de sabiduría. Fueron elegidos siete. Aquí está el origen del diaconado, que significa servicio. Desde siempre ha habido en la Iglesia un espíritu de servicio a los más pobres. Siempre. Y ahora también.

b) 2ª lectura. Los primeros cristianos no tenían templos. La comunidad cristiana es el templo vivo y cada cristiano la piedra viva. El templo, más que un lugar, era el grupo de creyentes cuando se reunía orar, celebrar y compartir. Los dirigentes se llamaban presbíteros y obispos, aunque todos eran un pueblo sacerdotal. 

c) En su discurso de despedida, la víspera de morir, Jesús anuncia a sus discípulos su marcha o su vuelta al Padre. Es una página entrañable del evangelio. A anunciarles que se va, ellos se quedan tristes. Y no es para menos. Era amigo entrañable, el maestro con quien habían convivido cerca de tres años. Y ahora se va y se quedan solos. ¿Qué será de nosotros, -se preguntan- porque hemos dejado todo por seguirle, y ahora, cuando ha resucitado y todo va bien, se va? Se sienten huérfanos y desamparados.

Pero Jesús les consuela y les dice que no tengan miedo, que él volverá con ellos. Va al Padre a prepararles un lugar, para que siempre estén con él.

No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. Les dice esto inmediatamente después de haberles dicho que se va y que, durante algún tiempo, no le podrán ver. Lo que Cristo les dice es que se va, pero que no les dejará huérfanos ni abandonados. 

Por muchas desgracias y dificultades que tengamos sabemos que Cristo no nos abandona, está en medio de nosotros y dentro de nosotros, infundiéndonos su paz. Ni el mismo miedo natural a la muerte debe quitarnos esta paz y esta calma interior.

Pero sigue el diálogo entre ellos. Es Tomás, el hombre realista y racional, quien le dice que ellos ni saben a dónde va y ni siquiera conocen el camino. Y aquí aparecen unas célebres palabras de Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Es el camino para llegar al Padre. Es algo parecido a la puerta, como así se presentaba Jesús el domingo pasado. Quien le sigue, no anda en tinieblas. Cristo es el único camino para llegar al Padre y a la vida para siempre. Es también el camino para llegar al hermano que sufre. A todo hermano.

Y es la verdad. Vivimos en un mundo de mentiras. En la política, en los negocios, en las relaciones humanas. La verdad plena la encontramos en Jesús. Él ni miente ni nos engaña.

Y la vida. Es una de las palabras que más aparece en el evangelio de Juan. No se refiere, claro está, a la vida humana, aunque también ésta la hemos recibido de Dios a través de los padres. Se refiere a la vida en el espíritu, a la vida nueva, a la vida de fe. 

Así como la madre que tiene al niño en su seno antes de nacer es la vida para él, así el Señor es la vida para nosotros. 

El alimento mejor, el más excelente, el más nutritivo para mantener vigorosa esta vida en nosotros es la eucaristía: la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo. De la eucaristía nos alimentamos y vivimos.

Padre Teodoro Baztán Basterra.

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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