LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO
Para
iniciarnos en la vida cristiana, tenemos un tesoro de tres Sacramentos:
el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. A través de estos tres
Sacramentos, el Espíritu Santo nos introduce en un precioso camino de
fe, de esperanza y de amor.
En
los países más cristianos, casi todos han sido bautizados. Una gran
mayoría ha recibido la Comunión, al menos una vez. Pero son menos los
que han recibido la Confirmación.
¿Será que no es muy importante?
Sí que lo es.
Imaginemos un niño, que es bueno, feliz, pero que siempre sigue siendo
niño. ¿No será mejor que se anime a enfrentar los desafíos de la vida,
que deje de ser niño, y que vaya creciendo como joven y como adulto,
para que sea cada vez más parecido a Jesús?
El Espíritu
Santo quiere que vivamos con la confianza de un niño, pero no que
tengamos una vida infantil. Él espera que seamos espiritualmente
adultos, más allá de los años que tengamos. Por eso, aunque ya lo
recibimos en el Bautismo, se derrama de un modo nuevo en la
Confirmación. Entonces, es un Sacramento necesario para el desarrollo
cristiano.
Si cuando lo recibimos no estábamos bien dispuestos, tratemos de renovarlo interiormente, invocando al Espíritu Santo que nos marcó como un sello espiritual.
Si cuando lo recibimos no estábamos bien dispuestos, tratemos de renovarlo interiormente, invocando al Espíritu Santo que nos marcó como un sello espiritual.
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Los cinco minutos de San Agustín
Más adelante,
cuando este cuerpo sea hecho inmortal e incorruptible, cesará toda
tentación. ¡Feliz el Aleluya que allí entonaremos! Será un Aleluya
seguro y sin temor, porque allí no habrá ningún enemigo, no se perderá
ningún amigo. Allí como ahora aquí, resonaran las alabanzas divinas;
pero las de aquí proceden de los que están aún en dificultades, las de
allá de los que ya están en seguridad; aquí de los que han de morir,
allá de los que han de vivir para siempre; aquí de los que esperan, allá
de los que poseen; aquí de los están todavía en camino, allá de los que
ya han llegado a la patria.
P. José Luis Alonso.
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